Siempre se dijo que la primavera es la estación del amor. Las personas muestran más el cuerpo, los ánimos mejoran y las ganas de romance se siente en el aire. ¿Pero es la estación del amor también el momento en el que la infidelidad crece?
Esta pregunta es difícil de responder, porque cada pareja es un mundo, y los vínculos son muy variados, ya que se conforman en función de acuerdos conscientes y contratos inconscientes. Hay parejas para las cuales la monogamia es primordial y forma parte de un acuerdo mutuo, pero hay otras, llamadas abiertas, donde experiencias puntuales con otras personas no son vividas como una «infidelidad», sino como una experiencia posible que no compromete al vínculo.
La infidelidad es una conducta que puede ser ocasional o repetitiva. Puede estar integrada en el vínculo, en cuyo caso no se vive como algo condenatorio, o ser una herida para la otra persona. Además, esta conducta puede significar muchas cosas, y no necesariamente una patología.
Puede ser la consecuencia de un vínculo que se desgastó producto del desenamoramiento, la expresión de una crisis pasajera o una actitud compulsiva que se repite de forma regular. Es difícil calificar de patológica a esta conducta, ya que dependerá de la personalidad de base y el contexto en que ocurre.
En las relaciones humanas y en la constitución de vínculo, muy pocos aspectos son el producto de la naturaleza. Gran parte de estos lazos son de origen cultural, y como tales van evolucionando de acuerdo a las épocas. Coincido con H. Fisher, quien dijo que la monogamia no es natural sino cultural y en gran medida, epocal.
No creo sin embargo que la infidelidad sea una pura consecuencia de procesos químicos cerebrales, más bien considero que se puede llegar a ella de formas muy diversas. Dependerá del acuerdo consciente o inconsciente de la pareja, del amor o desamor entre ellos. Si el acuerdo era monogámico, se verá con el tiempo si la herida de un engaño sana.
Es difícil separar el temor a la «infidelidad» de los celos. Muchos engaños son imaginarios, pero el otro está convencido de su existencia real. Nada más riesgoso en un vínculo que la celotipia (celos patológicos), una patología que puede llevar a la violencia física e incluso a la muerte del otro. Numerosos femicidios tienen origen en estos celos patológicos.
RolandBarthes solía decir: » Como celoso sufro cuatro veces, porque soy celoso, porque me reprocho de serlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo asujetarme a una banalidad. Sufro de sentirme excluido, de ser agresivo, de ser loco y de ser común».
*El doctor Juan Eduardo Tessone es médico psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Fuente: http://docsalud.com/articulo/7501/aumenta-la-infidelidad-en-primavera