Estimado Dr Amor:
Me llamo Romualdo, vivo en el sur de la provincia de Buenos Aires y soy productor agropecuario. La semana pasada tuve la oportunidad de viajar a Chicago en los EEUU, acompañando a un grupo de personas que están en la comercialización de granos. Con mucho entusiasmo viajé a esa ciudad de aquel país para ver como funcionaba la bolsa y recorrer oficinas de brokers y exportadores.
Al enterarse “la bruja” (es decir, mi mujer) rápidamente me preparó una larga lista de cosas que quería le comprara en algún shopping estadounidense. Y a pesar de que no iba a una ciudad caracterizada por shoppings, en todas las de EEUU hay este tipo de complejos de compras. Así que me fui con mi laaaaarga lista.
Viajé, recorrí y aprendí muchísimo. El último día, cuando todos se fueron a visitar un barrio oriental en dicha ciudad, yo me tomé el trabajo de ir a comprar las cosas encargadas por mi “hermosa” mujercita. Como ya viajábamos a la mañana temprano del día siguiente, al llegar al hotel, tomé la decisión de preparar con tiempo mis valijas. Mientras todos paseaban, yo en mi habitación armando las valijas. Me lo tomé con tranquilidad. Así que me saqué la ropa quedándome en calzoncillos, abrí una botellita de whisky del mini bar (que me costó 20 dólares), un vaso con hielo y a comenzar a sacar las cosas que había comprado, cumpliendo con el trabajo que se debe hacer en estos casos. Las compras que vienen en cajas sacarlas de ellas y tirar las cajas, lo mismo con las prendas, sacarles las etiquetas, y así con todas las cosas. Eran muchas cosas que debía acomodar en una tarea de ingeniería industrial. Luego de algunas horas de trabajo, terminé metiendo todo en las valijas, quedando la habitación hecha un bolonqui espectacular, con cajas, envoltorios, papeles y bolsas por todos lados. Como soy un “ciudadano argentino” responsable, metí todo en las bolsas que cupieran y salí a poner toda esta basura en la punta del pasillo, donde veía que todos los días la gente de otras habitaciones hacía lo mismo. Abrí la puerta de mi habitación, me asomé, miré para un lado y para el otro del pasillo y salí al trotecito en calzoncillos con todas las bolsas rumbo al final de dicho pasillo. Cuando iba por la mitad de mi recorrido previsto, sentí un PUM como que una puerta se cerraba. Contento dejé mi basura en el lugar correspondiente, y volviendo nuevamente al trote al llegar a la puerta de mi habitación veo que esta se encuentra totalmente cerrada. “Pero la reput…..madre que me parió” pensé en un castellano perfecto. Y ahora que hago? De los muchachos del tour no había nadie, salvo el gordo Paneto que se encontraba 10 pisos arriba del mío. Cruzando los dedos, al trotecito me fui hasta los ascensores y apreté el botón, rogando que no viniera nadie en ellos. Se abrió la puerta y con mucha suerte, el ascensor estaba vacío. Apreté el piso 22 y hacia allí fui. Al trotecito llegué hasta la habitación del gordo, golpeo la puerta y esta se abre con Paneto del otro lado mirándome azorado por mi pinta. Transpirado de tanto “trotecito” y en calzoncillos. Le cuento lo que me ocurrió y llamamos al conserje para que fueran a abrirme la puerta de mi habitación. Me indican que ya mandan a un cadete a mi piso. “Vamos para allá” le digo al gordo y salimos los dos rumbo a los ascensores. Yo en calzoncillos y el gordo con unas bermudas que……. no le quedaban muy bien que digamos. Para colmo con el torso desnudo mostrando una panza muy particular.
