La amistad es una de las experiencias humanas más intensas y edificantes. Necesitamos unos de otros para poder caminar en la vida y encontrar alegría.
La amistad es un don delicado, que no solo merece cuidados. Es necesario saber observar e identificar los signos de una buena amistad. Los refranes populares nos ayudan mucho a ello: son consejos acrisolados por generaciones y generaciones, que nos enseñan a reconocer y valorar la amistad en su justa medida.
Aficiones y caminos hacen amigos.
Los amigos se construyen en el día a día, mientras se comparten la cotidianidad y los intereses comunes, como el deporte, la música, el arte, el trabajo. Quien comparte caminos y/o aficiones, construye amistades sólidas.
A buen amigo, buen abrigo.
Cuando tenemos un buen amigo, hemos de darle ayuda y cobijo cuando lo necesite.
Amigo en la adversidad, amigo de verdad.
Los mejores amigos son aquellos que en las mayores adversidades demuestran ser solícitos y cercanos. Son amigos probados. Por ello se les dice «amigos de verdad».
Al amigo que en apuro está, no mañana, sino ya.
Este refrán invita a la persona a comprometerse con quienes considera sus amigos. Quien ve a un amigo en apuros, hace bien en acudirlo de inmediato.
Cuentas claras conservan amistades.
Entre amigos también hay desavenencias. Por ello, es importante ser claro con los amigos, especialmente en cuando a dinero se refiere. El refrán invita, entre otras cosas, a no endeudarse con los amigos o, en todo caso, a cumplir con los compromisos adquiridos.
Amigo de muchos, amigo de ninguno.
Los refranes populares también nos enseñan a protegernos, pues no todo es lo que parece. Escoger un buen amigo pasa por advertir, también, los signos de una persona que no es leal.
Los buenos amigos son pocos, y quien quiere ser amigo de todos demuestra ser complaciente, de manera que no puede ser leal realmente.
El amigo lo escojo yo, el pariente no.
Dicen que los amigos son la familia elegida. Mientras que al pariente hay que soportarlo, ya que la vida nos lo ha puesto en el camino, al amigo lo escogemos y, muchas veces, construimos con ellos relaciones más estrechas que con nuestros propios parientes.
Quien no buscó amigos en la alegría, en la desgracia no los pida.
La amistad es un don que debe ser cultivado, y como en el campo, existe un buen tiempo y un buen clima para sembrar su semilla, y son los tiempos de la alegría. Las personas que no procuran espacios para cultivar sus amistades, compartir y construir memorias, se hallan solas cuando sobreviene la adversidad. Por ello, es bueno atender siempre a los amigos.
Por un mal chiste, a un buen amigo perdiste.
La prudencia es una virtud que debe acompañar a una persona en todo momento, sobre todo en relación con sus amistades, pues cuando hay confianza, suele haber descuidos. A veces, un chiste fuera de lugar puede ser causa de una ofensa a un amigo.
No hay mejor espejo que el amigo viejo.
Los amigos que nos conocen desde la infancia o la juventud son quienes mejor nos pueden guiar, ya que ellos pueden hacernos ver nuestras fallas cuando nos equivocamos y somos inconscientes de ello.
No busques por amigo ni al rico ni al noble, sino al bueno, aunque sea pobre.
Algunas personas no buscan amigos sino «contactos», y a la hora de la adversidad, se hallan solos. Por eso, a los amigos no hay que valorarlos por interés o conveniencia, sino por su bondad y lealtad, no importa su condición.
No hay mejor pariente que el amigo presente.
Hay momentos en la vida en que necesitamos la compañía de los más cercanos. Muchas veces, son los amigos los mejores parientes que podemos tener al lado.
Más valen amigos en la plaza que dineros en el arca.
De nada sirve el dinero sino no el amor de nuestros seres queridos. El mayor tesoro que una persona puede tener, es la amistad, pues un amigo le brinda a uno la alegría de vivir.
Vida sin amigos, muerte sin testigos.
El refrán nos enseña que quien no comparte su vida con amigos, se hallará solo en las más difíciles circunstancias.
A los amigos hay que cuidarlos.
La amistad debe cuidarse y cultivarse. Es necesario estar atentos a nuestros amigos, saludarlos, tenerlos siempre presentes. De lo contrario, sin voluntad, la amistad se enfría y acaba por perderse, y es en la amistad donde encontramos las alegrías de la vida cotidiana.
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