Dmitri Dmítrievich Shostakóvich (San Petersburgo, 25 de septiembre de 1906-Moscú, 9 de agosto de 1975) fue un compositor y pianista sovietico, uno de los músicos más importantes del siglo XX.
Shostakóvich se hizo famoso en los años iniciales de la Unión Soviética, con obras como la Sinfonía n.º 1 o la ópera La nariz, que combinaban con gran originalidad la tradición rusa y las corrientes modernistas procedentes de occidente. Posteriormente, su música fue unas veces denunciada como decadente y reaccionaria y otras, alabada como representativa del nuevo arte socialista por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). En público, siempre se mostró leal con el sistema soviético, ocupó responsabilidades importantes en las instituciones artísticas, aceptó pertenecer al PCUS en 1960 y llegó a ser miembro del Soviet Supremo de la URSS. Su actitud frente al gobierno y el Estado soviético ha sido objeto de agrias polémicas y se ha discutido enconadamente si fue o no un disidente clandestino frente a la URSS.
Tras un período inicial en el que parecen primar las influencias de Prokófiev, Ígor Stravinski y Paul Hindemith, Shostakóvich desarrolló un estilo híbrido del que es representativa su ópera Lady Macbeth de Mtsensk (1934). Posteriormente derivó hacia un estilo posromántico, donde destaca la Sinfonía No. 5 (1937), y en el que la influencia de Mahler se combina con la tradición musical rusa, con Músorgski y Stravinsky como referentes importantes. Shostakóvich integró todas esas influencias creando un estilo muy personal. La música de Shostakóvich suele incluir contrastes agudos y elementos grotescos,1 con un componente rítmico muy destacado. En su obra orquestal destacan quince sinfonías y seis conciertos; en su música de cámara cabe mencionar especialmente sus quince cuartetos para cuerdas; también compuso varias óperas, así como música de cine y ballet.
Su vida
Sus primeros años
Nacido en San Petersburgo, Imperio ruso, Shostakóvich fue un niño prodigio como pianista y como compositor. Su padre, DmitriBoleslávovichShostakóvich, de origen polaco conoció en 1902 a Sofía VasílievnaKokoúlina, futura madre del compositor. La pareja contrajo matrimonio en 1903 y durante los siguientes cinco años dio a luz a sus tres hijos: María, Dmitri y Sofía Shostakóvich. La música ocupó un lugar muy importante en la vida de la familia. Su madre fue una gran pianista que tuvo que dejar sus aficiones para dedicarse plenamente a la maternidad. Sin embargo, gracias a su elemental enseñanza musical, su oído absoluto y su extraordinaria memoria, Shostakóvich encarriló su camino como futuro pianista. Tras los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial, compuso su primer poema para piano «El soldado». Años después el compositor confesó que «era un pieza excesivamente larga, plagada de detalles ilustrativos y de aclaraciones verbales (del tipo de «aquí disparó el soldado» etc.)».
De una familia intelectual con influencias políticas, en sus años de adolescencia fue testigo de las revoluciones de 1917 y escribió alguna obra conmemorativa de las víctimas de la revolución como :»Himno a la libertad», «Marcha fúnebre por las víctimas de la Revolución» y «Pequeña sinfonía revolucionaria». Shostakóvich fue admitido en el Conservatorio de Petrogrado, donde recibió las enseñanzas de MaximilianSteinberg. Fue uno de los alumnos más asiduos y perseverantes. En las clases de composición se les instruía acerca de las disciplinas de armonía, fuga y contrapunto. Shostakóvich recordaba años después: «Yo estudiaba con una enorme pasión, diría incluso que con un entusiasmo excesivo. Recogía ávidamente cuanto me enseñaba Steinberg y absorbía como una esponja cada una de sus instrucciones y de sus propuestas.» Dichas palabras se dieron en forma de agradecimiento por parte del compositor al que fue su gran maestro. Sin embargo, éste nunca llegó a comprender la música de su prodigioso alumno. A su vez, recibió clases de piano de la mano del profesor LeonidNikoláiev, donde desarrolló nuevas técnicas pianísticas y aprendió distintas formas de interpretación. Durante su estancia, sufrió las consecuencias de su falta de interés por la política, y fue suspendido en su examen de metodología marxista.
