Convencional: Ajo

Convencional: Ajo

Planta liliácea de hojas muy estrechas, flores pequeñas y blancas y bulbo blanco y redondo de olor y sabor fuertes.

El ajo es de la familia de las liláceas. Es una planta bianual, que posee un bulbo formado por un número variable de dientes, envueltos en varias capas de piel fina.
Posee un tallo único que mide entre diez y veinte centímetros de longitud, provisto de hojas largas, aquilladas y lisas. El tallo está rematado por una umbela de forma esférica formada por flores escasas y pequeñas, de color blancas o entintadas de rojo. Las semillas, un total de seis, se dan en parejas, y se hallan encerradas en una cápsula dividida en tres partes.
Del género allium se conocen más de doscientas sesenta especies, entre las que se encuentran el ajo porro, el puerro y la cebolla. Del ajo hortense existen diversas variedades: el blanco, el rojo, que tiene un color un tanto violáceo en la piel; el macho de una sola cabeza, etc.

Variedades
Ajo común: Planta liliácea, que constituye uno de los condimentos más comunes.
Ajo blanco: Planta con flores blancas, originaria de la región mediterránea.
Ajo rosado: Planta bulbosa, cuyas flores son de color rosa.
Ajo perruno: Planta liliácea medicinal y comestible.

Cultivo
El ajo hortense, originario de Asia central, no crece en estado silvestre, sino que debe ser cultivado, y ha tenido una amplia difusión en todos los países mediterráneo desde épocas remotas.
Los dientes de ajo se siembran a medio palmo de profundidad; para que los ajos crezcan sanos y fuertes, la siembra debe hacerse en luna vieja, para que los ajos no se salgan de la tierra, y el período adecuado es de octubre a abril. Como curiosidad cabe señalar que existe un refrán que dice «Tantos ajos pierde el ajero, como días tiene enero», haciendo referencia al hecho de que, una vez pasado enero, los ajos ya no medran.
Cuando se trata de la siembra del ajo, se dice que: «El ajo se planta, dividido en dientes, poco antes o después del solsticio (de invierno). Hay diferentes clases: el temprano y el tardío, porque hay un ajo que madura en 60 días. También se distinguen por su tamaño. Hay una variedad que sobresale por su tamaño, concretamente la llamada cipris, la cual no se cuece, sino que se usa en ensaladas y, cuando se machaca, crece prodigiosamente formando una masa espumosa.
Hay otra diferencia: que algunos no tienen dientes y, por eso, no pueden dividirse. La delicadeza de gusto y olor, así como el vigor estriban en la situación y en el cultivo, como ocurre en otras hierbas. El ajo completa su madurez a partir de la semilla, pero lentamente, ya que el primer año produce una cabeza parecida al puerro y, al año siguiente, echa dientes, adquiriendo, en el tercer año, su completo desarrollo, y algunos dicen que no es inferior, sino que más bien superior al ajo plantado».
La planta florece en primavera y verano, y, según la variedad que sea, se recogen en un momento u otro, como recomienda la sabiduría popular: por ejemplo, en San Juan se colectan los sanjuaneros, y por San Pedro se arranca el ajo y se siembra el puerro. Para recolectarlos se cava la tierra para extraer las cabezas y, a continuación, se les corta el tallo y se ponen a secar. La manera tradicional aconseja enristrarlos, trenzándolos junto con sus tallos, para reunir los manojos de cabezas de ajos que adornan nuestras cocinas. En la antigüedad se colgaban de las puertas para proteger las casas y ahuyentar los malos espíritus.

Propiedades
Las propiedades del ajo son tantas que sería prácticamente imposible enumerarlas todas; evita el endurecimiento de las arterias, facilita el riego sanguíneo, y disuelve los cristales de ácido úrico, entre otras.
Tiene reconocidas propiedades antihelminíticas, en especial para las lombrices -parásitos- pequeñas y blancas llamadas oxiuros que atacan a los niños. En este caso, se preparan lavativas de la siguiente manera: en medio o un litro de agua tibia, se mezcla bien un ajo aceite que esté bien trabado, de tal manera que resulte un líquido lechoso. La lavativa ha de aplicarse recién preparada para que no se corte. Otra manera más directa y sencilla es introducir por el recto un diente de ajo untado en aceite a modo de supositorio. Por si acaso, siempre consulte a su médico.