Cuando alguien realiza una defensa absoluta de una persona o situación hasta las últimas consecuencias, de palabra o de obra, se dice que ha llevado a cabo una defensa numantina.
El origen de esta expresión se halla en las llamadas genéricamente guerras de Numancia, que se mantuvieron contra Roma entre los años 143 a 133 a. de C. Numancia era una antigua ciudad de Celtiberia, y más tarde de la provincia romana tarraconense. Sus minas están situadas en el cerro de la Muela o de Castro, a 7 kilómetros de la ciudad de Soria. Al mando de un ejército perfectamente adiestrado en los llanos de Urgel, Publio Escipión Emiliano se apoderó de Tierra de Campos y posteriormente cercó Numancia, rodeándola con zanjas y empalizadas, tras las que levantó una muralla de piedra. Incapaces de romper el asfixiante cerco del enemigo, los numantinos propusieron una paz honrosa, que fue rechazada por Escipión. Ante la negativa, los habitantes de Numancia prefirieron morir unidos y libres antes que caer en manos del enemigo.
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