El mismo año de su ingresó en el Conservatorio, la familia Shostakóvich sufrió un gran revés. El padre del compositor cayó gravemente enfermo y finalmente murió el 24 de febrero de 1922. La falta de dinero hizo que aquellos años fueran duros para el mantenimiento de toda la familia. A principios de 1923, a Dmitri Shostakóvich le fue diagnosticada una tuberculosis de los ganglios linfáticos y de los bronquios. Tuvo que someterse a una operación, lo que supuso nuevos gastos además de numerosas deudas. Durante su recuperación, en un sanatorio de Koreiz (Crimea), tuvo la oportunidad de conocer a distintos músicos y entablar nuevas relaciones. A su regreso, obtuvo una beca y así pudo continuar sus estudios en el Conservatorio. Además, durante los dos años siguientes, comenzó a trabajar como pianista en una sala de cines de películas mudas.
Nikoláiev dejaba a sus alumnos gran libertad de elección de sus obras. El repertorio de Shostakóvich era muy extenso pero no muy variado. Entre sus preferencias destacaba Beethoven mientras que Haydn y Mozart no despertaban un gran interés en el compositor. Al terminar sus estudios de piano, en el examen final interpretó la «Sonata «Hammerklavier» de Beethoven con la que obtuvo una gran calificación. Por razones inexplicables a día de hoy, tras realizar dicho examen no solo fue denegada su solicitud para el nuevo «curso académico» (también llamado «Aspirantura» o Doctorado), sino que fue expulsado del Conservatorio por su «gran inmadurez». Ante esta situación, su profesor Nikoláiev se ofreció a darle clases de piano particulares para así poder continuar con su carrera. Sin embargo, dichas clases fueron muy irregulares y, ante semejante situación, comenzó a dedicarle tiempo a la composición en lugar de a su carrera como pianista.
A principios de 1926, intentó reanudar sus estudios y esta vez fue admitido en el área de composición. Sin embargo, continuó ampliando su técnica y repertorio en el ámbito pianístico. En sus actuaciones públicas interpretaba no solo música clásica o contemporánea sino también música rusa y extranjera. Varias obras de Schuman, Beethoven y Chopin fueron elegidas para su nuevo repertorio así como composiciones de Prokófiev, Rajmáninov y Liádov. Por otra parte, también realizó sus primeros intentos como director de orquesta en el Conservatorio. La primera obra musical que obtuvo fama internacional la compuso a los 19 años: la Sinfonía n.º 1 en fa menor, Op. 10 (1925), que presentó como trabajo de graduación y que ganaría el primer premio de composición. Cuando la obra fue estrenada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado, el 12 de mayo del año siguiente, el júbilo se apoderó de los medios artísticos de la joven República soviética. El éxito de la sinfonía en Europa y América corroboró la revelación de un nuevo talento y, lo que era aun más decisivo, del primer gran autor de la «nueva Rusia». Shostakóvich transmitió su impresión tras el concierto de la siguiente forma: » Ayer mi sinfonía resultó muy bien. Se percibía la complicidad entre el compositor, el director, la orquesta y el auditorio. El éxito fue enorme. La sala estaba llena. El público aplaudió largo tiempo y tuve que saludar cinco veces. Todo salió extraordinariamente bien… Todo sonó perfectamente. Todavía estoy aturdido: por la sinfonía, por la interpretación, por el éxito, en una palabra, por todo».
Durante sus años de aprendizaje, siguió firmemente las nuevas tendencias que iban surgiendo en el ámbito artístico. Sin embargo, nunca se sometió profundamente a la vanguardia por su juventud. Tras la graduación, sufrió una «crisis de compositor» acerca de su futuro y de si realmente era válido para la música. Finalmente, tras superarla, decidió iniciar una carrera doble como compositor y pianista, pero su estilo frío de interpretación no fue demasiado apreciado. Escribió así una «Sonata para piano» en un solo movimiento, rompiendo tanto con la tonalidad como con los esquemas formales. Pronto limitaría sus actuaciones básicamente a aquellas en las que presentaba sus propios trabajos. En 1927 compuso su Sinfonía nº2(denominada Dedicatoria a Octubre). Mientras componía esta sinfonía comenzó a escribir su ópera satírica La nariz, basada en un cuento de NikoláiGógol. En cada página de la partitura hay ideas marcadas por su fuerte personalidad y carácter. En La nariz se utiliza casi de principio a fin el recitativo en lugar del canto tradicional. En 1929, su ópera fue tildada de «formalista» por la Asociación Rusa de Músicos Proletarios, una de las asociaciones de músicos de la URSS.
En 1927 comenzó también su relación con Iván Sollertinsky, que sería su mejor amigo hasta su muerte en 1944. Sollertinsky dio a conocer a Shostakóvich la obra de Gustav Mahler, que iba a tener una gran influencia en su música a partir de su Cuarta sinfonía.
