A mucha gente le gusta hacerse tatuajes.
Cuando uno es joven, trata de desafiar la autoridad de los padres, intentando solicitar permiso para hacerse uno.
Esto genera todo tipo de discusiones, de análisis de la edad de quién lo pide, si puede o no puede, si es conveniente, etc.
Pero cuando uno cumple la mayoría de edad, es cuando pensamos en poder hacernos un tatuaje, ya no siendo un hecho de rebeldía de juventud, sino una decisión elaborada con los tiempos de la supuesta adultez que esa edad, tendría que darnos.
Es bastante habitual, ver a los jugadores de fútbol tener gran cantidad de tatuajes por todo su cuerpo.
No sé si es una moda, o si es el tiempo libre, que tienen en las concentraciones a la espera de los partidos, que hace que decidan hacerse tatuajes.
Pero cuando la cantidad de los mismos es grande, verdaderamente no quedan bien.
Yo no tengo tatuajes auto infringidos,
Nunca intenté hacerme algo en el cuerpo, que no pudiera sacármelo más.
Porque si intentara borrarlo de mi piel, seguro, seguro, haría queloides y me quedaría una marca peor, que el propio tatuaje.
Pero pensándolo mejor, creo que yo tengo muchos tatuajes.
Rápidamente y con mucha fuerza, viene a mi mente, la primera marca que tengo grabada en mí.
Es el primer beso que me dio mi madre, a instantes de haber nacido.
Está aquí, en mi mejilla derecha.
Totalmente imborrable.
Y, en definitiva, un tatuaje es una marca, que quedará para siempre.
Todos tenemos estas marcas.
Están las ocasionadas por hechos feos, malos, desagradables y olvidables.
Ocurre un desamor, una traición, una pérdida, un traspié de salud, una hartera enfermedad, un dolor profundo, que vaya a saber ocasionado por qué, u otro acontecimiento doloroso.
Todas marcas que nos van quedando, y a pesar de que pasen los días, meses y años de nuestras vidas, a veces las vemos, sin darnos cuenta, sin querer buscarlas.
Pero allí están.
En ocasiones, cuando las notamos, nos generan todo tipo de sensaciones y sentimientos.
Otras veces, nada pasa.
Pero me siento mejor, intentando quedarme con aquellos acontecimientos que fueron bonitos, lindos, agradables e inolvidables.
Estos son los mejores.
Un abrazo, un beso, una caricia en el momento preciso, un saludo a la distancia, un consejo en ese momento que más lo necesitábamos, un dialogo profundo, una espontanea alegría, un atardecer, el caminar agarrados de la mano, una mirada, esa sonrisa, la transpiración del amor desenfrenado, el poder llenarnos los bolsillos de felicidad, la alegría de vivir, el amanecer de cada día.
Todos estos tatuajes, los tengo y los llevo con orgullo.
Son míos.
A veces, dejo que los vean, pero la mayoría de las veces, los tengo ocultos.
Como que son, solo para mí.
Pero eso sí.
Tengo muchísimo lugar, para que me hagan más tatuajes.
Y estoy a tu disposición para esto.
Tan sólo, avísame.
Alli estaré.
Pero atención.
Solo tengo espacio para las “buenas marcas”.
Si tenés de las otras, no tengo sitio, no tengo lugar.
Intentemos, que esa próxima marca, sea impresionantemente linda, para que pueda atesorarla toda la vida.
Tanto, como ese beso de mi mamá en mi mejilla derecha.
De Ale Ramirez