Los que tratan de destruir la imagen del Gaucho – Por Raúl Oscar Finucci
En estos momentos en que los amantes de nuestro pasado rural y por ende de todo lo atinente a la vida, usos y costumbres del gaucho, están de parabienes porque existe un reconocimiento a ese personaje tan querido y a sus íconos, resumido esto en espectáculos teatrales, musicales y en la “moda gaucha”, debemos saber que también nuestro arquetipo nacional tiene y ha tenido sus detractores. Tal vez uno de los más relevantes ha sido Domingo Faustino Sarmiento, el que con su famoso apotegma: “Los males que aquejan a la argentina son su extensión y el desierto”, inició un embate constante sobre la figura del gaucho, único dominador posible, en aquella época, de nuestra patria en construcción. Nunca podremos olvidar la carta que le enviara a Mitre después de la batalla de Pavón escribiendo: “No trate de economizar sangre de gaucho. Este es un abono que es útil hacer al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”. De allí hasta “Civilización o barbarie”, todo ha sido desmerecedor e hiriente.
No coincidió con el “ilustre sanjuanino” el autor Rubén Mayer quien afirmó que “El gaucho ha sido la base más sólida para la formación de nuestra nacionalidad”.
Carlos Astrada sostenía que “el mito gaucho” era un modelo ideal al que se encamina el hombre argentino real. Se oponen, a estas y muchísimas opiniones de reconocidos autores, los argumentos de los gauchófobos que encolumnados detrás de Sarmiento, trataron y tratan de destruir la imagen y el aporte que el gaucho hizo a la nacionalidad.
Destacados en esa tarea fueron, entre otros, Juan Bautista Alberdi y Ezequiel Martínez Estrada, pero uno de los más encarnizados enemigos de nuestro hombre del pasado rural debió ser Emilio A. Coni, autor del libro “El Gaucho”, cuya primera edición la realizó Editorial Sudamericana en 1945. En el primer párrafo de su introducción escribe Coni: “Destruir leyendas sin fundamento real cuando ellas pretenden invadir el campo de la Historia, es una tarea antipática, aunque necesaria a veces”. Este autor ataca certeramente a lectores desprevenidos. En el capítulo titulado “Los primeros frutos gauchescos”, relata que en 1721, al procurador General de Buenos Aires llama la atención de Cabildo informándole de que “en la otra banda (Uruguay), “…se albergan muchos peones vagabundos…” que serán seguramente perjudiciales para el ganado. Si nos remitimos a la llamadas, las que se reproducen al pie de página en letra chica, podemos observar que esta aseveración, como las que utiliza en casi todo el libro, son obtenidas de documentos de archivos judiciales. Con esta metodología podríamos destruir a médicos, ingenieros, escritores, etc. porque en archivo judicial, deben figurar, seguramente, delitos cometidos por personas de las mencionadas profesiones.
No podemos desconocer las falencias de una clase social tan basta y compleja como lo era la que componía el gaucho, pero de allí a la gauchofobia hay un tramo.
Los que estaban a favor
Entre los muchos personajes relevantes que estaban a favor del gaucho se encontraban, nada menos que: José Hernández, por supuesto, Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones, Rubén F. Mayer, Bartolomé Mitre, Carlos Astrada. Miguel de Unamuno, Charles Darwin, Félix de Azara y Guillermo Hudson. Estos son sólo algunos de los que comprendieron el sentido de su vida.