Comenzó a utilizarse en los inicios del siglo XX a raíz de Prudencio Miguel Reyes, utilero del Club Nacional de Football de Montevideo.
Los días de partido, Reyes ofrecía sus servicios en un lado del campo hinchando balones y preparándolos para el lance del juego. Era tal su afición por el fútbol que vivía los partidos con una afición desmesurada, gritando cada pase y arengando al resto de los espectadores para que animasen al equipo de sus amores. En poco tiempo Prudencio fue conocido como el hincha o hinchador de balones.
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