Mariano Moreno

Mariano Moreno

Mariano Moreno (Buenos Aires, 23 de septiembre de 1778 – alta mar, 4 de marzo de 1811) fue un abogado, periodista y político de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Tuvo una participación importante en los hechos que condujeron a la Revolución de Mayo y una actuación decisiva como secretario de la Primera Junta, resultante de la misma. Moreno fue el ideólogo de esa revolución, abogado defensor de los derechos de los indios. Fue siempre fiel a sus ideales de liberación e ideología roussoniana aprendidos en la universidad más prestigiosa de la región en la época, la Universidad de Chuquisaca. Moreno fue uno de los que no se dejaron seducir por la princesa Carlota Joaquina, hermana del Rey de España Fernando VII de Borbón y esposa del príncipe Juan de Braganza, de Portugal ya que no consideraba que ella fuera la gobernante adecuada para la independencia de estos pueblos. La ilusión del Carlotismo, de todos modos, le duraría muy poco a los patriotas. Con sus escritos y exposiciones, Moreno contribuyó al desarrollo del libre comercio en el Río de la Plata. Además, en julio de 1810 la Junta lo designó para que redactara un Plan de Operaciones y el proyecto de estrategia política de la revolución, debido a la gran capacidad que Moreno tenía con la escritura y la oratoria.
Juventud y formación intelectual
Mariano Moreno era hijo de Manuel Moreno y Argumosa y de Ana María Valle, una familia que por parte de madre se hallaba emparentada con la alta burguesía porteña del Virreinato del Río de la Plata. Fue su tío el eminente ciudadano Tomás Antonio Valle, de destacada actuación pública en tiempos del virreinato y los primeros gobiernos patrios. Sus abuelos maternos fueron Antonio Valle y Luisa Ramos, propietarios de importantes extensiones de tierras en la provincia de Buenos Aires. El matrimonio Moreno-Valle tuvo catorce hijos. Mariano cursó sus estudios secundarios en el Colegio San Carlos, actual Colegio Nacional Buenos Aires, en donde finalizó sus estudios con título de honor. Consiguió contactos dentro del ámbito literario, gracias a los cuales pudo continuar sus estudios en la Universidad de Chuquisaca, la única de tales características en Sudamérica en aquella época.
Tras la ardua travesía en carreta hasta el Alto Perú, a través de los extensos territorios del Virreinato del Río de la Plata, Mariano Moreno llegó a la ciudad altoperuana en 1799. Tenía 22 años y permaneció allí durante los cinco años siguientes, en lo que iba a ser una de las etapas más intensas de su vida. Allí funcionaba también la Academia Carolina, un cuerpo de practicantes de letrados que era una especie de curso superior de la universidad. Para obtener el título de abogado, había que cursar en ella dos años de estudio y rendir un examen teórico final.
Allí leyó los libros de Montesquieu, Voltaire, Denis Diderot, Jean-Jacques Rousseau y otros pensadores europeos de la época. Asimismo, estudió el idioma inglés y el francés para poder comprender a los autores que escribían en dichas lenguas, por lo que también ofició de traductor. Una de las obras que tradujo fue el libro «El contrato social» de Rousseau. Dedicó varios años a traducir la obra de éste, pero sólo la editó en 1810 en La Gaceta, con un prólogo de su autoría en que se lee:
«Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía».
