Frase que simboliza el reto a pelear con alguien. Por extensión, la expresión se utiliza para aludir a cualquier acción de desafío, real o simbólica.
El gesto procede de una parodia sacrílega del ritual del bautismo por el que el sacerdote mojaba la oreja del niño, mientras exclamaba «¡Ábrete!», ordenando simbólicamente que se abrieran los oídos para escuchar las verdades de la fe.
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