Tarragona

Tarragona

Tarragona es una ciudad y municipio de España, capital de la provincia de Tarragona y de la comarca del Tarragonés.

Durante el Imperio romano fue una de las principales ciudades de Hispania y capital de la provincia romana Hispania Citerior o Hispania Tarraconensis.
El municipio cuenta con una población de 131 507 habitantes (padrón del INE a 1 de enero de 2017). Su ubicación a la orilla del Mediterráneo en la Costa Dorada, con playas de aguas cálidas, así como sus centros de recreo y tradición histórica y patrimonio artístico, la convierten en un centro de atracción turística de primer orden. Su origen se remonta a la antigua Tarraco romana, capital de la Hispania Citerior Tarraconensis. El «Conjunto arqueológico de Tarraco» ha hecho que Tarragona sea considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En verano de 2018 se disputaron en esta ciudad los Juegos Mediterráneos.

Clima
Tarragona posee un clima mediterráneo típico que, de acuerdo con la clasificación climática de Köppen corresponde con el clima mediterráneo Csa. La temperatura media anual es de 17,8 ºC y la precipitación supera ligeramente los 500 mm. Los inviernos son suaves y los veranos son calurosos. Las precipitaciones son irregulares, tanto dentro de un mismo año como entre diferentes años, si bien se observa un patrón según el cual la estación más seca suele ser el verano, seguido del invierno; primavera y otoño suelen registrar las mayores precipitaciones, especialmente este último. La posibilidad de precipitación se extiende durante todo el año y frecuentemente alcanza una intensidad elevada o muy elevada, aunque el episodio lluvioso suele durar poco. El carácter tormentoso de las precipitaciones suele ser más alto en verano, seguido de otoño, primavera e invierno, mientras que la precipitación tipo chubasco es más habitual en orden inverso al expuesto. La nieve no es muy rara, pero no suele caer con suficiente intensidad o duración como para cubrir el suelo, lo cual la convierte en un fenómeno subjetivamente percibido como mucho más infrecuente de lo que en realidad es. Los registros de precipitación, disponibles desde finales del siglo XVIII aunque con discontinuidades frecuentes y a veces prolongadas, indican unos valores extremos comprendidos entre los 300 y los 700 mm anuales. El promedio anual de días lluviosos es de 56,8.
Las temperaturas presentan una pauta mucho más regular y previsible. Las heladas son infrecuentes y algunos años no llegan a registrarse. Las temperaturas máximas en los días más calurosos del año no acostumbran a superar demasiado los 30 ºC. Valores superiores a los 35 ºC no son raros, aunque son de muy breve duración. Los valores extremos registrados son: -6,5 ºC (1956, en la estación climatológica del Aeropuerto de Reus) y 39 ºC (2010). El viento dominante es el Mestral (NO), seco y frío si es de componente marcado del N y más suave, incluso casi cálido, a medida que rola a componente O. En verano suele predominar un régimen de brisas.

Costa
Tarragona es famosa por su clima y patrimonio que atraen a los turistas; la ciudad es conocida, junto al municipio de Salou, como Costa Dorada.

Historia
Edad Antigua
Edad Media

Alta Edad Media (siglos VIII-XI)
Tarragona fue conquistada por los árabo-bereberes en una fecha variable según autores, entre el 714 y el 716. Ha sido objeto de debate si la conquista fue pacífica o tras un asedio y posterior saqueo. Esa última tesis estaría avalada por la bien documentada huida del Obispo Próspero, pero por otra parte no se han encontrado indicios arqueológicos que demuestren una interrupción súbita de la vida ciudadana. La falta de unos titulares episcopales, así como una situación excéntrica y periférica en relación a los centros de poder tanto andalusíes como cristianos, explicarían una decadencia rápida seguida de varios siglos de irrelevancia, lejos de una despoblación completa pero sin alcanzar una realidad plenamente urbana. El valor simbólico de la antigua Tarraco, pudo actuar como incentivo para una estabilidad en el dominio cristiano, pero otros factores actuarían en contra. Hay indicios de intentos de recuperación del dominio cristiano (Reconquista) desde el Siglo IX bajo Carlomagno, pero las campañas que originarán la Marca Hispánica no alcanzaron a consolidar el dominio cristiano seguro y estable de la ciudad. Borrell II se proclamó «Príncipe de Tarragona» en el 960, pero los sucesivos intentos de consolidación del dominio cristiano sobre la ciudad demuestran lo precario que fue ese dominio, al menos hasta el siglo XI.

