Para aquellos que tengan menos de 50 años o que sean extranjeros, les voy a contar quién era Patoruzú.
Patoruzú, creado por Dante Quinterno en 1928, es uno de los personajes más importantes e influyentes de la historieta argentina.
El cacique Patoruzú —el último de los tehuelches, se transformó en uno de los iconos de la cultura popular argentina. Fue asimismo uno de los antecedentes de los superhéroes creados a fines de los años 1930, al contar con superpoderes.
Patoruzú poseía fuerza y agilidad sobrenaturales, explicadas contradictoria e independientemente como herencia familiar, el resultado de una privilegiada alimentación infantil o, por efecto de un saludable régimen de baños termales.
Patoruzú resolvía con frecuencia sus problemas acudiendo a la pura fuerza física.
Era capaz de correr cargando un automóvil, frenar un camión en marcha con el pie, detener una avioneta a punto de estrellarse, frenar latigazos con su pecho, romper cuchillos con la palma de su mano e incluso frenar disparos, sin recibir daño alguno. Era capaz también de correr a enormes velocidades, y contaba con un prodigioso sentido de la orientación, y un olfato de agudeza animal. Gracias a ello, se arrojaba impulsiva y descuidadamente en el peligro, y salía airoso la mayoría de las veces.
Ya sabemos quién es el personaje en cuestión.
Cuando era chico, muchas veces escuché de la boca de mi padre la frase: “¡Que te pensás, que sos Patoruzú! ¡Que patea el corner y va a cabecear!”
Esto era una analogía con las personas que lo pueden todo, que logran sobreponerse a lo peor, que salen adelante cueste lo que cueste.
Y pensando en todo esto, estoy convencido, que, en algunos momentos de mi vida, verdaderamente me sentí como Patoruzú.
Cuando rememoro circunstancias y situaciones de mi existencia, me doy cuenta, que hubo algunos eventos, que se juntaron y combinaron, conformando un coctel explosivo.
Son esas situaciones, que, al finalizar el día, uno llega a pensar, que más cosas difíciles y complicadas, puedo llegar a vivir.
Y a todos nos ocurren esas cosas.
Y a todos se nos cruza por la cabeza, que no vamos a poder tolerarlas, sobrellevarlas, terminarlas y llegar a superarlas.
Son momentos aciagos, que nos golpean en la línea de flotación, considerándonos a nosotros mismos, en esos duros instantes, que somos los peores del vecindario.
Y quién más, quién menos, todos fuimos saliendo de esas coyunturas complicadas, tristes y amargas.
Muchos dirán que el tiempo ayuda a sobrellevar y a sobreponerse a todo lo que nos toque vivir.
Coincido con este concepto, pero debemos tener en cuenta, que cada uno de nosotros, somos individuos iguales y diferentes, que reaccionaremos mejor o peor que otros, a los diversos acontecimientos.
Un desamor, la pérdida de algo material, la enfermedad de alguien que queremos, alguna enfermedad en nosotros mismos, la desilusión de una amistad, la traición, la intolerancia de nuestros pares, la incomprensión, el desánimo, el dolor, el sufrimiento, la muerte de nuestros seres cercanos, la posibilidad de nuestra propia muerte.
Y estas son tan sólo algunas de las cosas que se me ocurren enumerar, que duelen, entristecen, agobian y generan sensaciones de todo tipo.
Y en mi caso, ante esos temidos y angustiantes acontecimientos, siempre salió mi Patoruzú interior.
Y no fue algo que elaboré y pensé, para ponerme al hombro los múltiples e innumerables problemas.
Sino que fue algo totalmente espontaneo y natural.
Diría que hasta inconsciente.
Comencé a pensar en esto, cuando alguien que te quiere, te comenta: “Que fortaleza tuviste para resolver, sobrellevar y salir de esta situación tan triste”.
Y en esos casos, me di cuenta que gracias a la mirada de los otros, llegué a entender, que lo vivido había sido mucho más fuerte y doloroso, que lo que yo lo consideraba.
Es como que uno minimiza todo esto.
Que lo toma con mucha naturalidad.
Que son cosas que nos tocan vivir, y que debemos seguir adelante.
Que así es la vida.
Que ese es mi destino.
Y no reniego de esta forma de ser.
En los últimos tiempos, he vivido muchas cosas complicadas, difíciles, aturdidoras y algunas hasta con final incierto.
Vivencias que mellan nuestra alma e intranquilizan a nuestra mente.
Y una vez más, mi Patoruzú, emergió de lo más profundo de mi corazón, dándome esas fuerzas sobrehumanas, que él tiene y utiliza.
Todo pasará.
Todo terminará en algún momento.
Pero nadie me va a quitar, esta sensación de que puedo hacer frente a lo imposible, con la mayor fuerza sobrehumana, basada en el amor y en los sentimientos más puros que puedan existir.
Estoy seguro, que, como aquel maravilloso personaje, estoy en condiciones de patear el corner, ir a cabecearlo y hasta atajarlo.
Espero, que tú Patoruzú esté alerta y en condiciones de salir al frente.
Y ruego a Dios, que no tengas que utilizarlo mucho en tu vida.
Pero si te toca, y parafraseando al cacique tehuelche, te diría:
“Fuerza Ahijuna Canejo”.
De Ale Ramírez