Hacia finales de los años veinte Shostakóvich colaboró con el TRAM, un teatro juvenil proletario de Leningrado. Aunque desarrolló poca actividad, el puesto lo protegió de ataques ideológicos. Durante este tiempo se dedicó intensamente a componer su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, que se estrenó en 1934 y tuvo un éxito inmediato, aunque luego fue prohibida en su país durante veintiséis años.
En 1932 contrajo matrimonio con su primera esposa, Nina Varzar. Aunque las dificultades que tuvieron desde el principio los llevaron al divorcio en 1935, la pareja se reconcilió poco tiempo después.
Primera denuncia
En 1936, Pravda publicó una serie de ataques contra su música. En un famoso artículo titulado Caos en vez de música, se condenó a Lady Macbeth en términos drásticos, acusándola de esnobismo antipopular, pornofonía y formalismo. El artículo no tenía firma y se creía que el mismo Stalin era el autor. Los biógrafos de Shostakóvich no han establecido en forma unánime la verdadera autoría del artículo. Es posible que su autor fuese el editor del Pravda David I. Zaslavski (1880-1965) o el funcionario del área de cultura Víktor Gorodinski.
Las representaciones de la ópera, que estaban teniendo lugar simultáneamente en varios teatros, fueron suspendidas y el compositor vio desplomarse sus ingresos y su prestigio, en un contexto en el que la represión política estaba haciendo estragos. Era la época de las grandes purgas, en las que amigos y conocidos del compositor fueron enviados a prisión o ejecutados. En este periodo nació su hija Galina en 1936; su hijo Maksim nació dos años después.
Tras algunos ensayos, en diciembre de 1936 Shostakóvich retiró su Cuarta sinfonía sin llegar a estrenarla, probablemente por temor a la reacción que pudiera provocar. La sinfonía, una de las más trágicas del compositor, podría haber caído como una bomba en el clima de terror que las autoridades soviéticas pretendían encubrir con obras de arte brillantes y optimistas. La obra, que exige una enorme orquesta, no fue estrenada hasta 1961 y, hasta hoy sigue siendo una de sus sinfonías menos conocidas.
Su Quinta sinfonía, estrenada en 1937, es musicalmente conservadora. En ella la trágica emotividad de los movimientos lentos se combina con un dinamismo electrizante. La apoteosis final de la obra ha sido interpretada como optimista por unos, como burla a una alegría forzada por otros. Afortunadamente para Shostakóvich, el régimen entendió lo primero y ensalzó la obra, que fue un gran éxito en su país. Aunque recibió malas críticas en Occidente, la Sinfonía n.º 5 era una de las sinfonías más populares del siglo XX. Fue en esa época cuando Shostakóvich comenzó a escribir cuartetos para cuerdas. Sus trabajos de cámara le permitieron experimentar y expresar ideas que hubieran sido inaceptables en sus piezas sinfónicas más populares.
En septiembre de 1937, comenzó a enseñar composición en el conservatorio, lo cual le brindó cierta estabilidad financiera pero a la vez interfirió con su propio trabajo creativo.
La guerra
Cuando Alemania atacó la URSS en 1941, Shostakóvich permaneció inicialmente en Leningrado durante el asedio y comenzó su Séptima sinfonía, conocida precisamente como Leningrado. En octubre de 1941, el compositor y su familia fueron evacuados hacia Kúybishev (ahora Samara), donde terminó su trabajo, que fue adoptado como símbolo de la resistencia soviética tanto en la URSS como en Occidente.
En la primavera de 1943, toda la familia se trasladó a Moscú. De esa época es la Octava Sinfonía, trabajo extenso y oscuro que no fue aprobado por las autoridades. La obra fue muy poco interpretada, pese a su excepcional calidad a juicio de gran parte de la crítica actual. De la Novena Sinfonía (1945) esperaban las autoridades una música adecuada a las resonancias históricas del número 9 en lo sinfónico y a la marcha victoriosa de la guerra contra Alemania. Esas expectativas fueron frustradas por el compositor con una extraña sinfonía, con alusiones a Rossini y momentos que parecen pura música circense.
El 10 de febrero de 1948, Shostakóvich y otros compositores (Prokófiev, que optó por el silencio, o Jachaturián, que cedió a la presión) fueron condenados por «desviaciones formalistas antipopulares» a través de la resolución del Politburó del Partido Comunista de la Unión Soviética sobre la ópera «La Gran Amistad», de Vanó Muradeli, también conocida como decreto Zhdánov. Sus composiciones fueron prohibidas y fueron retirados los privilegios de los que gozaba la familia del compositor. Solo en 1958, tras la muerte de Stalin, el PCUS consideró injustas las críticas y levantó las prohibiciones de las composiciones condenadas en las resoluciones de 1948.
