Dr.Amor:
Tengo 35 años, y mi familia está compuesta por mi mujer, dos hijos pequeños de 5 y 7 años y la baby sitter que vive con nosotros desde siempre. Marta, la niñera, es de Perú y está viviendo con nosotros desde que tenía 17 años y llegó a nuestro hogar con el nacimiento de mi hijo mayor. Vivimos en un lindo y amplio departamento del barrio de Belgrano, en Capital Federal. Pero tengo que contarle lo que me está ocurriendo en la actualidad.
Hace dos meses, un viernes llego de mi trabajo, y me encuentro que los chicos están solos con la baby siter. Averiguo donde esta mi mujer, y tanto Marta como los niños me dicen que salió al mediodía con dos bolsos. Dudando de donde podía haber ido, voy hasta nuestro dormitorio y encuentro una carta en mi mesa de luz. En ella, mi señora, me expresaba que se iba de la casa, que nos abandonaba, porque había encontrado en el profesor de tae kuondo, a un ser maravilloso y a su verdadero amor. Que no sabía lo que le ocurría, pero que no podía desperdiciar este momento de amor que le presentaba la vida. Y sin más prolegómenos, desapareció de todos los lugares que solía frecuentar, inclusive nuestro hogar. Se imagina, mi bronca y enojo al comienzo, que fue transformándose en un profundo dolor. Primero por mis hijos y luego por mi, ya que verdaderamente la amaba con todo mi corazón. Y este dolor, angustia y padecimiento se fue agravando a medida que pasaron los días, desde que ella se fue. Así, el lunes de la semana pasada, luego de que la baby siter acostara a los niños y ella se fuera a dormir, me quedé solo escuchando música y tomando unos whiskys. Trataba de ahogar mi dolor y mis penas con unos vasos de alcohol. Debo haber tomado casi una botella de whisky. Y cada vez que me acordaba de mi mujer, no podía hacer otra cosa que romper en llanto, desconsoladamente. Entre sollozos y la música romántica, me sumergía en una terrible sensación de desesperanza. Medio adormecido por el efecto del alcohol, quede como aletargado a la espera del paso de la noche. Sin saber que hora era, comencé a sentir unas manos muy cálidas que comenzaron a acariciar mi rostro. Yo estaba sentado en el sillón sin darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Desde atrás de mi, esas manos comenzaron a acariciar mi pecho y empezó a besarme al costado del cuello. Como estaba detrás de mí, no podía ver quien era, pero no me importaba en ese momento, ya que la sensación era verdaderamente placentera. Así, fue avanzando, dando la vuelta, se puso enfrente de mi, y besándome en la boca, sus manos recorrían todo mi cuerpo, llegando a las zonas más ocultas y excitantes. Entre aturdido y excitado, comencé a responder con caricias, encontrando en la otra persona, un cuerpo bello, con pechos turgentes y formas hermosas. Era una mujer hermosa, con fuerte presencia sexual y muy bien conformada.Todo continúo, con muchas caricias, hasta que ella se arrodilló ante mí y comenzó a practicarme sexo oral. Paso a paso ocurrió todo lo imaginable, haciendo el amor en reiteradas veces, llegando al éxtasis y la satisfacción total de ambos.Al amanecer, me desperté todavía sentado en el mismo sillón, con un fuerte dolor de cabeza, medio desnudo pero con un hermoso sentido de satisfacción profunda. Recostada sobre mí se encontraba Marta, con una bata de seda entre abierta, mostrando una hermosa desnudez.
Doctor, no sé que hacer. Nunca me había fijado en ella como mujer. Y quizás el alcohol y la situación me llevó -inconscientemente- a realizar lo que ocurrió. Pero es la mujer que cuida a mis hijos. ¿y mi señora?
Por favor, algún comentario.
Héctor de Belgrano. Buenos Aires
Dr.Amor:
Tengo 35 años, y mi familia está compuesta por mi mujer, dos hijos pequeños de 5 y 7 años y la baby sitter que vive con nosotros desde siempre. Marta, la niñera, es de Perú y está viviendo con nosotros desde que tenía 17 años y llegó a nuestro hogar con el nacimiento de mi hijo mayor. Vivimos en un lindo y amplio departamento del barrio de Belgrano, en Capital Federal. Pero tengo que contarle lo que me está ocurriendo en la actualidad. Hace dos meses, un viernes llego de mi trabajo, y me encuentro que los chicos están solos con la baby siter. Averiguo donde esta mi mujer, y tanto Marta como los niños me dicen que salió al mediodía con dos bolsos. Dudando de donde podía haber ido, voy hasta nuestro dormitorio y encuentro una carta en mi mesa de luz. En ella, mi señora, me expresaba que se iba de la casa, que nos abandonaba, porque había encontrado en el profesor de tae kuondo, a un ser maravilloso y a su verdadero amor. Que no sabía lo que le ocurría, pero que no podía desperdiciar este momento de amor que le presentaba la vida. Y sin más prolegómenos, desapareció de todos los lugares que solía frecuentar, inclusive nuestro hogar. Se imagina, mi bronca y enojo al comienzo, que fue transformándose en un profundo dolor. Primero por mis hijos y luego por mi, ya que verdaderamente la amaba con todo mi corazón. Y este dolor, angustia y padecimiento se fue agravando a medida que pasaron los días, desde que ella se fue. Así, el lunes de la semana pasada, luego de que la baby siter acostara a los niños y ella se fuera a dormir, me quedé solo escuchando música y tomando unos whiskys. Trataba de ahogar mi dolor y mis penas con unos vasos de alcohol. Debo haber tomado casi una botella de whisky. Y cada vez que me acordaba de mi mujer, no podía hacer otra cosa que romper en llanto, desconsoladamente. Entre sollozos y la música romántica, me sumergía en una terrible sensación de desesperanza. Medio adormecido por el efecto del alcohol, quede como aletargado a la espera del paso de la noche. Sin saber que hora era, comencé a sentir unas manos muy cálidas que comenzaron a acariciar mi rostro. Yo estaba sentado en el sillón sin darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Desde atrás de mi, esas manos comenzaron a acariciar mi pecho y empezó a besarme al costado del cuello. Como estaba detrás de mí, no podía ver quien era, pero no me importaba en ese momento, ya que la sensación era verdaderamente placentera. Así, fue avanzando, dando la vuelta, se puso enfrente de mi, y besándome en la boca, sus manos recorrían todo mi cuerpo, llegando a las zonas más ocultas y excitantes. Entre aturdido y excitado, comencé a responder con caricias, encontrando en la otra persona, un cuerpo bello, con pechos turgentes y formas hermosas. Era una mujer hermosa, con fuerte presencia sexual y muy bien conformada.Todo continúo, con muchas caricias, hasta que ella se arrodilló ante mí y comenzó a practicarme sexo oral. Paso a paso ocurrió todo lo imaginable, haciendo el amor en reiteradas veces, llegando al éxtasis y la satisfacción total de ambos.Al amanecer, me desperté todavía sentado en el mismo sillón, con un fuerte dolor de cabeza, medio desnudo pero con un hermoso sentido de satisfacción profunda. Recostada sobre mí se encontraba Marta, con una bata de seda entre abierta, mostrando una hermosa desnudez.
Doctor, no sé que hacer. Nunca me había fijado en ella como mujer. Y quizás el alcohol y la situación me llevó -inconscientemente- a realizar lo que ocurrió. Pero es la mujer que cuida a mis hijos. ¿y mi señora?
Por favor, algún comentario.
Héctor de Belgrano. Buenos Aires