En el prólogo a la traducción de «El contrato social», Moreno declaró su admiración por el ideólogo francés: «Este hombre inmortal que formó la admiración de su siglo y será asombro de todas las edades, fue quizás el primero que, disipando completamente las tinieblas con que el despotismo envolvía sus usurpaciones, puso en clara luz los derechos de los pueblos, y enseñándoles el verdadero origen de sus obligaciones, demostró las que correlativamente contraían los depositarios de sus gobiernos». Bajo la tutela del canónigo Terrazas, conoció los textos filosóficos de la Ilustración y fue su deseo implementar las ideas en su país. Influenciado por personajes como el jurista español Juan de Solórzano Pereira, el más destacado publicista del derecho indiano, y Victorián de Villava (fiscal de la Audiencia de Charcas, defensor de la causa indígena), escribió su tesis doctoral: Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios, donde puede leerse:
«Desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas. Se ve continuamente sacarse violentamente a estos infelices de sus hogares y patrias, para venir a ser víctimas de una disimulada inmolación. Se ven precisados a entrar por conductos estrechos y subterráneos cargando sobre sus hombros los alimentos y herramientas necesarias para su labor, a estar encerrados por muchos días, a sacar después los metales que han excavado sobre sus propias espaldas, con notoria infracción de las leyes, que prohíben que aún voluntariamente puedan llevar cargas sobre sus hombros, padecimientos que, unidos al mal trato que les es consiguiente, ocasionan que de las cuatro partes de indios que salen de la mina, rara vez regresen a sus patrias las tres enteras».
Moreno no quería volver a Buenos Aires sin conocer la fuente de las riquezas y de las desgracias de Alto Perú. Por eso en 1802 visitó la ciudad de Potosí. Ve a los españoles descendientes de Pizarro que ejercerían sin piedad sus variados papeles como corregidores y encomenderos rodeados de grandes riquezas. Y vio la mita, que evidenciaba la miseria del indio y el despojo de que ha sido sujeto, retrato exacto de lo que había leído en la obra de Villava. Mariano Moreno regresó a Chuquisaca sumido en una tristeza profunda, con el pensamiento concentrado en el sufrimiento de una raza. En agosto de 1802 presentó en la Academia Carolina una monografía titulada: «Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios en general y sobre el particular de yanaconas y mitarios». Se trataba de una obra de carácter político, del primer escrito en el cual critica la organización virreinal. Con palabras encendidas, Moreno cuestionó las relaciones imperantes en esa sociedad; atacó a los encomenderos y a los funcionarios que habían tergiversado el espíritu de las leyes de las Indias y pide a la Audiencia que acabe con los abusos y la servidumbre. A fines de 1802, el destacado estudiante debió preparar el último examen teórico para obtener su título de abogado. A pesar de que pocos meses antes se había expresado en contra del orden colonial instituido, para su disertación final optó por eludir cualquier polémica con los defensores de ese orden. Es que, como diría Bernardo de Monteagudo en 1812,»¿Quién se atrevería en aquel tiempo a mirar a las cadenas con desdén?». El futuro conspirador estaba obligado a simular. Sabía que su hipocresía es transitoria, un sacrificio necesario para hacer posible el momento de la verdad. Eligió entonces un tema intrascendente: una ley sobre los bienes del marido o de la esposa que contraía nuevas nupcias.
Entre 1803 y 1804 realizó sus prácticas profesionales en el estudio de Agustín Gascón, oficiando como abogado defensor de indios contra abusos de sus patrones, llegando a inculpar a poderosos personajes como al intendente de Cochabamba y el alcalde de Chayanta. Estas actividades hicieron que su permanencia en Chuquisaca se viera complicada y junto a su reciente esposa, María Guadalupe Cuenca, de quince años de edad, y su recién nacido hijo, se trasladasen a Buenos Aires a mediados de 1805. El retorno de Mariano Moreno a Buenos Aires, estaba relacionado con su enfrentamiento con el poder chuquisaqueño, que tornaba difícil e insegura su permanencia en el Alto Perú.
Ya en Buenos Aires, fue habilitado por la Real Audiencia para ejercer su profesión de abogado como relator de la Audiencia y asesor del Cabildo de Buenos Aires, y uno de sus primeros casos fue la defensa del canónigo Melchor Fernández, agraviado por el obispo Benito Lué y Riega. En otro de sus primeros pleitos fundamentó la decisión del cabildo de negar el nombramiento como alférez del joven Bernardino Rivadavia.