Los últimos años de Stalin y el deshielo
En los años siguientes a la condena de 1948, Shostakóvich compuso trabajos oficiales para asegurar su reivindicación oficial, a la vez que trabajaba en obras serias «para el cajón del escritorio». Entre estos estaban el Concierto para violín Nº 1 en La menor, dedicado a David Óistraj y que no se estrenaría hasta después de siete años de su redacción, y el ciclo de canciones De la poesía popular judía (Op. 79), obra que ha provocado controversia por sus indudables connotaciones políticas. Hay quien ha visto en este ciclo de canciones un acto heroico de afirmación crítica contra el antisemitismo ruso, entonces promovido por las autoridades soviéticas. Laurel Fay dice, en cambio, que Shostakóvich estaba intentando adecuarse a la política oficial adoptando la canción popular como tema de inspiración. Las tres últimas canciones del ciclo, en las que se glorifica la situación de los judíos «en la nueva Rusia», parecen abundar en la interpretación de Fay.
Las restricciones impuestas a la música de Shostakóvich y sus condiciones de vida mejoraron en 1949, cuando Shostakóvich fue enviado con una delegación de personalidades soviéticas a Estados Unidos. Ese mismo año, escribió su cantata Canción de los Bosques, la cual elogiaba a Stalin como el «Gran Jardinero». En 1951 el compositor se convirtió en diputado del Sóviet Supremo.
A la muerte de Stalin en 1953 e inicio del deshielo de Jrushchov siguió la Décima sinfonía, una de sus composiciones más populares, a menudo descrita como una tragedia optimista. La sinfonía contiene el famoso «tema Shostakóvich», que deriva de las iniciales del nombre y apellido del compositor, transliteradas al idioma alemán, es decir «D SCH». En la notación musical alemana, la serie D–Es–C–H representa los sonidos re natural, mi bemol, do natural, si natural. En el tercer movimiento de su Décima sinfonía, Shostakóvich usa ese motivo DSCH junto con otro que representa el nombre «Elmira», en homenaje a su alumna Elmira Nazírova. Siglos antes, Johann Sebastian Bach había usado el mismo recurso con las letras B–A–C–H que, también en la notación alemana, representan los sonidos si bemol, la natural, do natural, si natural.
Durante los años cuarenta y cincuenta, Shostakóvich tuvo una relación muy cercana con dos de sus alumnas, GalinaUstvólskaya y la citada Elmira Nazírova. Ustvólskaya fue alumna del compositor entre 1937 a 1947. La naturaleza de su relación no está clara: mientras que Rostropóvich la describe como «tierna», Ustvólskaya dijo en una entrevista en 1995 que había declinado una propuesta de matrimonio suya en los años cincuenta. La relación con Nazírova parece haber sido unilateral, según las cartas que él le escribía, y se puede datar entre 1953 y 1956. En el trasfondo estaba el matrimonio abierto de Shostakóvich con Nina Varzar, quien murió en 1954. Shostakóvich contrajo matrimonio con su segunda esposa Margarita Kaynova en 1956; tres años después se divorciaron.
La Undécima sinfonía de 1956-1957 se titula 1905 en referencia explícita a los sucesos revolucionarios que ocurrieron ese año en el marco de la Revolución Rusa de 1905. Algunos han querido ver también en esta obra una referencia a la Revolución Húngara de 1956.
De 1958 es su opereta en tres actos Moscú, Cheryómushki, Op. 105.
Su vinculación con el partido
El año 1960 marcó otro punto de ruptura en la vida de Shostakóvich: se vinculó al Partido Comunista. Este evento ha sido interpretado como una muestra de compromiso o de cobardía, o como resultado de la presión.
En este periodo también fue afectado por la poliomielitis que comenzó a sufrir en 1958.
La respuesta musical de Shostakóvich a estas crisis personales fue su Octavo cuarteto de cuerdas, que al igual que su Décima sinfonía incorpora diversos códigos y citas.
En 1962 el compositor contrajo matrimonio por tercera vez. La novia, Irina Supínskaya, tenía sólo 27 años. Ese mismo año Shostakóvich volvió al tema del antisemitismo en su Sinfonía n.º 13, Babi Yar. La obra es una sinfonía coral basada en poemas de YevgueniYevtushenko, el primero de los cuales conmemora una masacre de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Hay opiniones contrapuestas en cuanto al riesgo asumido por el compositor al estrenar esta obra. El poema de Yevtushenko había sido publicado y no había sido censurado, aunque era controvertido. Después del estreno de la sinfonía, Yevtushenko fue presionado para que añadiera a su poema una estrofa en la que se decía que rusos y ucranianos habían muerto junto a los judíos en Babi Yar.