Cruzando nuevamente los dedos, pedimos el ascensor rogando que nadie estuviera dentro. Se abre la puertas y………….. excelente noticia: el ascensor está vacío. Subimos con Paneto y apretamos mi piso el número 12. “Son solo 10 pisos” comenta el gordo. Cuando íbamos por el piso 19 se frena el ascensor, se abre la puerta y entran dos señoras mayores que con cara de sorpresas nos miran de arriba abajo. Una de ellas era de contextura importante, con mucho contorno, tirando a un cuerpo con buen volumen, quizás cercano al cuerpo del gordo Paneto. La otra era excesivamente baja de estatura. Durante el viaje se pasaron mirándonos en total silencio. Esos 10 pisos parecían que estaban más lejos que antes ya que los segundos no pasaban más. Al promediar el viaje, el gordo totalmente tentado dice: “Viste como nos miran las viejas, yo a la gorda le daría masita”. Y riéndome le respondo: “La petisa me llega justo para que de parada me haga un pete”. Y ambos largamos la carcajada. Al llegar a mi piso y al abrirse la puerta del ascensor, cuando estamos por bajar, la mujer de estatura baja dice en perfecto castellano argentino: “El boludo del calzoncillo seguro no se le para”, a lo que la mujer grande de cuerpo respondió “Y seguro que al gordo nabo tampoco”.
A la media hora teníamos a la policía de Chicago haciéndonos un interrogatorio por una denuncia de acoso sexual, con pruebas contundentes de las cámaras de seguridad de los ascensores donde se nos veía a mí en calzoncillos y al gordo en bermudas y el torso desnudo (y toda su panza). La intervención de la embajada argentina fue clave para que pudiéramos viajar urgente a nuestro país, luego de la solicitud de deportación del gobierno norteamericano con la prohibición de volver a entrar a ese país por el transcurso de 10 años.
Doctor, mi mujer no cree lo que les conté, dice que soy un depravado y Paneto un violador serial. Y para colmo no vamos a poder viajar a Disney en Orlando el año que viene.
¿Algún comentario?
Romualdo.
Sur bonaerense. Argentina.
RESPUESTA DEL DOCTOR AMOR
Estimado Romualdo:
Que interesante el viaje que hiciste a la cuna del comercio de los comodities agropecuarios y vemos que pudiste aprender muchas cosas. Especialmente que ser un boludo importante es algo innato en vos. Porque a nadie se le ocurriría salir a un pasillo de un hotel en EEUU en calzoncillos y menos sin la precaución de trabar la puerta. Además cuando fuiste a la habitación de tu amigo, ¿no se te ocurrió pedirle algo para ponerte?
Nos encantó como definiste a ambas señoras que ingresaron al ascensor. En vez de decir que subieron una enana y una gorda, te gastaste escribiendo unas descripciones típicas de Chiche Gelblung.
Además, se mandaron la del manual del “Argento ilustrado”: que es hablar ganzadas delante de personas extrañas pensando que no hablan nuestro idioma. Típico de los naboletis de nuestro país.
En estos casos, lo recomendable es no contar a nadie más lo que te pasó para evitar el escarnio público en tu pueblo. Es lógico que tu mujer no te crea, ya que no debe poder entender lo salame que fuiste. Además, andá diciéndolo al gordo Paneto que ni se le ocurra pasar de visita por tu casa. Porque habitualmente ante el interrogatorio de tu mujer, en algo va a diferir tú relato con el de él y ahí se va a armar la Tercera Guerra Mundial.
En relación al viaje a Orlando, andá haciéndoles la cabeza a los chicos que el Disney de París es mejor, más grande, con más tecnología, que ahí mIckey habla francés, y otras cosas que se te ocurran, a pesar de que todos sabemos la verdad.
Como buena noticia debes considerar que tus trayectos en los pasillos del hotel siempre fueron al “trotecito”. Al menos hiciste algo de ejercicio.
Por último: la botellita de whisky del minibar te la cobraron 20 dólares! ¡Qué boludo interesante!
Dr. Amor
PD: Pregunta de las colegas de nuestro consultorio. ¿Los calzoncillos eran bóxer o slip?