Demonio es una palabra que proviene del griego daimon, que significa ‘genio’ o ‘espíritu’ no personificado.
Este genio o espíritu también puede ser entendido como una fuerza, pero nunca como una persona con voluntad o con un personaje.
Debido al hecho de que los evangelios narran diferentes historias sobre exorcismos practicados por Jesús, se ha extendido la creencia de que los demonios son siempre fuerzas negativas o diabólicas, o son el diablo mismo. Sin embargo, estos no deben ser confundidos con la personificación del diablo.
Los demonios, genios o espíritus pueden ser buenos o malos. En el ámbito de las creencias espirituales, se cree que los demonios, en tanto fuerza no personalizada, actúan a través de las personas bajo la forma de la posesión, y por lo tanto, pueden impulsarles tanto a la creación como a la destrucción, tanto al bien como al mal. Ahora bien, en ambos casos, el «demonio» debe ser liberado para que la persona poseída pueda volver a hacer uso de su voluntad y libertad.
En tiempos de Jesús la epilepsia era considerada un demonio, toda vez que suplantaba la voluntad y conciencia del sujeto. De la misma forma, muchas enfermedades que generaban este efecto en las personas eran tenidas por fuerzas demoníacas.
Este tipo de fuerzas debe distinguirse del concepto de diablo. La palabra diablo alude siempre a aquel o aquello que divide, que separa o que calumnia. Muchas veces se le personifica a través de las figuras de Satanás o Lucifer, ‘adversario’ de Dios y del hombre. En cambio, un demonio, genio o espíritu no tiene entidad propia, planes ni voluntad. Por lo tanto, no constituye un personaje.
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