Las invasiones Inglesas
En 1806 tuvo lugar la primera de las dos Invasiones Inglesas, durante las cuales Buenos Aires fue ocupada por una fuerza militar británica. Aunque Moreno no participó activamente de las contraofensivas militares con las cuales se los expulsó, se opuso a la presencia inglesa en Buenos Aires y durante la misma escribió un diario en donde tomaba nota de todos los acontecimientos que sucedían. Su propósito era que sus compatriotas conocieran en el futuro por qué circunstancias tal acontecimiento había tenido lugar. Moreno afirmaba lo siguiente:
«Yo he visto llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno, cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806, vi entrar a 1.560 hombres ingleses, que apoderados de mi Patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad».
En 1807, antes de volver a atacar a la ciudad de Buenos Aires, un nuevo conjunto de ejércitos ingleses tomó la ciudad de Montevideo. Por entonces se comenzó a editar en dicha ciudad un periódico bilingüe, tanto en inglés como en castellano, conocido como The Southern Star o La estrella del Sur. En él se defendía el libre comercio, una de las metas de los ingleses, y se promovía la independencia americana bajo tutela inglesa. En Buenos Aires la Audiencia prohibió la circulación de dicho periódico, encargándole a Moreno la redacción de artículos que refutaran las afirmaciones del mismo. Moreno se negó, ya que aunque no aceptaba la dominación inglesa sí estaba de acuerdo con algunas de las críticas que se formulaban al gobierno español.
Primeras actuaciones públicas
Por sus vínculos con el alcalde Martín de Álzaga, ocupó el cargo de asesor legal del Cabildo de la ciudad. En ese carácter, fue el autor de una petición al Rey de España, para que el Cabildo de Buenos Aires fuera nombrado Protector de los Cabildos del Virreinato del Río de la Plata, de modo que ningún cabildo local pudiera dirigirse al Rey o al virrey, sino a través de la capital.
Acompañó a Martín de Álzaga como uno de los organizadores de la Asonada de Álzaga, ocurrida el 1 de enero de 1809, que pretendía reemplazar al virrey Santiago de Liniers por una junta de gobierno, de la que hubiera formado parte. Fueron derrotados por la enérgica reacción del coronel Cornelio Saavedra, al mando del Regimiento de Patricios. Moreno fue el abogado defensor de Álzaga en el juicio que se le siguió, que estaba caratulado como juicio por independencia.
Al llegar a Buenos Aires el nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, los arrestados por dicho alzamiento fueron liberados, en virtud de un informe favorable redactado por Moreno y el síndico Julián de Leyva. Mariano Moreno fue ascendido a relator de la Real Audiencia de Buenos Aires.
Cisneros también declaró el libre comercio con Inglaterra. Hasta entonces, España mantenía el monopolio del comercio exterior de sus colonias, pero Buenos Aires solía ser relegada en el mismo. La situación se agravó con la disminución del comercio español debido al recrudecimiento en Europa de las guerras napoleónicas, lo cual llevó a la ciudad a un fuerte déficit. La medida fue criticada por el apoderado del Consuladode Cádiz, que aseguraba que la libre entrada de productos ingleses perjudicaría a las industrias artesanales de las ciudades del interior y la relación con España y su rey, y afectaría a la moral, las costumbres y la religión.
La Representación de los Hacendados
Un importante grupo de estancieros, que no se sentían adecuadamente representados en el Cabildo, le pidió a Moreno que defendiera la apertura económica, para lo cual publicó una Representación de los Hacendados, en que promovía el libre cambio, atacaba los privilegios de los monopolistas y promovía el interés exportador de losganaderos. Es considerado el informe económico más completo de la época del virreinato. Representaba las nuevas ideas económicas que se desarrollaban en Europa, y señalaba que el monopolio comercial con España no impedía que los productos ingleses se introdujeran ilegalmente de todas formas.
