Dinero, plata, biyuya, teca, morlacos, tarasca, lana, pasta, guita, parné, metálico, mosca, tela.
Son algunas de las diferentes formas en que podemos llamar al dinero.
Lógicamente, existen muchas más.
Quién no ha dicho alguna vez: “El dinero no hace la felicidad”.
Habitualmente, esta frase la esgrime aquella persona que no tiene mucho dinero.
Es una forma de intentar consolarse, por la falta o escases de plata.
Y que difícil se hace muchas veces, nuestra relación, con el dinero.
En algunos casos, nuestros abuelos y padres, intentaban no hablar de dinero ante los niños.
Era como un tema tabú, como que, al hablar de eso, todo se podía convertir en algún tipo de discusión o falta de entendimiento.
Y los niños no tenían edad y comprensión, para escuchar las charlas de los mayores, en relación al dinero.
Parece como que no está bien hablar de plata con nuestros parientes cercanos, porque creemos que ellos pensarán, que estamos interesados en ese dinero.
¿Y por qué no nos puede interesar el dinero?
Al fallecer nuestros padres, muchas veces nos encontramos que la presión tributaria y el voraz apetito de los organismos impositivos, al llegar el momento de tener que hacer la sucesión de los bienes, se quedan con un porcentaje inmenso de esos bienes y del dinero en cuestión.
Algunas personas, logran hablar de esto con sus progenitores, y acuerdan realizar donaciones en vida, para intentar evitar que el fisco se quede con gran parte de los bienes, que nos corresponden y que ya tributaron todo tipo de impuestos, y en forma reiterada año tras año.
Pero muchas veces me encuentro con aquellos que no hicieron nada al respecto, a pesar de ver que sus progenitores están recorriendo los últimos momentos de sus vidas.
Y al consultarlos, porque no hablan de esto con sus padres, la respuesta casi automática es: “Si saco el tema y les digo esto, van a pensar que estoy interesado en el dinero”.
¿Y está mal que estemos interesados?
Nuestros padres hicieron mucho esfuerzo para lograr tener lo que tuvieron.
Y en principio lo hicieron por ellos.
Pero a medida que avanza nuestras vidas, vamos entendiendo que las cosas materiales que hemos logrado adquirir, pasarán a ser de nuestra descendencia.
“La herencia es un error de cálculo” me decía, con mucho humor, un amigo que profesa la religión judía.
Pero, en definitiva, no está mal hablar de dinero.
Quizás, la generación de nuestros padres, no estaban preparados para hablar de esto.
O quizás, no se dieron cuenta de la importancia que tiene, poder hablar con naturalidad del dinero y lo que se puede hacer con él.
Muy poco se habla de la plata.
Nadie nos enseña cómo administrarla correctamente, como invertirla, como ahorrar, como protegerla ante los locos vaivenes económicos de los países en donde nos ha tocado nacer.
Nada de esto se habla o enseña en los diferentes ciclos, tanto primario o secundario de los colegios.
Poco se habla en nuestras casas, de cómo invertir el dinero, como tratar de defenderse ante la inflación, la devaluación, la presión impositiva desmedida, de cómo gastarlo.
Rememorando la frase del dinero y la felicidad, está muy bueno decirla y queda requeté bien, ante el común de la gente.
Pero el dinero fue, es y será necesario, para poder tener una vida, al menos la que todos consideramos como digna.
Algunos me dirán que lo importante pasa por otras cosas.
La familia, los amigos, los afectos, las cosas lindas que nos presenta la cotidianeidad, bla, bla, bla.
El otro día, fui al almacén de Don Ramón, y al momento de pagar, le dije que no tenía dinero, pero que tenía muchos amigos, grandes afectos, mis abuelos y tíos, y de las cosas verdaderamente importantes.
“Está todo bien Ale. Pero necesito que me pagues con plata”, me dijo Don Ramón, mirándome como que me había intoxicado con un vaso de cocoa.
Por eso, el dinero es importante.
Lógicamente, estará en cada uno de nosotros, darle la categoría de importancia que creamos sea la correcta.
Cuando uno trabaja, lo hace para ganar dinero.
