Darse con un canto en los dientes

Darse con un canto en los dientes

A veces ocurre que con el paso del tiempo las palabras perdieron su contexto y su uso, o surgieron en momentos históricos lejanos desconocidos para la gran mayoría de hispanohablantes; otras, en cambio, los dichos derivaron o se transformaron hasta adaptarse a la mentalidad del momento. Esto último sucedió con la expresión que hoy nos ocupa.

La expresión ‘darse con un canto en los dientes’ nos trae a la mente la imagen de alguien que tropieza, cae de bruces y se da un fuerte golpe en la boca con los cantos o piedras que cubren el suelo, ya que ¿a quién se le va a ocurrir la barbaridad de coger un pedrusco y darse con él un golpe en la dentadura?. Es fácil sospechar que su origen no guarda relación con un improvisado tropiezo, y mucho menos con un ataque compulsivo de locura masoquista.

Para llegar a esta conclusión habría que recordar el significado que hoy le damos a esta frase, porque todo el mundo sabe que ‘darse con un canto en los dientes’ lo decimos al conformarnos con el resultado de algo que se presentía negativo y acaba siendo mejor de lo esperado, o no tan malo como cabría suponer. Lo usamos, por ejemplo, si un deudor nos abona parte de una cantidad que nunca pensaba pagar, cuando un estudiante seguro de suspender una asignatura al final la aprueba por los pelos o conseguimos ese puesto de trabajo tan ansiado, aunque sea inferior a nuestra preparación y expectativas.
La palabra ‘canto’ deriva del latín cantus, voz de origen celta que aludía a la llanta de metal de una rueda y nada tiene que ver con el verbo cantar. Por eso, un canto se aplicó al extremo, lado o remate de una cosa, como ocurre con el canto de un libro, un cuchillo, un pan, un ladrillo o una moneda. Decimos que algo está ‘de canto’ para indicar que se sitúa de lado y no de plano, o que una cosa viene ‘al canto’ cuando está próxima en el tiempo, a pique de realizarse, muy cerca o de forma inmediata (me temo una discusión al canto). Algo ocurre por ‘el canto de un duro’ cuando le falta muy poco para hacerse efectivo (perdió el partido por el canto de un duro, me faltó el canto de un duro para aprobar inglés), en alusión al fino perfil de la antigua moneda española de cinco pesetas, conocida popularmente como duro.
Pero canto también puede referirse a un trozo de piedra, que es el significado que tiene en la expresión que nos ocupa. Y es que a propósito de la frase ‘darse con un canto en los dientes’, el DLE recoge otra similar, ‘con un canto en los pechos’, para expresar que algo se hace con mucho gusto y complacencia, y acto seguido afirma que, además de los dientes, uno puede darse con un canto en los nudillos, con el mismo significado. Esta coincidencia nos da pie para aclarar que el origen de esta locución hay que buscarlo en las tradiciones judeocristianas, en las que los fieles solían pedir el favor divino ante alguna adversidad participando en ceremonias en las cuales se golpeaban el pecho con una piedra en la mano.

Este gesto se exageró tiempo después, cambiando pecho por dientes para hacer más efectiva y enfática dicha expresión, perdido ya el concepto inicial del culto que la originó. No obstante, en cierto modo tal costumbre perduró en la liturgia católica, de forma que cuando el creyente entona el mea culpa en la oración del Credo, como señal de arrepentimiento, lo acompaña con tres golpes en el pecho con el puño cerrado, pero ya sin agarrar piedra alguna.
Fuente: https://fraseomania.blogspot.com/2019/03/darse-con-un-canto-en-los-dientes.html