Cuando tengo oportunidad de ir a algún lugar donde hay playa, trato de salir a caminar todos los días, aunque sea una hora por día.
Esto me hace bien, me sirve para ir con la cabeza pensando en nada o en todo, me sirve para tratar de alinear los patitos que se encuentran en mi cabeza.
Muchas veces, tan solo me concentro en mirar a alguna gaviota compañera de mi travesía, o algún bañista alocado tirándose de la peor forma al agua, o a una abuela preocupada, viendo como sus nietos juegan en el mar.
Y el otro día, me paré en la orilla, mirando hacia el horizonte más lejano.
Y con los pies en la arena, sentí como las olas del mar, llegaban hasta mí, me mojaban los pies y se retiraban.
Y esto ocurrió varias veces.
Algunas, mis pies estuvieron más tiempo mojados.
Otras, apenas se mojaban, el agua rápidamente se retiraba hacia el lugar desde donde había venido.
Y rápidamente, se me presento una analogía.
Pensando que las olas del mar eran los hechos felices de nuestras vidas.
Que como las olas mojaban mis pies tan sólo unos segundos, los hechos felices de nuestra vida, también duran solo instantes.
Siguiendo con mi análisis, pensé, que, si yo me meto más hacia el interior del mar, las olas más me mojarían y más tiempo mis pies estarían con el agua hasta el tobillo.
Pero al tener el agua así, perdería esa sensación de agrado, que me generan las olas refrescando mis pies por lapsos cortos de tiempo.
Entonces, si las alegrías son continuas y constantes, nos acostumbraríamos a ellas, y ¿dejarían de ser alegrías?
Cuando pensamos en los momentos alegres y felices, muchas veces pasan a ser puntuales y determinados.
Fui feliz cuando cumplí tantos años.
Estuve contento al poder comprar mi primer auto 0 KM.
Un momento de maravillosa felicidad, fue cuando nació mi hijo.
Estoy feliz porque me voy de vacaciones.
Y así, determinamos muy puntualmente cada momento de felicidad.
Habitualmente, al recordar momentos tristes o amargos, le damos más importancia que a los momentos alegres y felices.
Quizás, porque esos malos momentos, ocasionan en nosotros, un impacto más violento, más impresionantes que los alegres.
Basta con mirar los periódicos o los noticieros.
Las noticias que más venden, son las tristes, las de violencia, las guerras, las peleas.
Mientras que las “buenas noticias”, aparecen diluidas dentro de las páginas interiores de los pasquines.
¿Por qué será que los momentos de felicidad, pensamos que duran tan poco?
¿Por qué creemos que es necesario estar todo el tiempo feliz?
¿Por qué le damos tanto valor a los malos momentos, teniéndolos en nuestra memoria a flor de piel?
¿Por qué no hacemos lo mismo con los buenos momentos?
Son muchas preguntas, con quizás, pocas respuestas.
Dependerá de cada uno de nosotros, que respuesta encontremos a estas incógnitas.
Ahora bien.
Sería interesante, hacer una especie de calibre de hechos felices, para poder medirlos en una escala, y así saber, cuales son y cuales no lo son.
Y de esta forma podríamos ir “juntándolos” en una cajita, para poder volver a rememorarlos cuando quisiéramos.
Tan solo, abriendo esa cajita.
Que sencillo sería esto.
Cuando hablo de mi vida, siempre digo que he vivido un 50% de hechos feos, malos y olvidables, y un 50% de hechos, alegres, lindo, de felicidad.
Y quizás, estoy equivocado.
Porque si soy inteligente, y le doy más importancia a los buenos momentos, si los cotizo más alto, si los considero de otra forma, el porcentaje de mi vida, cambiaría escandalosamente.
Creo que está en nosotros, saber reconocer y guardar muy bien, esos hechos que nos generen alegría y felicidad.
Yo lo intento día a día.
Y me gusta hacer ese ejercicio.
De ahora en más, trataré de que mi corazón esté repleto de los mejores momentos, de los hechos alegres, de las circunstancias felices.
Que esté lleno de lo mejor de mi vida.
Y cuando me toquen vivir los otros, tan sólo durarán un rato, como esas olas que mojan por instantes mis pies.
Porque no tendré lugar donde alojarlos.
Recuerden, que tendré mi corazón lleno de Alegría y Felicidad.
Sin lugar para los otros.
Sólo debemos obligarnos a hacer esto.
Y veremos, como la vida tiene otro sentido.
Todo será más bonito.
Todo tendrá otro valor.
Y la felicidad no será tan sólo pequeños instantes.
Durará, el tiempo que nosotros queramos que dure.
Que lindo es caminar por la orilla de algún mar.
Que las olas toquen nuestros pies.
Y sentir, esa sensación.
Aunque, dure tan sólo un instante.
De Ale Ramírez