Sus últimos años
En sus últimos años de vida la salud de Shostakóvich estuvo seriamente quebrantada por una mielitis, probablemente consecuencia del cáncer, y por problemas cardíacos. La mayoría de sus últimos trabajos –su Decimocuarta y Decimoquinta sinfonías, y los últimos cuartetos– son oscuros e introspectivos. Atrajeron muchas críticas favorables de Occidente, ya que no tenían los problemas de interpretación que tenían sus anteriores trabajos, que eran piezas más públicas.
Shostakóvich, que había sido un gran fumador, murió de cáncer de pulmón el 9 de agosto de 1975. Fue enterrado en el cementerio de Novodévichy en Moscú, Rusia. Su hijo, el pianista y director MaksimShostakóvich, fue el dedicatario y primer intérprete de varios de sus trabajos.
Su obra
La música de Shostakóvich muestra la influencia de varios de los compositores a los que admiraba: Bach en sus fugas y sus passacaglias; Beethoven en sus últimos cuartetos; Mahleren sus sinfonías y Berg en el uso de códigos musicales y de citas. Las composiciones de Shostakóvich son ampliamente tonales dentro de la tradición romántica, pero con elementos de atonalidad, politonalidad y cromatismo. En algunas composiciones tardías (por ejemplo, en el Duodécimo cuarteto) Shostakóvich utilizó series dodecafónicas. Muchos comentaristas han notado una diferencia clara entre sus obras anteriores a las críticas de 1936 y los trabajos posteriores, más conservadores.
Indudablemente las quince sinfonías forman el núcleo de la obra shostakoviana, al menos en lo que hace a popularidad. A juzgar por el número de versiones discográficas en el mercado y de interpretaciones en salas de conciertos la Sinfonía No. 5 parece ser la más popular, seguida a buena distancia por la No. 7, Leningrado y luego por las sinfonías números 1, 10, 9 y 8. De los seis conciertos, dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo, el primero de cada pareja parece ser bastante más popular que el segundo. Entre los cuartetos para cuerdas, muy frecuentemente interpretados en años recientes, en número de grabaciones discográficas el No. 8 destaca claramente sobre los demás. Otras obras muy interpretadas y grabadas son el Trío para piano, violín y violonchelo n.º 2 y el Quinteto para piano y cuarteto de cuerdas.
Diferenciar en la obra de un compositor lo que es mejor y lo que es peor es tarea vana si lo que se quiere es hacer ciencia, ya que los juicios de valor son inverificables y la musicología ha de ser empíricamente verificable. Sin embargo, las preferencias del público y de la crítica son datos objetivos. Las composiciones antes citadas están sin duda entre las obras más «accesibles» de Shostakóvich. Varias, por ejemplo la Sinfonía n.º 5, la Sinfonía n.º 7, Leningrado y el Quinteto para piano y cuerdas, siguen muy fielmente los patrones de la música tonal en los que a menudo coincidió el gusto del público occidental y el «posromanticismo patriótico» que los líderes de la URSS reclamaron de Shostakóvich durante varias décadas. No es el caso de la Sinfonía n.º 9 que recibió duras críticas en la URSS y que ahora parece ser de las más populares, aunque, por ejemplo, muchos de quienes conocen bien la obra shostakoviana la considerarían una obra menor comparada con cualquiera de las tres últimas sinfonías. La n.º 9 es en el ciclo sinfónico la obra en la que el compositor parece adoptar en máximo grado la actitud de bufón o, dicho menos claramente, el uso histriónico, humorístico y sarcástico de la música. Dado el significativo carácter del número 9 en las series sinfónicas (ni Beethoven ni Schubert ni Bruckner ni Mahler pasaron de él) y las expectativas de los dirigentes rusos (que esperaban que «su compositor» les compusiera «otra novena» grandiosa una vez ganada la gran guerra patriótica contra el nazismo), la Novena Sinfonía de Shostakóvich parece ser interpretable en clave de burla, no sabemos si de la muerte, de los políticos del Kremlin, de la comunidad mundial de compositores o quizá de todos ellos. Pero esa burla parece ser muy del gusto del público actual.