Diversos autores han puesto en duda la autoría del documento por parte de Moreno, considerando que era una actualización de otro, redactado anteriormente porManuel Belgrano, Secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires, para ser presentado a Liniers. Por otro lado, el virrey ya había decidido anunciar el libre comercio, para lo cual traía instrucciones desde España. Había pedido informes a otras corporaciones, como el Consulado, el Cabildo y la Audiencia, que se habían pronunciado a favor.
Dicha presentación, así como el prestigio y la amplia cantidad de contactos de Moreno en la sociedad virreinal, le fueron útiles para conseguir la confianza de Cisneros. Aun así, secretamente, Moreno respaldaba los movimientos que planeaban destituir al virrey.
La Revolución de Mayo
Mariano Moreno no participó del cabildo abierto en el momento en el que se anunciaban los nombres de los integrantes de la nueva junta de gobierno. Pero con su decidida intervención en las reuniones secretas llevadas a cabo para definir los pasos de la revolución ya había aclarado su postura en favor de la formación del nuevo gobierno. Tampoco había permanecido la tarde anterior en la casa de Nicolás Rodríguez Peña -uno de los reductos de reunión preferidos por los revolucionarios- cuando Antonio Beruti redactaba la lista de los miembros de la junta. El ideólogo de la revolución no sabía todavía que su nombre había sido incluido en la nómina, aunque seguramente lo intuía. El 25 de mayo de 1810 su hermano Manuel Moreno lo buscó ansiosamente por los lugares que solía frecuentar para darle la noticia. A media tarde, Mariano Moreno ya estaba enterado de la novedad. Alguien le contó cómo se desencadenaron los sucesos desde el día anterior, después de que él se hubiera retirado de la casa de Rodríguez Peña junto con Feliciano Chiclana y Matías Irigoyen.
El núcleo revolucionario rechazaba de plano que el virrey participara en un gobierno patrio. Luego de que la lista de integrantes de la núeva junta fuera aclamada por todos se redactó un documento al que llamaron «la Representación», en el que se instaba al Cabildo a que cumpliera con la voluntad popular. La noche del 24 de mayo un grupo de patriotas había salido a recorrer las estrechas calles de la Buenos Aires colonial para conseguir que la mayor cantidad posible de vecinos estampara su firma en el documento que se presentaría en el cabildo el día siguiente. Por fin, frente a la presión del núcleo revolucionario y del pueblo, Cisneros renunció. Al Cabildo no le quedaba otra opción que aceptar la lista de la nueva Junta de Gobierno. Aquel 25 de mayo de 1810, Moreno ya sabía que el nuevo gobierno se verá sujeto no sólo a presiones externas sino también a enconadas pujas internas.
«Es preciso, pues, emprender un nuevo camino en que lejos de hallarse alguna senda será necesario practicarla por entre los obstáculos que el despotismo, la venalidad y las preocupaciones han amontonado después de siglos ante los progresos de la felicidad de este continente. Después que la nueva autoridad haya escapado a los ataques a que se verá expuesta por sólo la calidad de ser nueva, tendrá que sufrir los de las pasiones, intereses e inconstancia de los mismos que ahora fomentan la reforma. Un hombre justo que esté al frente del gobierno será tal vez la víctima de la ignorancia y de la emulación».
A fines de 1809, Mariano Moreno ya había definido su posición política. Estaba definitivamente en contra de los españoles realistas y del francés Liniers. También se encontraba muy alejado de los criollosmonárquicos defensores del carlotismo. El joven abogado siguió fiel a su posición, y sabía que el sector juvenil y republicano del partido patriota lo apoyaba. Promovió la constitución de una Junta de gobierno autónoma que, enarbolando la máscara de sumisión a Fernando VII, respetase la voluntad popular.
