“Soy un fracasado”
Me decía un amigo luego de haber pasado por el mal momento de un divorcio.
Acontecimiento verdaderamente desagradable, donde afloraron todas las bajezas humanas de ambos integrantes de la pareja.
Y también de los familiares directos y amigos, que lógicamente, se van poniéndose de un lado o del otro, conformando dos bandos insostenibles, como si fuera una batalla de alguna absurda guerra.
“Fracasé en mi proyecto laboral”.
Me decía una amiga, que había intentado avanzar con una pequeña empresa dedicada a lo que fuere, pero que tuvo la mala fortuna de vivir en la Argentina, y sufrió todo tipo de acontecimientos aciagos, infortunados, desagradables.
Teniendo que cerrar la misma, al año de haber comenzado su vida empresarial.
“Fracasé con la educación de mis hijos”
Me decía una prima lejana, que se encontraba triste y desilusionada, porque alguno de sus hijos, no llevaba la vida que ella imaginaba para él.
Sin contar que quizás alguno, había caído en las garras de las diversas adicciones, que hoy se nos presentan día a día a todos aquellos que vivimos una vida adulta.
Y del otro lado, están los otros.
“Que éxito tiene “tal tipo” que trabaja en la tele”
Comentan a boca de jarro, destacando que son famosos, todos los conocen y que ganan mucho dinero.
“Empresario exitoso si los hay”
Mucha gente comenta sobre algún empresario que hizo muchísimo dinero, que es rico, que lo muestran en las revistas y que pasa toda su expuesta vida privada, haciéndola pública, en cada ocasión que puede.
“Es impresionante el éxito que tiene esa modelo”
A veces comentan las adolescentes, que ven en ella, el modelo a seguir para llegar a ser “exitosa”.
El aparecer en revistas, el modelar, el estar en la tele, el que las inviten a eventos y a restaurantes, sin tener que pagar la cuenta, el tener un novio jugador de fútbol, el andar en autos lujosos.
Todo esto es sinónimo de éxito en la actualidad.
Y un ejemplo extraño y no muy real de lo que significa ser exitoso.
Especialmente para los adolescentes, que buscan estereotipos, intentando imitarlos, en búsqueda de su identidad.
El tener éxito es obtener un resultado, habitualmente feliz, de lo emprendido en nuestras vidas.
El fracaso es el resultado adverso en una cosa que se esperaba sucediese bien.
Viendo estas dos últimas definiciones, el pensar que alguien es exitoso o fracasado, estaría bastante correcto.
Pero yo apunto a otras sensaciones, más reales, más personales, mas cotidianas.
Para nada me siento un fracasado.
Ni tampoco me siento un tipo exitoso.
Y esto es así, porque no me agrada meterme en el calibre de la gente, que continuamente mide esto, lógicamente con sus ojos, y su forma de pensar.
Mucha gente, le encanta acercarse al supuestamente exitoso.
Y detesta y intenta alejarse, de aquel que supuestamente está fracasando.
Quizás, inconscientemente lo hacen, considerando que ambas circunstancias sean contagiables, tan sólo por la mera cercanía.
Muchos escuchan a los “exitosos” con admiración y embelesados por sus dichos y anécdotas, intentando recordad cada palabra, para luego buscar la forma de querer probar seguir esos caminos que el exitoso transcurrió.
Y cuando les toca presenciar el relato del fracasado, tratan de alejarse lo más rápido posible, no queriéndose involucrar en ese fracaso, ni queriendo escuchar todo lo malo que le pasa al otro.
Y ambas situaciones, son muy humanas.
Tristes, pero humanas.
Yo fracasé, quizás.
Lo que seguro me ocurrió, fue que no me fue bien o como yo esperaba.
Tuve traspiés, no me salieron las cosas como yo quería, tuve pérdidas, tuve alejamientos, tuve desencantos, tuve desilusiones.
Pero nunca me sentí fracasado.
Como tampoco, nunca me sentí exitoso.
Tuve aciertos, ganancias, amigos nuevos, conocimiento de gente, las cosas terminaban como yo las pretendía y muchas veces, mejor de lo esperado.
Tuve todo eso y mucho más.
Pero nunca me sentí exitoso.
Lógicamente, cuando estas cosas ocurrían, me sentí bien, feliz, alegre, orgulloso.
Y ahora que estoy escribiendo estas líneas, pienso que quizás, si me sentí exitoso.
Como cuando le sonrío a una niña, y ella me responde mostrando todos sus dientes.
Cuando le ayudo a cruzar la calle, a una persona que quizás no tiene la velocidad suficiente y necesaria para no ser arrollado por algún vehículo.
Cuando le abro la puerta del ascensor a alguna mujer y dejo que ingrese antes que yo.
Sin ser esto un hecho machirulo.
Cuando ayudo a alguna institución, utilizando mi tiempo para tratar de que algunas personas la pasen un poco mejor.
Cuando llamo a un amigo, que está pasando un mal momento, y necesita que alguien lo escuche.
Cuando me preocupo por la vida de algún ser querido, tratando de llevar consuelo y posibles soluciones a su penar.
Cuando puedo acompañar a aquel que se encuentra desahuciado.
Cuando me alegro de ver la evolución como personas, de mi pareja, mis hijos y mis seres queridos.
Cuando abrazo calentito a algún amigo o amiga.
Cuando recuerdo a mis padres y abuelos.
Cuando veo a mis hijos.
Cuando miro a mi compañera de viaje.
Y al ver todo esto, en definitiva, me doy cuenta que estaba equivocado.
Pucha, al final, soy un tipo terriblemente exitoso.
¡Quién lo diría!
De Ale Ramirez