Público y crítica han coincidido sin embargo en apreciar significativamente la Sinfonía n.º 1, en la que las influencias evidentes de otros compositores sobre el compositor casi adolescente que la compuso no solo no anulan sino que realzan su genialidad. Difícil seria hacer algún reparo contra esa obra que desborda melodías instantáneamente atractivas, cambios de humor que mantienen la atención del oyente al máximo y una pujanza juvenil que convierte su audición en una experiencia jubilosa. Una obra maestra de un genio precoz. De las dos sinfonías siguientes no puede decirse lo mismo. Siempre encontraron las reticencias de la crítica y la extrañeza del público. El vanguardismo estilístico de ambas, mal casado con textos de carácter propagandístico, no pareció calar bien en ninguna parte. No parece extraño que sean de las sinfonías menos populares del compositor. La Sinfonía n.º 4 es otra cosa, sin embargo. Que no fuera interpretada hasta 1961, casi tres décadas después de haber sido compuesta, y que la orquesta que requiere sea descomunal, la mayor de las exigidas en cualquier sinfonía de Shostakóvich, son sin duda razones por las que esta sinfonía que se interpreta muy raramente podría considerarse infravalorada. Según Laurel Fay, cuando el compositor la oyó interpretada dijo emocionado que era lo mejor que había escrito en toda su vida3 y, desde luego, la audición de esta sinfonía en directo es una experiencia que puede ser transcendente. Pero si en la Primera Sinfonía el mensaje fundamental es de pujanza, brío y ánimo vital, el final de la Cuarta en un pedal larguísimo que desaparece en la nada puede suscitar todo tipo de pensamientos ominosos tras casi una hora de música en la que los ritmos siniestros, la ironía y la sensación de inseguridad y violencia son sobrecogedoras. No es de extrañar que esta música fuera compuesta en un periodo histórico y un país en el que muchos, incluido el compositor, temían por su vida. Es esta una sinfonía que, como sucede también por ejemplo con la Quinta o la Novena de Mahler, incluso el mejor equipo de sonido deja caricaturizada.
De las sinfonías Quinta, Sexta y Séptima de Shostakóvich se ha escrito mucho, pero no así de la Octava, que suele ser una de las sinfonías menos interpretadas aunque más apreciadas por algunos. El compositor polaco Krzysztof Meyer4 afirma que es una obra maestra. Compuesta cuando el Ejército Rojo estaba a punto de derrotar a Alemania, su carácter ambiguo en el que predomina una mirada introspectiva y a menudo trágica, cayó como una bomba entre los dirigentes rusos. En muchos casos la crítica occidental tampoco pudo digerirla. Quizás la ya fuerte influencia en aquellos años del dogmatismo dodecafónico hacía que algunos críticos vieran en ella una nueva aplicación de recetas compositivas periclitadas, de la misma manera que en la Quinta Sinfonía se habían visto simplemente «migajas caídas de la mesa de un banquete romántico» que algún crítico español dijo odiar.
Las sinfonías números 10 y 11 forman un díptico en el que el molde sinfónico tradicional es reutilizado por el compositor con una enorme maestría. Parece como si Shostakóvich hubiera querido demostrar que en los viejos odres de los cuatro movimientos de la forma sinfónica tradicional pueden criarse vinos nuevos, que son además buenos. En la Décima Sinfonía la firma musical del compositor (el motivo re, mi bemol, do, si, o sea, DSCH en nomenclatura musical germánica) es el núcleo estructural de una obra que, yendo de la oscuridad a la luz parece recuperar de alguna manera el optimismo que muchos años antes había brillado en la Primera Sinfonía. La Sinfonía n.º 11, subtitulada «1905» en alusión a la crisis revolucionaria de ese año en Rusia, podría considerarse como la más conseguida entre las sinfonías programáticas de Shostakóvich. Sean los campesinos y obreros rusos masacrados en el Domingo Rojo de 1905 por las tropas zaristas6 (como indican el subtítulo de la sinfonía y los títulos de sus cuatro movimientos), sean los estudiantes, trabajadores y ciudadanos húngaros en general, masacrados por las tropas rusas en 1956, poco antes de la composición de la obra (subtexto que se ha sugerido como posible interpretación de la obra y que, según indica Laurel Fay,3 fue expresamente negado por el compositor antes de su muerte, lo cual no significa necesariamente que sea falso), quien sin duda habita en los compases de esta obra es el dinamismo de los tumultos callejeros y de los disturbios en los que se enfrentan fuerzas muy desiguales. Esta Sinfonía n.º 11, repleta además de referencias a canciones revolucionarias rusas e internacionales (como La Varsoviana, en España muy usada por los anarquistas de la CNT), que aluden entre otras cosas a la represión política, es todo un prodigio de polisemia.
