La península Ibérica estaba habitada por pueblos diferentes, cada uno con su propia religión. Y todas ellas con un punto en común: la obsesión por el más allá.
Las primeras menciones que tenemos sobre la religión de los pueblos que vivían en la península Ibérica antes de la llegada de los romanos la proporciona el griego Estrabón, quien transmite que los gallegos eran ateos, y que los demás pobladores peninsulares rendían culto a un dios sin nombre para el que bailaban en los umbrales de sus viviendas en las noches de luna llena. Es un paso muy largo el que media entre la afirmación del griego (un dios único y sin nombre) y los estudios modernos, según los cuales habría habido en la Península centenares de dioses de los que sólo se conoce el nombre. Algunos especialistas sospechan que los nombres que aparecen en los monumentos no lo son de dioses, sino de lugares; o tal vez de genios protectores de los lugares de los que los supuestos genios o dioses habrían tomado nombre a su vez. Algo parecido a lo que hacemos hoy cuando hablamos de las vírgenes de Lourdes o de Fátima.
Y es que, en realidad, conocemos muy poco de la religión de estos pueblos.
El panteón de divinidades podría dividirse en tres categorías: 1º las de carácter astral, comunes a las religiones indoeuropeas (el Sol y la Luna, los más importantes), 2º los dioses celtas (como Lug), venerados en varias zonas de la Península y en territorios exteriores, como la Galia y Britania; y, 3º, las divinidades menores de culto local con una base animista o totémica(vinculadas, en muchos casos, a la naturaleza).
Misterios en torno al culto
Los dioses con culto exclusivamente local fueron muy abundantes. Y todos aquellos vinculados a una determinada comunidad o localidad, han sido los más representados.
En la actualidad, se desconoce todavía la existencia de templos dentro de los núcleos urbanos indígenas. Al parecer, los santuarios estaban situados fuera de las poblaciones, como parecen indicar los recintos naturales con graderías excavadas en la roca que se han localizado bajo la acrópolis de Tiermes, con sus piedras de sacrificios incluidas.
Los descubrimientos llevados a cabo hasta ahora indican una alta probabilidad de que los caudillos militares realizaran ceremonias religiosas en presencia de su ejército y de que también se practicaran cultos concretos en el ámbito familiar o civil.
Fuente: http://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/las-primeras-religiones-ibericas-301465984584