Todos los años, sobre todo durante nuestra infancia, cuando celebramos el día de nuestro cumpleaños rodeados de amigos y familiares, llega el momento de sentarnos delante de una torta para soplar tantas velas como años cumplimos, además de pedir un deseo.
Seguramente, más de una vez deben haberse preguntado el porque de dicho ritual, que tiene dos posibles orígenes, como se puede comprobar a continuación.
La teoría más extendida se remonta a la época de la Grecia antigua. Los griegos tenían la costumbre de ofrecer dulces a Artemisa, la diosa de la Luna; se trataba de unos pasteles redondos que representaban la Luna llena, sobre los cuales ponían velas encendidas que simulaban el brillo de nuestro satélite. Los fieles soplaban las velas tras formular un deseo para que el humo lo transportara hasta la diosa.
La segunda teoría también procede de la antigüedad. Al parecer, el círculo de velas formaba parte de un ritual que protegía al homenajeado de los malos espíritus durante un año. Esto causó que, durante años, la Iglesia católica considerase que la celebración del cumpleaños era un rito pagano; hubo que esperar hasta el siglo IV d.C. para que se aceptase con el objetivo de ganar más adeptos. De una forma u otra, la costumbre de soplar las velas se volvió laica y se trasladó a la celebración del cumpleaños.
La segunda teoría también procede de la antigüedad. Al parecer, el círculo de velas formaba parte de un ritual que protegía al homenajeado de los malos espíritus durante un año. Esto causó que, durante años, la Iglesia católica considerase que la celebración del cumpleaños era un rito pagano; hubo que esperar hasta el siglo IV d.C. para que se aceptase con el objetivo de ganar más adeptos. De una forma u otra, la costumbre de soplar las velas se volvió laica y se trasladó a la celebración del cumpleaños.