IanMacDonald se indignaba contra los comentarios que consideraban la Sinfonía n.º 12, El año 1917, como un fracaso, pero su opinión en esto7 parece ser no solo minoritaria sino absolutamente marginal. Casi nadie defiende esta sinfonía de poco más de media hora de duración en la que pareciera que el compositor se ha atascado en un material musical que repite machaconamente, casi hasta la saciedad. Un dato enigmático es la presencia de un motivo de la Suite Lemminkainen de Sibelius, cita evidente para la que no se ha dado hasta ahora ninguna explicación convincente.
Muchos de quienes conocen las quince sinfonías de Shostakóvich consideran que en las tres últimas se halla lo mejor de su producción sinfónica. Quienes se inclinan más hacia el vanguardismo musical suelen optar por la Sinfonía n.º 14, mientras que la n.º 13, Babi Yar, o la n.º 15 suelen ser la elección de quienes miran más hacia la tradición sinfónica y hacia el siglo XIX. Sea como fuere, estas tres sinfonías, completamente distintas entre sí, casi como si hubieran sido compuestas por tres compositores distintos, están a juicio de muchos críticos musicales entre lo mejor que la forma sinfónica produjo en el siglo XX. Sin embargo, la Sinfonía n.º 14, instrumentada para orquesta de cámara, con dos solistas que cantan poemas de autores diversos, pero todos referentes a la muerte, en sus once movimientos, no parece realmente una plasmación fiel de la forma sinfónica. Tampoco lo es la Sinfonía n.º 13, que con solista y coro que intervienen en sus cinco movimientos parece ser mucho más un oratorio. En la Sinfonía n.º 15 el compositor volvió a la música puramente instrumental y a la estructura en cuatro movimientos, en los que sobre las citas de sí mismo y de otros (Rossini y Wagner sobre todo) Shostakóvich construyó lo que podría interpretarse como un enorme mausoleo musical.
De los seis conciertos de Shostakóvich (dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo) los de piano son simpáticos e intrascendentes (sobre todo el segundo) y, del resto, el Concierto n.º 1 para violín parece ser el que suscita mayor consenso y entusiasmo de crítica y público, por la introspección y la vehemencia emotiva de sus movimientos lentos y la alegría contagiosa de su final. De los seis, es en el Concierto n.º 2 para violonchelo donde Shostakóvich se acercó más a la vanguardia.
La obra de Shostakóvich para grupos de cámara, para voz con acompañamiento y para piano solista es inmensa. De los quince cuartetos el Octavo es claramente el más popular. Se dice y parece haber pruebas que lo sugieren3 que el compositor pensaba suicidarse y que compuso esta obra a modo de réquiem. Construido todo él sobre el núcleo DSCH, el cuarteto tiene una unidad estructural monolítica y es una de las obras en las que más claramente se expresa la voz trágica del compositor, que, no obstante, se refirma una y otra vez con su firma musical. No hay firma en cambio en el Cuarteto n.º 13, una obra descarnada y gélida que plantea musicalmente los interrogantes de la vida humana. Saliendo de la tonalidad Shostakóvich parece irse en este cuarteto del mundo conocido, quizá para adentrarse con el aullido final de un violín en el más allá.
El Trío n.º 2 para violín, violonchelo y piano tiene esquemas tonales y melodías que sugieren el folclore judío. Fue dedicada a la memoria de su amigo íntimo Iván Sollertinsky.
La Sonata para violín y piano fue compuesta para David Óistraj, quien la estrenó con Sviatoslav Richter. Este confesó en sus memorias8 que no le gustaba demasiado la obra.
Shostakóvich compuso también música para películas y para la escena, ballets, óperas y una opereta. Su ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk revisada como KaterinaIzmáilova, parece haberse convertido ya en parte del repertorio operístico. Shostakóvich optó en ella por un naturalismo antirromántico (se dice que los glissandi pornográficos de los trombones provocaron el escándalo de Stalin) al que es difícil encontrarle una explicación clara (Taruskin ha hecho un intento). La nariz, ópera cómica basada en un texto de Gógol, es probablemente una de las obras más conseguidas del Shostakóvich de juventud, empeñado en enlazar con la tradición satírica rusa y a la vez con las tendencias musicales de su tiempo. Vólkov comentó en la introducción de Testimonio que Shostakóvich adoptó a menudo el papel del yuródivy o iluminado y el yuródivy desempeña un papel importante en la ópera de Músorgski, BorísGodunov, que Shostakóvich admiraba y de la que produjo una nueva orquestación. Siguiendo a Mahler, que se atrevió hasta con Beethoven, Shostakóvich no tuvo reparos en enmendarle la plana a otros y así orquestó también las Canciones y danzas de la muerte de Músorgski y la Canción de la pulga de Beethoven y reorquestó el Concierto para violonchelo de Schumann. Pero, según cuenta Michael Steinberg en sus comentarios a la Décima Sinfonía de Mahler, Shostakóvich no se atrevió o no quiso terminar esta obra inacabada, tarea en la que intentó interesarle a finales de los años cuarenta el musicólogo canadiense Jack Diether.
