En esta época del año, es común oír hablar de la tormenta de Santa Rosa. A nivel popular, se suele decir que se produce unos días antes o unos días después del 30 de agosto, asociada al santoral de Santa Rosa de Lima, Patrona de las Américas, existiendo, además, la creencia que se trata de una de las peores tormentas del año.
¿Qué es mito y qué realidad?
La tormenta de Santa Rosa no es más que la primera tormenta que tiene lugar en nuestras latitudes al final del invierno, entre la última semana de agosto y la primera semana de setiembre. Según el Vocabulario Meteorológico Internacional de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se denomina “tormenta” a la descarga brusca de electricidad atmosférica que se manifiesta por un resplandor breve (relámpago) y por un ruido seco o un estruendo sordo (trueno). Las tormentas se asocian a nubes convectivas (cumulunimbus) y suelen acompañarse de precipitación en forma de chaparrón de lluvia o, en ocasiones, nieve o granizo, así como también de vientos fuertes.
Durante el invierno no suelen ocurrir tormentas dado que, para su desarrollo, se requieren ciertas condiciones atmosféricas y energéticas que son más propias de la primavera y el verano. Sin embargo, al aproximarnos al equinoccio de primavera del Hemisferio Sur (22 ó 23 de setiembre), el acercamiento paulatino de la Tierra al Sol aumenta la disponibilidad de energía del Sistema Climático Terrestre, produciéndose importantes cambios en la circulación atmosférica regional ya a fines de agosto. La presencia de aire cálido y húmedo proveniente del norte, sumado al aumento de la radiación solar sobre el suelo y a la entrada de perturbaciones sinópticas desde el oeste puede dar lugar a la aparición del fenómeno de tormenta al final del invierno, en fechas cercanas al 30 de agosto, día de Santa Rosa de Lima. Dichas perturbaciones se producen debido a que el polo está aún muy frío mientras que gran parte del país comienza a calentarse por la proximidad de la primavera. Si bien popularmente se espera que la tormenta de Santa Rosa sea más fuerte que cualquier otra, esto no tiene por qué ser así.
La siguiente Tabla muestra los resultados del análisis de la frecuencia de aparición del fenómeno de tormenta en la Ciudad de Buenos Aires en fechas cercanas al 30 de agosto (cinco días antes y cinco días después de esa fecha), sobre la base de las observaciones del período 1861-2003. El criterio considerado fue contabilizar, a partir del primer día en que se observó la ocurrencia de tormenta, la cantidad de días consecutivos con tormenta y/o precipitación hasta la finalización del episodio. El resultado de este análisis muestra que sólo en dieciséis oportunidades, durante más de un siglo de registros, se produjeron tormentas en días próximos al de Santa Rosa de Lima:
Año
|
Fecha
|
Precipitación acumulada (mm)
|
1870
|
30/8
|
28.0
|
1876
|
29/8 y 30/8
|
73.0
|
1922
|
29/8 al 1/9
|
80.3
|
1923
|
27/8 al 3/9
|
89.5
|
1942
|
31/8 al 2/9
|
98.4
|
1956
|
29/8 al 31/8
|
96.7
|
1959
|
30/8 al 1/9
|
55.1
|
1983
|
26/8 al 31/8
|
50
|
1986
|
29/8 al 3/9
|
60.9
|
1990
|
26/8
|
4.7
|
1991
|
30/8 al 2/9
|
30.4
|
1992
|
29/8 al 2/9
|
53.8
|
1993
|
30/8 al 1/9
|
41.7
|
1994
|
31/8
|
39.9
|
1996
|
25/8
|
2.3
|
1997
|
31/8
|
13.8
|
1998
|
2/9
|
2.2
|
1999
|
30/8 al 31/8
|
24.5
|
2000
|
27/8
|
7.1
|
2001
|
26/8
|
58.7
|
2002
|
28/8
|
12.6
|
2003
|
3/9 al 7/9
|
56.1
|
2004
|
1/9
|
14.8
|
2005
|
No se registro
|
—
|
2006
|
No se registro
|
—
|
2007
|
No se registro
|
—
|
2008
|
27/8
|
7.3
|
2009
|
31/8
|
10.3
|
2010
|
31/8
|
18
|
2011 |
3/9 |
1 |
Nótese que, de los dieciséis casos registrados, siete han tenido lugar a partir de 1991.