Baja Edad Media (siglos XII-XV)

En 1129, San Olegario, arzobispo de Tarragona, cedió la ciudad como un principado eclesiástico al mercenario normando Robert Bordet, que había servido a las órdenes de Alfonso I de Aragón. El 14 de marzo de 1129, este caballero fue nombrado príncipe de Tarragona mediante un pacto de vasallaje. A partir de la infeudación del Principado de Tarragona, los normandos, comandados por Bordet, se instalaron en la ciudad. Robert Bordet aprovechó una antigua torre romana todavía en pie, la actual Torre del Pretorio, para establecer su castillo. Se iniciaba así un primer proceso de colonización de la ciudad, dirigido sobre el terreno por Robert, pero controlado desde Barcelona por el arzobispo.
La situación en la ciudad se complicó con la muerte de San Olegario. En 1146, su sucesor, BernatTort, un hombre de confianza del Conde de Barcelona, se estableció en la ciudad. Se iniciaba así un proceso marcado por continuos conflictos jurisdiccionales que culminaron con la extinción del principado y la restitución al Conde de Barcelona en 1151.
La Tarragona de finales del siglo XII ya era un núcleo urbano plenamente consolidado que se había convertido en el centro director de un amplio territorio. En 1148 el gobierno local se había reordenado y el consejo de habitantes de la ciudad participaba intensamente en la vida urbana. La ciudad creció y ocupó toda el área interna del Foro provincial de Tarraco, manteniendo así la estructura arquitectónica heredada de la época romana. La ciudad del siglo XII surgió, pues, en el área de grandes monumentos, alrededor de los castillos señoriales. A partir de 1146 se ocupó el área del recinto de culto de época romana, un sector que tomó especial relieve con el inicio de la construcción de la Catedral en 1171, y que se convirtió en el eje vertebrador de la ciudad a partir de su consagración en 1331.
Fuera del recinto defensivo de esta primera época, había tres áreas claramente diferenciadas: en primer lugar, el Corral, el antiguo circo romano, que se convirtió en un burgo extramuros con un mínimo de población y destinado principalmente a actividades comerciales e industriales. En segundo lugar, la Vila Nova que era el área que se prolongaba desde el Corral hasta el puerto y estaba destinada básicamente a huertos, cultivos, herrenales y molinos. A diferencia de la primera, no estaba muy habitada, excepto en el área del puerto y en la zona más próxima al Corral. Finalmente la huerta de Tarragona, también destinada a la explotación agraria, que se extendía a ambos lados del Francolí y llegaba hasta RiuClar.
La expansión de la peste bubónica por toda Europa marcó el inicio de un importante periodo de recesión demográfica. La epidemia llegó a la ciudad entre mayo y julio de 1348, provocando una gran mortandad. El descenso de la población y la crisis general en que se encontraba la ciudad hizo que el núcleo urbano entrara en un importante proceso recesivo. El descenso del número de fuegos se plasmó en un número menor de casas ocupadas. A pesar de esto, en 1368 la ciudad, siguiendo las directrices marcadas por la Corona, empezaba las tareas de mantenimiento y refuerzo de las murallas de la ciudad mediante la construcción de la Muralleta o MurNou, a la altura de la fachada del circo. De esta forma el área del Corral, el antiguo circo romano, quedó incorporada al núcleo urbano.
La situación política se agravó durante la primera mitad del siglo XV. Las diferencias entre la Generalidad de Cataluña y Juan II de Aragón provocaron una guerra civil, en la que el arzobispo se puso del lado de los realistas, mientras que el Consejo Municipal, tras un periodo de indecisión, se alió con la Generalidad.
El 17 de octubre de 1462 las tropas de Juan II llegaron a Tarragona para sitiar la ciudad. La guerra sumió a Tarragona en la más absoluta decadencia. Las defensas de la ciudad, especialmente en el sector del MurNou, quedaron muy deterioradas, así como las del área del Corral. La población disminuyó drásticamente y la municipalidad se declaró en quiebra. Los efectos de la guerra fueron visibles en la ciudad durante mucho tiempo.

