El refrán que reza “El que no oye consejo no llega a viejo” advierte primero que una persona sin humildad para considerar el consejo de alguien sensato, está expuesta al fracaso de su objetivo, sea del alcance que sea. Segundo, enseña que es de sabios saber escuchar, y que eso garantiza el buen desarrollo de la vida.
Existen variaciones del refrán como «Quien no oye consejo no llega a viejo».
Se usa para como una advertencia para quien se muestra soberbio o desinteresado ante el consejo del prójimo. Por lo tanto, suele venir después del acto de aconsejar y pocas veces antes. Quien aconseja entiende que la persona está actuando en contra de su propio bien y es capaz de predecir que su comportamiento no le traerá buenos resultados. Por ello, al ver que la terquedad del aconsejado, le exhorta a pensar en su futuro.
Son varios los valores positivos recogidos en este refrán. En primer lugar, el refrán valora la experiencia del consejero, quien ya ha experimentado situaciones semejantes y las ha superado o ha aprendido de ellas.
Otro valor que intenta promover es la humildad, que se manifiesta en la disposición de escuchar, evaluar el consejo recibido y ponerlo en práctica cuando sea necesario. Por último, el refrán construye con esto los principios de la sabiduría, cuya imagen simbólica es la ancianidad, “llegar a viejo”.
Hemos de recordar que en los tiempos antiguos, las personas ancianas eran consideradas sabias, ya que el promedio de vida era muy corto. Se creía que llegar a anciano era signo de haber sabido vivir, tanto en términos de experiencia acumulada, como en términos espirituales y físicos.
Así, el refrán no solo apunta en la dirección de prolongar la vida y obtener el éxito, sino que es imagen simbólica de que solo escuchando se puede llegar a ser sabio. La sabiduría, por tanto, reúne los elementos implícitos en el refrán: la humildad y la disposición de escuchar.
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