Muchos intentan trabajar de lo que les gusta y como una maravillosa evolución profesional.
Pero no todos lo logran u obtienen.
La gran mayoría, trabajan porque” hay que parar la olla”.
Si no hiciera falta tener dinero para comprar comida, ropa, bienes, pagar el colegio, obras sociales, los servicios, etc, ¿Trabajarían?
“El dinero se hizo para contarlo y gastarlo”, siempre me decía mi abuela, antes de darme algún billete, para que lo gastara en lo que más quisiera.
Tenía un tío que había ganado mucho dinero.
La gran mayoría lo había obtenido trabajando y otro tanto, a través de algún juego de azar.
Pero, en definitiva, había logrado tener un buen pasar, sin sobresaltos económico, teniendo en cierta medida, asegurados sus próximos y últimos años de su vida.
Y a medida que avanzaba su edad, utilizaba su dinero para darse todos los gustos.
Cambiaba el auto, viajaba a destinos impresionantes, salía a cenar con amigos, se divertía, hacía buenos y lindos regalos, gastando ese dinero.
Las vecinas del barrio, cuando se juntaban a cotorrear en la vereda, mientras hacían que barrían, criticaban abiertamente la vida del tío.
Que gastaba mucho, que se va a quedar sin dinero, que no le va a dejar nada a nadie.
Y siempre, mi tío me decía: “Ale, no voy a ser el más rico del cementerio”.
Una frase relacionada a este tema y que resuena en mi memoria, es la que muchas veces me decía mi padre: “Cuando te tocan el timbre, no tenés tiempo de agarrar la chequera ni los documentos”.
El dinero es un objeto que se utiliza para el intercambio comercial.
A muchos, el tener dinero, les genera, la sensación de tener poder.
A otros, el tenerlo, le genera la posibilidad de vivir bien.
Algunos, les encanta alardear de la cantidad de dinero que tienen.
Otros, a pesar de que quizás tengan más dinero que aquellos que alardean, intentan pasar desapercibidos, disfrutando de las mieles de la plata, tranquilos y sin grandes estridencias.
Cada uno reacciona como puede y cree que es la mejor manera.
Pero estoy convencido, que se debe hablar de dinero.
Basta de silencios o cuchicheos cuando intentamos hablar de plata.
Debemos enseñarles a nuestros hijos, lo que la vida a los golpes y de mala manera, nos fue adoctrinando con el paso de los años, que es, que debemos hacer con el dinero, para poder administrarnos de la mejor forma.
Hablemos de gastos, hablemos de la posibilidad de algún tipo de gasto extraordinario, que nadie piensa pueda ocurrir.
Hablemos también de las posibles ganancias, y porque no, la chance de recibir un dinero inesperado, vaya a saber de qué forma y por qué.
El dinero no es malo por sí mismo.
Si, a veces, el dinero puede hacerle mal a la gente.
Los cambia.
Los hace avaros, tacaños y mezquinos.
Los hace pensar demasiado tiempo de sus días en él, muchas veces, hasta quitándoles el sueño.
Y no hablo de aquellos que lamentablemente trabajan y no les alcanza ese dinero que ganan, para poder llegar a fin de mes.
Hablo de aquellos que tienen tanto dinero, que les cuesta dormir a la noche, pensando en que harán mañana, pasado o cuando sea, con esa importantísima suma de plata.
Seamos inteligentes, y perdámosle el miedo al dinero.
Tomémoslo con naturalizad, convencidos que tan solo lo tenemos, manejamos, ganamos y perdemos, como parte de la vida dentro de una sociedad supuestamente organizada.
“El dinero no hace la felicidad” versa el dicho popular.
Pero si lo tengo, la voy a pasar un poquito mejor, que aquel que no lo tiene.
Siempre considerando, que es lo que pretendo de mi vida.
Austeridad o derroche.
Ostentación o humildad y sencillez.
Cada uno vivirá su dinero, de la mejor manera.
Y no nos olvidemos, que es verdaderamente hermoso, utilizar nuestro dinero, para ayudar a alguien, que lo necesite.
Es una sensación indescriptible.
Dinero.
¿Es el vil metal?
De Ale Ramirez