No uso billetera

No uso billetera

Estimado Dr. Amor:

Le voy a contar una situación que me tocó vivir hace muy pocos días. Después de tres años de estar de novio con Lucía, una hermosa rubia que vive en la zona de San Isidro, decidí proponerle casamiento. A lo cual ella accedió prontamente y con gran alegría.

De la misma forma reaccionó su familia, compuesta por papá, mamá y hermanito de 14 años. Verdaderamente estoy muy feliz con la decisión de casarme con Lucía, primero porque es una personita hermosa, y además porque es una belleza estructural, con un cuerpo espléndido y una cara lindísima. Cuento como es mi actual esposa, porque es importante que entiendan con quién me casé. Una semana antes del casamiento, mi futuro suegro me dice que tengo que ir a su casa, porque debíamos organizar el listado de los invitados y su ubicación en las mesas, para el festejo. A las 10 de la mañana, llegué a su casa -lindísimo chalet en las lomas de San Isidro-, dejé el auto a unos cuantos metros de la puerta y toqué timbre. Me atendió la empleada doméstica, y haciéndome pasar me dijo que esperara a la señora en el living. Apenas me siento en el sillón aparece mi querida suegra. Luego de los saludos correspondiente y mirando algunos minutos las listas y las ubicaciones en las mesas, mi suegra me dice: «Mirá Jorge. Vos todavía sos un hombre soltero y yo una mujer joven. Así que creo que nos debemos la última oportunidad. Yo subo a mi habitación y te espero. Vos sabrás que hacer…». Y sin mediar palabra, subió la escalera a un ritmo terriblemente sensual. Cabe destacar, que mi suegra es la mamá de Lucía. Y a pesar de sus 45 años, es una mujer especialmente apetecible. Rubia también, con hermosas piernas -que en ese momento dejaba mostrar por una atractiva minifalda- ojos claros y unos pechos muy bien mantenidos. Además, por la cabeza de cualquiera pasa la fantasía de poder acostarse con la suegra de uno, más si es linda. También uno considera la experiencia que puede llegar a tener y todo eso que pasa a veces por nuestras cabezas. Cuando mi suegra terminó de subir la escalera, se dio vuelta, me miró a los ojos con su mejor cara, y se introdujo en la habitación matrimonial, dejando la puerta entreabierta. Lo pensé dos segundos y sin dudarlo, salí de la casa, lo más rápido posible. Cuando voy camino al auto, veo que mi suegro está recostado sobre el capot del mismo. Con cara de satisfacción me dice: «Mijo, pasaste muy bien la prueba. Sos un digno buen esposo para mi amada hija…» .
Lo que nunca nadie se enteró, es que yo no uso billetera, y que los profilácticos los guardo en la guantera del auto.
Doctor, ¿debo decírselo alguna vez a alguien?. ¿Aunque sea a mi suegra?

Jorge de Martinez. Buenos Aires


Respuesta del DR AMOR:

Estimado Jorgito:

Tu experiencia no tiene desperdicio. Además has llevado el relato con mucho suspenso y entusiasmo. En realidad el no usar billetera fue la mejor decisión que tomaste en tu vida. Porque de no estar tu suegro sentadito en el capot del auto, se te hubiera podrido todo, ya que la vieja ni loca te hubiera dejado que avanzaras, tu novia te hubiera castrado y tu suegro te estaría corriendo todavía. Ahora, ¡que guachitos perversos tus suegritos! ¿No?. En relación a contárselo a alguien, te diríamos que no. Porque toda tu familia política y tu actual señora conocen la historia como ocurrió, quedando vos como un ser excepcional. Disfrutá de esta categorización que con la ayuda del destino tenés, «por ahora». Porque dentro de muy pocos años, ya vas a ir entrando en las categorías de: «el boludo ese», «el mamerto de tu marido», «el dominado», «el salamín picado fino», «el trolín que no me da un nieto tadavía».
Disfrutalo.

Dr. Amor