Edad moderna (siglos XVI-XVIII)
La vida de la ciudad de Tarragona durante la época moderna está marcada por tres importantes conflictos bélicos. Desde el siglo XVI se construyen o consolidan fortificaciones para defender la ciudad y sus alrededores de las continuas guerras y ataques piratas. A partir de la Guerra de los Segadores y hasta mediados del siglo XIX Tarragona fue plaza fuerte, lo que comportaba que no se podían destruir las fortificaciones y se tenía que dejar un espacio delante de la muralla libre de edificios, con las dificultades que ello suponía para la expansión urbanística. Las epidemias fueron una constante en este periodo y provocaron grandes mortandades y el éxodo de la población.
Durante la Guerra de los Segadores (1640-1659), la situación estratégica de Tarragona le hizo sufrir dos importantes sitios, en 1641 y en 1644, que comportaron graves destrucciones de edificios y la consecuente postración y decadencia económica de la ciudad. El puerto padeció daños importantes y se abandonó durante mucho tiempo, por lo que el comercio se desvió hacia el puerto de Salou. La economía del Campo de Tarragona entró en una grave crisis de la que no se recuperó hasta finales del siglo XVIII, cuando se autorizó la reconstrucción del puerto y se concedió el permiso para comerciar libremente con América.
El segundo gran conflicto bélico que sufrió la ciudad fue la Guerra de Sucesión (1702-1714) que alcanzó Tarragona cuando todavía no se había recuperado de los estragos de la Guerra de los Segadores. Tarragona fue defendida por una guarnición británica que mejoró el sistema defensivo con la construcción de la Falsa Braga y de otros fortines y baluartes, la mayor parte actualmente desaparecidos. Cuando Felipe V accedió al poder promulgó el Decreto de Nueva Planta, que instauraba un sistema de gobierno centralizado y absolutista. En esta nueva organización, las antiguas veguerías se reagruparon en corregimientos y nacieron los ayuntamientos, al tiempo que se jerarquizó el organigrama político, se recortó el poder de los arzobispos y se suprimió la Universidad.
Otro grave problema con el que se enfrentó la ciudad durante los siglos XVI y XVII fueron las epidemias de peste y los ataques piratas. La piratería en la costa del Mediterráneo provocó la huida de la población hacia zonas más seguras del interior. Para intentar controlar los ataques piratas se construyeron torres de defensa a lo largo de la costa, como la Torre de la Mora, o como el baluarte sobre el puerto natural de Tamarit, que data de 1617. Las batidas corsarias supusieron un importante tropiezo demográfico y económico para las zonas afectadas.
La iglesia, y más concretamente, los arzobispos jugaron un papel importante en el relanzamiento cultural, artístico y urbanístico de la ciudad en el siglo XVI, ya que estos religiosos, además de ser prelados, ocupaban importantes cargos políticos. Arzobispos como Gaspar Cervantes de Gaeta, Joan Terès y Antoni Agustín dotaron a la ciudad de una Universidad Literaria, ampliaron los límites de la ciudad amurallada hasta la actual Rambla Nova -con la construcción de la muralla de Sant Joan- y promovieron y financiaron obras y capillas en la catedral de Tarragona. Por otra parte, en la ciudad estaban instaladas numerosas órdenes religiosas que realizaban tareas benéficas y educativas.
La llegada del agua a la ciudad, proveniente de Puigpelat, supuso una importante mejora de la calidad de vida de la población. En este caso, también hay que destacar la contribución de la jerarquía eclesiástica al desarrollo de la ciudad, puesto que la obra fue impulsada por los arzobispos Joaquín de Santiyán y Francesc Armanyà.
Durante el siglo XVIII, la ciudad experimentó un ligero crecimiento que se verá de nuevo truncado, a principios de la centuria siguiente, por un nuevo conflicto bélico, la Guerra de la Independencia.
En el ámbito artístico, a finales del siglo XVI, se produce un renacimiento del clasicismo de la mano de la Escuela del Camp, con el apoyo del arzobispo Antoni Agustín y los canónigos humanistas.
A pesar de los acontecimientos dramáticos que marcaron la época moderna, la celebración de las fiestas tradicionales continuó siendo uno de los hitos que marcaban el calendario tarraconense. Los gremios eran los encargados del séquito que salía a la calle para las fiestas de Santa Tecla, Corpus, la llegada de los reyes y la entrada de nuevos arzobispos. A mediados del siglo XVI se fundó la Confraria de la Sang, cuya relevancia social sobrepasó con creces la participación en la procesión del Santo Entierro.
En 1786 se concedió a Tarragona el permiso para comerciar libremente con América y la actividad económica se orientó hacia el comercio del vino y el aguardiente. Este hecho conllevó la expansión del cultivo de la viña en detrimento de otros productos. Con la aparición de la filoxera en Francia, hacia 1870, el cultivo se extendió de forma desmesurada hasta el punto de que se plantaban viñas en lugares poco adecuados. La ventaja de la proximidad del mercado exportador y la facilidad del transporte hacían que fuera un cultivo rentable, por lo que Tarragona se benefició mucho económicamente. Este movimiento económico motivó la aparición de una nueva clase social de obreros y menestrales, mientras que la burguesía aprovechó para invertir en diversas empresas.