La Primera Junta
El día 25 de mayo se propuso una lista de candidatos a la Primera Junta de gobierno, formada por tres partidarios de Álzaga (Domingo Matheu y Juan Larrea y el secretario Mariano Moreno), tres miembros del grupo de Manuel Belgrano (éste mismo, Juan José Castelli y el secretario Juan José Paso), y tres moderados: el presidente Cornelio Saavedra, Miguel de Azcuénaga y Manuel Alberti.
Fue el autor de la proclama del día 28 de mayo, por la que la Junta anunciaba su instalación a los pueblos del interior y a los gobiernos del mundo, y convocaba a los representantes de las demás ciudades a incorporarse a la misma.
En sólo siete meses, su nombre quedó unido a una larga lista de realizaciones revolucionarias: estableció una oficina de censos y planificó la formación de una Biblioteca Pública Nacional; reabrió los puertos de Maldonado (Uruguay), Ensenada y Carmen de Patagones; mediante varios decretos, liberó de las antiguas restricciones el comercio y las explotaciones mineras. Intentó regular el ejercicio del patronato sobre la Iglesia, estableció las ordenanzas militares para los oficiales y cadetes, creó nuevas compañías de voluntarios y organizó la policía municipal.
Fundó y dirigió la Gazeta de Buenos Ayres, el periódico oficial, desde el cual difundió sus ideas. Casi todas las semanas publicaba largas y detalladas notas de gobierno, que reunidas llenan cientos de páginas. Publicó un decreto de libertad de prensa según el cual se podía publicar por la prensa cualquier cosa que no ofendiera la moral pública, ni atacara a la Revolución ni al gobierno.
La política económica de la Junta fue librecambista por tres razones: se necesitaba con urgencia una cierta apertura comercial, la apertura traería un aumento de ingresos públicos (la aduana era la principal fuente con que se contaba) y también se necesitaba algún aliado frente a España, y el más poderoso era Inglaterra. Sin embargo, en una nota de La Gaceta, escribía:
«El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas. Pero miremos sus consejos con la mayor reserva, y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes, que se dejaron envolver en cadenas en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y abalorios…»
Reacciones contra los movimientos realistas
Con el fin de restar influencias y poder al antiguo régimen ordenó el destierro tanto del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, como de todos los miembros de la Real Audiencia de Buenos Aires. Tiempo después, la Junta nombró una nueva Audiencia, compuesta por criollos leales a la revolución.
Al saberse de la Contrarrevolución de Córdoba, dirigida por el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha y el exvirrey Santiago de Liniers, la Primera Junta organizó un ejército al mando del jefe del regimiento deArribeños, Francisco Ortiz de Ocampo. Éste llevaba la orden de fusilar a los líderes contrarevolucionarios en el momento de ser capturados, decisión que había sido tomada por la Junta en pleno, exceptuando aManuel Alberti, que se excusó por su carácter eclesiástico.
Ocampo derrotó a las fuerzas sublevadas y, a pedido de los habitantes de Córdoba, los envió prisioneros a Buenos Aires en lugar de ejecutarlos. La Junta se alarmó, ya que se temía que si Liniers llegaba a Buenos Aires podría ser liberado debido a su popularidad, y volviera a tomar las armas en su contra. La respuesta de Moreno fue enviar a Castelli, Rodríguez Peña y Domingo French a interceptar el traslado de los prisioneros y fusilarlos en el acto. Moreno le ordenó a Castelli lo siguiente:
«Vaya usted y espero que no incursione en la misma debilidad que nuestro general; si todavía no se cumple la determinación tomada, irá el vocal Larrea, a quien pienso no faltará resolución, y por último iré yo mismo si fuese necesario (…)»
Los prisioneros fueron fusilados, con excepción del obispo Rodrigo de Orellana, en respeto a su investidura religiosa.
Su gestión ayudó al Ejército Auxiliar, al mando de Ocampo y Castelli, a transformarse en el Ejército del Norte, con el cual se lanzó la primera expedición auxiliadora al Alto Perú. Y también fue enviada otra, al mando de Belgrano, a Paraguay; ambas fracasarían algún tiempo más tarde, y la guerra de Independencia se prolongaría por quince años.
