Madre Teresa de Calcuta decía:
Una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón,
conserva nuestro buen humor,
guarda nuestra alma en paz,
vigoriza la salud,
embellece nuestro rostro
e inspira buenas obras.
Sonriamos a los rostros tristes,
tímidos, enfermos, conocidos,
familiares y amigos.
El cantautor argentino Palito Ortega, en su canción “La Sonrisa de Mamá”, en los primeros párrafos dice:
Esa flor que está naciendo,
Ese sol que brilla más,
Todo eso se parece,
A la sonrisa de mamá.
Esa rosa que despierta,
Ese río que se va,
Todo eso se parece
A la sonrisa de mamá.
Y estos son tan sólo dos ejemplos de autores muy diferentes, que han manifestado su interpretación sobre lo que les genera una sonrisa.
Y lógicamente hay muchísimos más ejemplos, dichos, relatos, cuentos, argumentos y lo que se nos ocurra, sobre que nos hace sentir ver a alguien sonriendo.
La sonrisa es un arma estratégica fundamental para poder cambiar al mundo.
La sonrisa tiene un poder oculto inexpugnable, que tan sólo se descubre, al momento de esgrimirla.
La sonrisa nos alegra profundamente y alegra a todos aquellos que nos ven sonreír.
Cuando sonreímos todo está mejor.
Todo se siente mejor.
Y alegramos a los que están alrededor nuestro.
Desde hace años, cuando me levanto a la mañana de mi cama, y voy al baño a lavarme los dientes y a afeitarme, lo primero que hago frente al espejo, es sonreírme a mí mismo.
Me saludo, me sonrío y agradezco estar allí, frente al espejo, viéndome con cara de dormido, pero con una maravillosa y enorme sonrisa.
Y así, comienzo el día de forma diferente.
Al pasar los años, vamos recordando diferentes sonrisas, que fueron marcando las diferentes etapas de nuestra vida.
La sonrisa de nuestra madre, cuando descubrió que dimos los primeros pasos.
La sonrisa de María Elena, mi primera amiga del Jardín de Infantes.
Nuestra propia sonrisa, cuando luego de mandarnos una macana, sonreímos a más no poder, intentando que el reto sea menor o quizás, evitarlo directamente.
Las sonrisas de nuestros amigos, que muchas veces, se convierten en carcajadas a mandíbulas batientes.
Las primeras sonrisas de un bebé, que las esbozan espontáneamente, cuando hacemos alguna cara pava o mueca irreproducible.
La sonrisa del anciano de la otra cuadra, que nos la regala cada vez que pasamos cuando vamos al almacén, y sentadito en su sillita de mimbre en la vereda de su casa, levanta su mano, como buscando ese saludo que todos los días nos brindamos.
La sonrisa del triste, que logramos que nos la regale, luego de decirle una humorada, o tan sólo abrazarlo, mostrándole que no se encuentra sólo en este mundo.
Que allí estamos nosotros.
La sonrisa de mis hijos.
La sonrisa de quienes quiero y me quieren.
La sonrisa de ella.
Y hay muchas más sonrisas, que nos vendrán a nuestra cabeza, y ese propio recuerdo nos generará, esgrimir una sonrisa.
Y tan sólo con el recuerdo.
Por eso, te propongo, la próxima vez que nos veamos, regálame tu mejor sonrisa.
Para mi será lo mejor, lo mejor que me pueda pasar ese día.
Por Ale Ramirez