Doctor Amor:
Le escribo para contarle algo que me sucedió y la verdad estoy desconcertado.
Me llamo Juan Manuel, tengo 34 años y la verdad vivo a full todo el día y creo que como la mayoría de los argentinos. Este extremo vivir me trajo algunas contracturas y dolores, ya sea por el trabajo, los nervios que a veces alguno se hace o las malas posturas en la oficina.
Lo cierto es que comencé a ver la posibilidad de ir a un masajista. A decir verdad “una masajista”. Hecho que concrete de inmediato buscando en los clasificados del diario. Al principio me daba la sensación de que el título de masajista era una máscara como para brindar otros servicios, pero al llamar por teléfono note que no era así.
Concerté una entrevista con una masajista, la cual me atendió muy cordial por teléfono y me explico como era la sesión. La misma constaba de una hora de masajes descontracturantes y culminaba con un relax manual, lo que a mi entender así se hizo más tentadora la idea de ir.
Ni corto ni perezoso fui hasta su consultorio y me encontré con la posibilidad de elegir entre tres profesionales. La verdad Dr. una más linda que la otra. Una vez elegida la masajista, pasamos a un cuarto en el cual se encontraba una camilla, donde ella me pidió que me desvistiera y acostara boca abajo en la misma. En tanto, ella se retiró de la habitación y comencé a desvestirme, dejándome sólo el calzoncillo. Cuando la masajista ingresó me dijo que también me sacara el calzoncillo porque usaba cremas y aceites y corría riesgo de que se manchara. Con bastante vergüenza me lo saqué y me volví a acostar. Allí comenzó sus masajes -que la verdad son espectaculares- y realmente descontracturantes. Pasada la media hora de masajes y con una música muy suave (que a mí me descontracturaba más todavía), llego la hora de darme vuelta en la camilla. Lo que a decir verdad me ponía muy incómodo y bastante nervioso. La sesión fue tal cual se había convenido por teléfono y una vez terminada ésta, me duché y me despedí. Pero antes de irme, Vicky (la masajista) me dijo que cuando quisiera podía volver y si yo quería la próxima vez podía pedirle que se sacara el delantal.
Y así fue que a los 15 días volví, pero con algunos ratones dando millones de vueltas en mi cabeza. Nuevamente comenzó con la rutina, pero esta vez me sentía más suelto, y comencé a preguntarle si además de masajes brindaba otro tipo de servicio, a lo que ella muy cordialmente me respondió que no, que la idea del lugar era brindar buenos masajes, un buen relax. Pero….. a lo que sí podían acceder era a un masaje “prostático”. Que si aceptaba, ella me lo realizaba, a lo que yo respondí: “¡NI LOCO!!!. Haciendo alarde de mi falso machismo y como ofendiéndome. Igualmente, ella me explicó que muchos de los hombres que concurren al lugar lo practicaban y que se iban más que contentos. Igualmente, no accedí y la sesión terminó como debía ser con un relax manual. Pero esta vez con algún que otro beso de parte mía y algunas manos inquietas recorriendo el pecho y las nalgas de Vicky, a las que ella no opuso ninguna resistencia. Luego de finalizar, nos despedimos y quedamos que volvería otro día.
