El 19 de enero de 1817 se inició el cruce de la cordillera de los Andes.
El Ejército de los Andes, formado en El Plumerillo (a 7 km de Mendoza), abandonó el campamento e inició el cruce de los Andes por los pasos de Los Patos y Uspallata. Estas vías abruptas aseguraban el factor sorpresa. El cruce duró 21 días, utilizándose guías (baqueanos). Se atravesaron alturas superiores a los 4.000 msnm.
El plan de campaña era dividir las tropas en dos columnas (principal y secundaria) y cuatro destacamentos.
Principal: estaba formado por tres columnas al mando respectivo de Miguel Estanislao Soler (vanguardia) San Martín y O’Higgins, ambos con la reserva a una jornada de distancia. Avanzó por el paso de Los Patos.
Secundaria: estaba al mando de Juan Gregorio de Las Heras, que avanzó por la ruta de Uspallata. A dos días de distancia lo seguía Luis Beltrán con el parque y la artillería.
Las fuerzas principales llegaron al otro lado entre el 6 y el 8 de febrero.
El ejercito se va a conformar con aproximadamente 4.000 soldados argentinos, 1.400 milicianos argentinos como tropa de auxilio (para conducción de víveres y municiones), 21 piezas de artillería y una parte del ejército de patriotas chilenos que emigró a Mendoza después del Desastre de Rancagua.
Para el cruce llevaron caballos y mulas. Partieron 1.600 caballos de pelea y 10.600 mulas de transporte, por lo que todo el personal realizó el cruce montado. Arribaron a Chile 800 caballos y 3.800 mulas aproximadamente. Fue la primera vez que se usaron herraduras en el Ejército Argentino.
Llevaron 22 cañones, 2.000 tiros de cañón, 1.129 sables, 5.000 fusiles de bayoneta y pistolones, estos últimos sólo fueron llevados por jefes y oficiales, 900.000 cartuchos de fusil.
La base de la alimentación del ejército era un plato regional llamado valdiviano. Este plato se hacía con carne seca (charqui) machacado, grasa, rodajas de cebolla cruda y agua hirviendo. Las columnas que llevaban los víveres iban a retaguardia. Transportaron más de 40 toneladas de charqui, galletas de maíz, 113 cargas de vino, aguardiente (para disminuir el frío nocturno), ajo y cebolla (para combatir la inapetencia), soroche (para los que sufrían de apunamiento), 600 reses para la provisión de carne fresca, quesos y ron.
Además de los uniformes, llevaron ponchos de San Luis, frazadas y mantas de bayeta, una tela de lana de bajo precio, también llamada franela. El frío era tan intenso que los animales también fueron abrigados. Se los cubrió con mantas y no con paja como era habitual en esa época. También, con el cuero de los animales se hicieron abrigos (por ejemplo con el cuero de la nutria se hacían pulóveres).