Plan de Operaciones
Un aspecto que genera controversias entre los historiadores es un documento atribuido a Moreno, conocido como el «Plan de operaciones». En el mismo se detallan metas y estrategias que debería seguir la Primera Junta, y cómo tratar a los partidarios, los opositores y los neutrales. En líneas generales, se plantean cursos de acción muy duros para defender la independencia. Lo que se encontró sobre dicho plan fue un documento manuscrito que aparentaba ser una copia del plan presentado a la junta, el cual fue hallado en el Archivo General de Indias en 1896. Investigaciones posteriores plantearon la posibilidad de que dicho documento haya sido una falsificación literaria, preparada por un español al servicio de la Corte de Portugal, con el objetivo de desprestigiar al gobierno patrio. Los partidarios de la veracidad del documento, por su parte, afirman que su contenido sería coherente con las acciones de gobierno llevadas a cabo por la Primera Junta. En ese documento se plantean acciones revolucionarias de carácter jacobino, y un apoyo a la delación, al fusilamiento sistemático de opositores, y la cesión de la Isla Martín García a la Corona Británica para la protección de la revolución contra España.
Moreno y Saavedra
Mariano Moreno y Cornelio Saavedra son señalados por los historiadores como los principales exponentes de las corrientes internas de la Primera Junta, diferenciadas en la forma en que interpretaban los acontecimientos de la Revolución de Mayo y cómo dirigir el gobierno. La visión clásica supone que Moreno aspiraba a generar cambios profundos en la sociedad, mientras que Saavedra buscaba sólo la llegada de los criollos al poder pero manteniendo la continuidad del ordenamiento social del virreinato.
Existen otras visiones del conflicto, que suponen desde una cuestión personal o conflicto de autoridades entre los dos líderes, hasta la relativamente extemporánea versión de que Saavedra habría encarnado la iniciación de las posturas federales y Moreno las unitarias. La postura más extrema en contra de Moreno la lidera el conservador Hugo Wast, en Año X, en que identifica a Moreno como un jacobino extremista, violento y anticlerical; su postura no ha tenido muchos seguidores.
En octubre se dictó un reglamento por el cual se creaba un cuerpo de oficiales de carrera y una academia militar y se creaba un nuevo Regimiento de milicias, el llamado Regimiento de la Unión o “de la Estrella”, encomendado a los morenistas Domingo French y Antonio Luis Beruti. Todo esto debilitaba a los jefes militares adictos a Saavedra.
Durante un banquete en festejo por la victoria en la batalla de Suipacha, acertó a pasar Moreno por la puerta del cuartel y pretendió ingresar al mismo, lo que fue impedido por el centinela, que no lo reconoció; el secretario lo tomó como un asunto personal. Esa misma noche, el oficial Atanasio Duarte, en estado de ebriedad, ofreció a Saavedra una corona de azúcar y brindó por él llamándolo «el primer rey y emperador de América, don Cornelio Saavedra».
Al día siguiente, cuando conoció dichos acontecimientos, Moreno lanzó el «Decreto de Supresión de Honores», por el cual se suprimía el ceremonial reservado para el presidente de la Junta y los privilegios heredados del cargo del virrey. Duarte fue desterrado, acto justificado por Moreno afirmando que:
«Un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país.»
Si es verdad, como pretenden algunos historiadores, que Moreno pretendía forzar un conflicto con Saavedra, éste lo evitó, firmando sin observación alguna el decreto.
