Árbol perteneciente a la familia de las ebenáceas, originario de Japón y de China, del que existen numerosas variedades en Europa y América, cuyo fruto es comestible.
Aproximadamente mide unos 10 metros de alto, con la copa redondeada y la corteza escamosa y grisásea.
Cultivo
Al ser el caqui un árbol rústico es adaptable a toda clase de suelos ligeros, arenosos, ya que posee raíces potentes. Es un árbol propio de tierras de regadío de naturaleza fresca; las tierras excesivamente húmedas o encharcadas pueden pudrir sus raíces. El árbol es resistente a los fríos, pero el fruto, en realidad es un árbol de carácter subtropical, que se adapta al clima mediterráneo. Los frutos maduran en otoño y poseen una gran cantidad de agua, lo que los hace muy sensibles al frío (una sola helada o escarcha los hace incomestibles), de forma que el árbol sólo puede cultivarse a altitudes inferiores a los 200 ó 300 m. La pluviosidad mínima requerida es de 700 mm de agua al año.
El caqui es un árbol que necesita una tierra en constante renovación. Los riegos deben ser abundantes, especialmente en verano, han de ser suspendidos cuando el fruto entra en proceso de maduración, pues corre el peligro de agrietarse.
Es un árbol que difícilmente sufra enfermedades, porque el fruto es muy duro y, en su desarrollo, produce una aspereza impenetrable para los insectos y gusanos. La única parte sensible a las enfermedades son las hojas que, y el tratamiento que se le debe hacer es a base de sulfuros son simples y fáciles de aplicar en el momento o como preventivo antes de la aparición de los frutos.
Fruto
El fruto del caqui en general es redondo y bastante grande, aunque su forma varía según las distintas variedades. Posee una piel fina y de color rojo. La pulpa es dura, de sabor áspero y casi leñosa al desarrollarse, aunque al madurar adquiere una textura fina y extremadamente blanca. Su sabor es peculiar y muy dulce.