Es importante aclarar que la llamada “tormenta de Santa Rosa” no se observa en todo el país. Así, provincias como Salta o Mendoza rara vez ven este fenómeno. A nivel internacional, en Uruguay se produce frecuentemente y hay registros de que un fenómeno similar se observa en estas fechas en Sudáfrica y Australia.
Santa Rosa de Lima
En 1615, en la ciudad peruana de Lima, por entonces denominada “Ciudad de Los Reyes”, una religiosa a la que llamaban Rosa –aunque su verdadero nombre era Isabel Flores de Oliva– encabezó un ruego desde una capilla, ante el inminente desembarco de las naves de piratas holandeses quienes, tras atacar el puerto vecino de El Callao, exigían la rendición de la ciudad.
De pronto una gran tormenta impidió que los barcos tocaran tierra y la ciudad de Lima quedó así a salvo. Los creyentes atribuyeron la tormenta al poder místico de Rosa, que ya era el centro de atención limeño por sus conductas y sacrificios místicos que inició desde temprana edad (ver aparte).
La leyenda se popularizó también por estos pagos con mayor fuerza en la zona del Río de la Plata, en Córdoba y en la región de Cuyo. En Mendoza, uno de los departamentos lleva su nombre aunque por las condiciones climáticas es poco frecuente que la tormenta –considerada allí como benéfica– se desate.
A los doce años, la religiosa mutiló su larga melena dorada “para alejar la atención de los hombres”, por lo que aún algunas mujeres mantienen la costumbre de cortarse el pelo para la fiesta patronal, aunque no con las mismas intenciones de la santa, sino “para que crezca mas fuerte y sano”.
Este año, al caer la festividad un día lunes, todas las peluquerías del poblado mendocino de Santa Rosa, a pesar de ser día de descanso, se mantuvieron abiertas.
En Rosario, fue tradicional desde sus orígenes el invocar a Santa Rosa ante los primeros calores de agosto, aunque también –como ayer– la tormenta de la santa fue temida por sus consecuencias.
Una chica limeña de belleza tormentosa
La leyenda cuenta que Rosa era una hermosa muchacha limeña que decidió mantener la castidad para entregarse de lleno a la obra y el sacrificio de Dios. A los 14 años, al mirar una imagen de Cristo y contemplar su corona de espinas, decidió hacerse una semejante. “Era de estaño fundido, la circundó de mimbre y llenó por dentro de clavos que le herían y ensangrentaban la cabeza”, detallan los biógrafos. A los 19 años, convencida de que su extrema hermosura era una invitación a pecar, Rosa se quemó la cara para desfigurarse y se internó en un convento. De pequeña construyó una celda para encerrarse. “Mortificaba su cintura con una cadena y a diario se daba azotes en la espalda y castigaba su cuerpo con manojos de ortigas y ramas de espinas, quemaba las plantas de sus pies en la boca del horno los días en que se cocinaba el pan y llegó a restregarse ají molido en los ojos”, cuenta la leyenda. Falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años. El papa Clemente X la proclamó santa y patrona de América el 12 de abril de 1671. La vida de la santa fue motivo de una de una obra biográfica a cargo de Leopoldo Marechal, llamada La Vida de Santa Rosa de Lima, editada en 1943.
La tradición popular durante siglos adjudicó el temporal al destino del santoral religioso de la “Patrona de las Américas” y todavía hay quienes mantienen la creencia de que después de la tormenta, al despejarse el cielo, aparece en el firmamento una espiga de oro reemplazando al arco iris.