A fines de año, llegaron a la Capital los diputados de los pueblos del interior, convocados por la circular del 27 de mayo. Pero existía un conflicto entre las posibles interpretaciones de esa circular, y no había acuerdo sobre a qué cuerpo debían incorporarse: la tesis defendida por Moreno era que debían reunirse en Congreso. Los diputados, acaudillados por el cordobés Gregorio Funes, deán de la catedral de Córdoba, observaron que eso hubiera sido lo correcto en un principio; pero que, a esa altura de los acontecimientos, una Junta puramente porteña gobernaba sobre todo el país. Moreno contestó que un ejecutivo colegiado tan grande sería inoperante.
Saavedra se unió a los diputados del interior para frenar la influencia de Moreno: el 18 de diciembre ordenó someter a votación la incorporación o no de los diputados a la Junta, en una reunión en que éstos estuvieran presentes. Logró un voto favorable, que llevó a la conformación de la Junta Grande. Moreno, vencido por el voto de la mayoría, presentó su renuncia, que fue rechazada por la Junta. De modo que solicitó y obtuvo una misión ante las cortes del Brasil y Gran Bretaña, para gestionar el apoyo a la independencia argentina.
La misión
La imprecisa misión oficial a Inglaterra que Mariano Moreno encabezaba era una excusa del presidente de la Junta de gobierno para alejar al estratega de la revolución de los convulsionados movimientos políticos que sacudían a Buenos Aires. La ciudad que fuera capital del Virreinato del Río de la Plata estaba dando los primeros pasos en el camino hacia la emancipación. El revolucionario secretario del gobierno y guerra de la Junta se había atrevido a desafiar el poder del presidente, que Saavedra pretendía intocable. Por eso había sido necesario alejarlo del centro de los acontecimientos. Para distanciarlo por más tiempo todavía, la Junta también le había propuesto que se presentara ante la corte de Brasil. Pero Moreno había considerado mejor prescindir de esta parte de la misión. Aunque la cuestión entre él y Saavedra se había resuelto de manera pacífica, con la decisión de renunciar a su cargo en la Junta y de emprender el viaje diplomático a Inglaterra, Mariano Moreno sospechaba que todavía no estaba dicha la última palabra en su contra.»
La muerte
Mariano Moreno falleció en alta mar en la madrugada del 4 de marzo de 1811, a bordo de la fragata inglesa «Fame», en viaje a Gran Bretaña. Su cuerpo fue envuelto en una bandera inglesa y arrojado al mar (28° 7’ S, a unos kilómetros de la costa de Brasil, cerca de la isla de Santa Catarina), tras unas salvas de fusilería.
Según el testimonio de su hermano Manuel Moreno y de Tomás Guido, sus secretarios y acompañantes en ese viaje, murió debido a una convulsión producida por una sobredosis de un medicamento administrado por el capitán del buque: cuando llegaron al gabinete de Moreno, el capitán sostuvo que le había suministrado cuatro gramos de un vomitivo de uso habitual en aquella época, elaborado con antimonio y tartarato de potasa, 40 veces aquella dosis que se conoce como mortal.
Según comentó más adelante Manuel Moreno:
«…Si Moreno hubiese sabido que se le daba tal cantidad de esa sustancia, sin duda no la hubiese tomado pues a la vista del estrago que le causó y revelado el hecho, él mismo llegó a decir que su constitución no admitía sino una cuarta parte de gramo y que por tanto, se reportaba muerto. Aún quedó en duda si fue mayor la cantidad de aquella droga u otra sustancia corrosiva, la que le administró, no habiendo las circunstancias permitido la autopsia cadavérica. A ello siguió una terrible convulsión, que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos.»
Ambos testigos conjeturaron posteriormente que fue envenenado por el capitán del buque, y que la orden habría sido impartida por Saavedra. Pero las fuentes historiográficas no confirman el hecho, y ni siquiera existe un móvil definido: para Saavedra, su adversario ya había sido derrotado, y no tenía antecedentes de hacer matar a sus enemigos. Por otro lado, Mariano Moreno no era un enemigo de los planes británicos en el Río de la Plata, por lo que tampoco resulta plausible la idea de haber sido asesinado por orden de la diplomacia inglesa.