Así fue que volví.. volví como al mes porque la verdad para este tipo de placeres hay que juntar algunos pesitos. Pero volví y esta vez con mas soltura y ganas de pasarla mejor que las veces anteriores. Quizás era que lo que me había contado del masaje prostático me daba vueltas en la cabezas, verdaderamente no lo sé. Comenzó la sesión como siempre, pero llegando al final ella me volvió a preguntar si quería realizarme un prostático. Dudé por unos cuantos segundos y le dije que sí, en voz baja y con tono de tímido, -tal vez con miedo-, o pensando en arrepentirme. La masajista sólo me dijo: “Tenés que estar seguro, y tenés que relajarte y gozar. En ese preciso momento sentí como un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, pero no podía volver atrás. Así que con voz firme dije un sí rotundo. Entonces me explicó que debía ponerme en posición fetal de costado y esperar, que enseguidita. En ese momento se me cruzaron infinidad de cosas por la cabeza, pero bueno ya estaba en el juego y había que jugarlo. Igualmente, ¿quién se iba a enterar de esto?. La luz estaba muy tenue por lo que prácticamente no se veía casi nada y la música llevaba a soñar lo mejor. Así que dije: “ Dale que va…¡a gozar…azúcaaaaa!. De repente, sentí que la puerta se abrió y sin querer mirar por vergüenza me quedé en la posición que estaba, mirando para el otro lado. En ese momento sentí no que un dedo entraba en mi recto sino como si la mano entera estaba dentro mío. Pero la verdad es que en ese exacto momento tuve una erección nunca vivida, seguida de una eyaculación fabulosa, con la potencia de una manguera de bomberos, llegando a manchar con mi semen hasta la pared. ¡Fue espectacular, indescriptible!. Creo que hay que vivirlo para poder contar lo que se siente. Fue mi mejor y más potente eyaculación. Cuando terminó todo, me habían quedado algunas dudas de cómo había sido el masaje y como lo había realizado. Para ello le pregunte a Vicky todo esto y ella respondió: “Menos pregunta Dios…. y perdona” “Aquí lo importante es que te haya gustado…”, y así terminó otra sesión de masajes más. Al salir, encontré a un tipo que medía unos dos metros de alto y su espalda no pasaba por la puerta. Estaba en slip y con carita de feliz cumpleaños y una amplia sonrisa me dijo: “Hasta la próxima…..nene y espero que sea mejor”.
Ahora hace como 2 meses que no voy. No porque no tenga ganas de ir, sino porque tengo cierto temor de volver a vivir esa experiencia. Lo pienso y me encanta pero a la vez me da miedo de pasarme “para el otro lado……..”
Usted me entiende, ¿ no?
Querido Dr. ¿Qué debo hacer? Estoy perdido y no encuentro respuestas.
Juan Manuel de Caballito
Respuesta del DR AMOR:
Querido Caballito de Juan Manuel:
¿O es al revés?. Estimado amigo. ¡Qué mal le hacen estos hechos al deporte argentino!. El relato fue muy detallado y exhaustivo. Te comento que tuvo en vilo a todos los profesionales de nuestra consulta –hombres y mujeres-. Hasta alguno salió a afuera a fumar un cigarrillo, de lo nerviosos que estaban. Ahora bien. No nos explicás bien que era ese “final manual”. ¿Los masajes no te los hacía con las manos?. Además deberíamos saber, que es exactamente eso de “meterle mano a la masajista en sus pechos y nalgas y que ella no decía nada. ¿Qué esperabas que te dijera en ese momento? ¿El preámbulo de la Constitución?. Además, vemos que sos un chanchito insaciable, ya que como volviste varias veces a hacerte “esos masajitos”, siempre querías más y cosas mal llamadas novedosas. Te comentamos que los masajes prostáticos datan de la antigüedad griega, donde se realizaban no solamente con los dedos, sino también con verduras –acordes a la forma y tamaño del conducto- y con otros adminículos (con perdón de la palabra) como palos, metales, piedras y carnes. El griego más reconocido por su afición y perfeccionó estas técnicas, se llamaba Eleuterio Porelortis, siendo reconocido también hasta por los romanos de esa época. Pero volviendo a tu caso, nos surge otra duda. El último masaje….¿te lo hizo Vicky? ¿No te lo habrá hecho ese “marino ruso” en slip que encontraste en la salida?. ¿Por qué joraca se reía? ¿Te lo habrá hecho con un dedo?
Lamentablemente muchas incógnitas sin respuesta. A nuestro entender, tendrías que volver y pedir nuevamente todo los masajes y cuando llegue este último, chauchón, abrí los ojos y fijate bien en quién y con que te lo hacen.
¡Marche otra cremita hemorroidal para la zona de Caballito!
Dr. Amor
PD: ¿No habrás ido a la masajista que está en Rivadavia al 5200? ¿no…?