Edad contemporánea (siglos XIX-XX)

El siglo XIX se inicia con un conflicto bélico de consecuencias devastadoras para la ciudad: la Guerra de la Independencia o Guerra del Francés. Tras un sitio largo y terrible para la población, Tarragona fue asaltada por el ejército francés el 28 de junio de 1811. A partir de ese momento, los franceses ocuparon la ciudad durante más de dos años, tras los cuales dejaron un rastro de miseria y hambre, agravados por la voladura de puntos estratégicos de la ciudad que acompañó su salida, el 19 de agosto de 1813.
La recuperación económica y demográfica fue lenta, a pesar de que se eximió a la ciudad del pago de tributos entre 1816 y 1826. Con la mejoría de la situación, se reemprenderán las obras del puerto y otras que habían quedado paradas por el conflicto. Este hecho permitirá el establecimiento de comerciantes foráneos y la formación de una pequeña burguesía comercial emprendedora que hará posible la modernización de Tarragona durante el siglo XIX.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, las oscilaciones del precio del vino condicionaron la economía y la demografía de la ciudad, así como su expansión urbana. En periodos de euforia se incrementó la población, se fomentaron industrias auxiliares relacionadas con la exportación de vinos y se establecieron numerosas sociedades y entidades vinculadas con este comercio. A partir de mediados de siglo, el crecimiento económico posibilitó mejoras urbanas que cambiaron la fisonomía de la ciudad.
En 1868 Tarragona dejó de ser plaza fuerte, lo que permitió la construcción de edificios y viviendas fuera de la muralla. Militarmente, las murallas ya no eran necesarias, puesto que las nuevas tecnologías de guerra habían demostrado que eran inútiles. Por otra parte, la presión demográfica hacía imprescindible la urbanización de esa zona de la ciudad. Sólo a partir de 1854 y de una manera intermitente e irregular, debido a los elevados costes económicos que suponía, se inició el derribo de la muralla de Sant Joan que permitió la urbanización y la construcción de nuevos edificios en la actual Rambla Nova y la proyección de nuevas calles, como la de la Unió, que harán posible la conexión de la Parte Alta con la Marina. La Parte Alta de la ciudad, más estática, continuó siendo el espacio preferido como residencia por la nobleza, por los eclesiásticos y también, por sectores, de los payeses y los artesanos. La Parte Baja o Marina, de nueva construcción, más dinámica, se convirtió en el lugar donde se establecerá la burguesía comercial con sus talleres y tiendas.
Las obras del puerto y del ensanche de la ciudad provocan el descubrimiento de numerosos restos arqueológicos. En esta época se pudieron salvar muchos restos de la antigua Tarraco, que sirvieron como base del primer Museo Arqueológico.
A lo largo de los siglos, la presencia del puerto fue determinante para el comercio de Tarragona. Las mejoras de la infraestructura del puerto durante este periodo permitieron la introducción de nuevas empresas y, por lo tanto, la modernización de la ciudad.
Durante el primer tercio del siglo XX se producen en el país cambios políticos y sociales que influyeron de manera determinante en la vida de los tarraconenses: la Dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la Segunda República y la Guerra Civil Española (1936-1939). El conflicto supuso un grave tropiezo y un retroceso en el desarrollo económico y social de Tarragona. La ciudad fue bombardeada en numerosas ocasiones, con lo que, además de sufrir un considerable número de víctimas mortales, su estructura urbanística se vio gravemente dañada con la destrucción de infraestructuras que tuvieron que reconstruirse durante los difíciles años de la posguerra.
A finales de la década de los cincuenta algunas industrias químicas empezaron a instalarse en la zona y en 1975 entró en funcionamiento la refinería de Enpetrol. El empuje del sector industrial también influyó de manera notable en el aspecto urbanístico y constructivo en general; ya que el aumento de población, por el incremento de la inmigración, llevó a la creación de nuevos barrios periféricos que se construyeron, al poniente, sobre la carretera de Valencia (Torreforta, Campclar, Bonavista, Icomar, Riuclar, La Floresta y la Granja) y al norte de la ciudad (Sant Salvador y Sant Pere y Sant Pau).
Tarragona pasará a ser una ciudad industrial especializada en el campo petroquímico. En estas industrias, la salida y la entrada de los productos elaborados se hace por el puerto de Tarragona que pasará a ser el segundo puerto español por cantidad de toneladas anuales.[cita requerida]
En octubre de 2011 en la ciudad turca de Mersin la ciudad de Tarragona era seleccionada para albergar los Juegos Mediterráneos de 2017.7
En noviembre de 2016 en una reunión en Orán (Argelia) el Comité Internacional de los Juegos Mediterráneos, el Comité Olímpico Español y el propio Alcalde de Tarragona Josep Fèlix Ballesteros decidieron pactar el aplazamiento de los Juegos hasta el verano de 2018 por la falta de 12 millones de euros que tenía que poner el Gobierno central que en ese momento estaba en funciones y al borde de unas terceras elecciones.89