Valoración histórica de Mariano Moreno
Desde fines del siglo XIX, los historiadores clásicos lo elevaron al grado de máximo prócer civil. Eran historiadores liberales —casi todos eran abogados— y veían en él a un abogado revolucionario, patriota y liberal. Llegaron a afirmar que era el “alma de la Revolución” y acusaron a Saavedra de contrarrevolucionario por oponérsele. Por ejemplo, Scalabrini Ortiz lo describe de la siguiente manera:
«Con la caída de Moreno, una ruta histórica se clausura… La Nación debe constituirse entera en la concepción de Moreno… La ruta de perspectivas que abrió la clarividencia de Moreno estaba definitivamente concluída… El presintió una grandeza y una manera de lograrla precaviéndose de la artera logrería de Inglaterra. La otra ruta está encarnada en Rivadavia».
Posteriormente, algunos autores descargaron muchas acusaciones en su contra, llegando en el caso de Hugo Wast a considerarlo un demagogo, en contraposición con Saavedra:
«En el seno de la Junta, Moreno representaba la demagogia liberal contra la tradición católica y democrática que encarnaba Saavedra. Por eso, los modernos demagogos, los masones, los anticatólicos en cualquier partido en que militen (socialistas, comunistas, etc.) descubren en Moreno su primer antepasado en la historia argentina».
Por su parte, Federico Ibarguren descalificó los criterios radicales empleados en el Plan de Operaciones, viendo en ello similitudes con el marxismo:
«cincuenta años más tarde, nada menos que Karl Marx escribirá también coincidentemente este pensamiento clave del comunismo actual».
Su oposición a la incorporación de los diputados del interior es vista por algunos historiadores como uno de los primeros pasos del conflicto entre Buenos Aires y el resto de las provincias, que dominaría la política argentina durante las siguientes décadas. En consecuencia, se lo cataloga como un precursor del Partido Unitario, mientras que otros encuentran en sus frases o acciones una mayor coherencia con el Partido Federal. Sin embargo, los historiadores Norberto Piñeiro y Paul Groussac coinciden en considerar a dicho debate una extrapolación de contextos futuros a una época en la cual aún no tenían lugar. Piñeiro considera un error catalogar a Moreno como unitario o como federal, afirmando que éste priorizaba la organización del estado por sobre el aspecto secundario del centralismo o federalismo; mientras que Groussac señala en forma similar que Moreno consagraba todas sus energías al problema inmediato de lograr la independencia, sin dar demasiada consideración a los posibles escenarios de largo plazo.
Aspecto físico
Existe cierta controversia entre los historiadores respecto del aspecto físico de Mariano Moreno. Se cree que el platero peruano Juan de Dios Rivera pintó un cuadro suyo en 1808 o 1809, el cual sería en consecuencia un cuadro realizado en vida. Con motivo del centenario de la Revolución de Mayo, ocurrido en 1910, el historiador Adolfo Carranza solicitó al chileno Pedro Subercaseaux Errázuriz la realización de diversos cuadros alegóricos de dicho acontecimiento. Carranza pertenecía a la corriente de historiadores que profesaba una gran admiración por el secretario de la Primera Junta, al cual describía de la siguiente manera:
«Fue el alma del gobierno de la revolución de Mayo, su nervio, el estadista del grupo distinguido que manejando la nave arremetió contra el absolutismo y la duda, ansioso de alcanzar el objetivo de sus anhelos y de su destino. Moreno fue la brújula y el que asió el timón también, como que era el más fuerte y el más capaz de los que iban á dirigirla.»
En consecuencia, solicitó un cuadro en el cual el aspecto de Mariano Moreno fuera coherente con la imagen que se transmitía de él.
Interpretaciones posteriores de Mariano Moreno, como la de Antonio Estrada, toman como imagen canónica la realizada por Subercaseaux, y no la de Rivera.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Mariano_Moreno