Demografía

Tarragona tenía un total de 140.323 habitantes, según datos del padrón del 1 de enero de 2009 y retrocedió a 131 255 habitantes (padrón del INEa 1 de enero de 2015). Tarragona es capital de un área metropolitana de 456.042 habitantes.10
La población está distribuida en diferentes barrios que van de poniente a levante.
Núcleos de población

Economía

El puerto ha constituido históricamente uno de los puntales de la actividad económica. Desde mediados de los años 70, se encuentra siempre entre los cinco puertos españoles de mayor tonelaje. Se vincula estrechamente con el tráfico de grandes cargas a granel, especialmente petróleo y sus derivados, cereales y carbón. El tráfico de contenedores se comienza a afianzar desde la puesta en funcionamiento de una nueva terminal en el año 2008. Los cruceros sin embargo, no son todavía un tráfico frecuente. El puerto pesquero de Tarragona es el más importante de Cataluña, con un total de 8000t en 2004, que corresponde al 30% de las capturas pertenecientes a esa comunidad.
El complejo petroquímico de Tarragona es el más importante de España, y sus factorías se extienden por el término de Tarragona y los vecinos de Vilaseca, Morell y la Pobla de Mafumet. En él se ubican empresas nacionales como Repsol o extranjeras, como Bayer, BASF, etc. La petroquímica genera cerca de 5.000 empleos, más otros 23.000 entre indirectos e inducidos. Paralelamente, existe una actividad industrial muy diversificada, con una actividad centrada en manufacturas diversas, transformados plásticos o del metal, materiales de construcción, cartonajes y embalajes, etc.
El sector terciario ocupa la parte principal de la población activa. Más allá de la actividad relacionada con la capitalidad provincial, destacan el comercio, los servicios docentes relacionados con la Universidad y otros centros educativos y, especialmente, el sector turístico.

Comercio
La ciudad cuenta con una extensa cantidad de bares y restaurantes; también dispone de dos grandes centros comerciales que son El Corte Inglés inaugurado en 2010 y el Parc Central, una gran superficie que cuenta con tiendas de ropa, juguetería, tienda de electrodomésticos y sala de cines con un Eroski integrado y está situado en el centro de la ciudad. También dispone de ocho Mercadona, seis Supermercados DIA, dos Lidl y un hipermercado Carrefour situado en las afueras de la ciudad. Dispone también de un polígono comercial conocido como Polígono Comercial Les Gavarres situado por la autovía de Reus en donde se encuentran establecimientos como Decathlon, Media Markt, LeroyMerlin, McDonald, una bolera, un cine y varios restaurantes.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Tarragona