Su carácter
Shostakóvich era de varias formas un hombre obsesivo. Según su hija, estaba «obsesionado con la limpieza» (Árdov p. 139); sincronizaba los relojes en su apartamento; regularmente se enviaba cartas a sí mismo para probar cómo estaba funcionando el servicio postal. En el libro Shostakovich: A LifeRemembered, de Wilson, se listan 26 referencias a su nerviosismo. El director de teatro Yuri Lyubímov comenta que «el hecho de que él fuera más vulnerable y receptivo que las demás personas era sin duda alguna un componente importante de su genialidad» (Wilson p. 183). En sus últimos años de vida, Krzysztof Meyer recordó: «Su cara era una bolsa de tics y gestos» (Wilson p. 462).
Cuando estaba de buen humor, el deporte era una de sus principales distracciones, aunque prefería quedarse como espectador o como árbitro para participar (era árbitro de fútbol calificado). También le gustaban el ajedrez y los juegos de cartas, particularmente el solitario.
Ambas caras, oscura y clara, de su personalidad se hacían evidentes por su afición por los escritores satíricos como Gógol, Chéjov y Mijaíl Zóschenko (Wilson p. 41). La influencia de los anteriores se puede ver en sus cartas, en las que hace parodias perversas de los funcionarios soviéticos.
Shostakóvich era tímido por naturaleza. Flora Litvínova dijo que «era incapaz de decir «no» a cualquier persona» (Wilson p. 162). Esto significaba que era fácilmente persuasible para firmar comunicados oficiales, incluyendo una denuncia pública de AndréiSájarov en 1973.
Ortodoxia y revisionismo
La respuesta de Shostakóvich a las críticas oficiales es discutible. Está claro que aparentemente era parte del Estado. Pronunció discursos, o los leyó al menos, y firmó artículos que expresaban la línea de pensamiento del gobierno. También es generalmente aceptado que le disgustaba el régimen, punto de vista confirmado por su familia, sus cartas a IsaakGlikman y la cantata satírica Rayokantiformalista, que ridiculiza la campaña antiformalista y que se mantuvo oculta incluso después de su muerte.
Lo que es incierto es hasta qué punto Shostakóvich trataba de mostrar su oposición al régimen a través de su otra música. El punto de vista revisionista fue expuesto por SolomónVólkov en su libro Testimonio en 1979, que Vólkov presentó como si fueran las memorias de Shostakóvich y cuya falsedad parece haber sido claramente demostrada por el libro de Malcolm Brown. El Shostakóvich que supuestamente habla en Testimonio dice que muchas de sus obras contienen mensajes en clave contra el gobierno. Que esos mensajes en clave existan o no, es, claro está, independiente de que Vólkov sea o no un farsante. Que Shostakóvich incorporaba citas y alusiones en su trabajo es evidente, al igual que lo es su firma musical DSCH. Su colaborador por mucho tiempo, Yevgeny Mravinsky, dijo que «Shostakóvich explicaba frecuentemente sus intenciones con imágenes y connotaciones» (Wilson p. 139). La perspectiva revisionista ha sido apoyada por los hijos del compositor, Maksim y Galina, y por varios músicos rusos. La viuda Irina en general apoya esta tesis, pero afirma que Testimonio es una falsificación de Vólkov. Un revisionista prominente fue el fallecido IanMacDonald, experto en Los Beatles y en Shostakóvich. Su libro The New Shostakovich interpreta la música de Shostakóvich en clave conspirativa, casi cada corchea tiene un significado. Los antirrevisionistas niegan la autenticidad de Testimonio y alegan que Vólkov hizo una compilación de diversos artículos, chismes y posiblemente alguna información obtenida directamente del compositor. Más en general, argumentan que la significación de Shostakóvich está más en su música que en su vida, y que buscar mensajes políticos no mejora sino que va en detrimento del valor artístico de la música del compositor. Entre los antirrevisionistas destacan Laurel Fay y Richard Taruskin.
El libro de Elizabeth Wilson Shostakovich: A LifeRemembered brinda interesantes testimonios sobre el compositor. En español, el libro Shostakóvich: su vida, su obra, su época, del compositor polaco Krzysztof Meyer, proporciona una introducción accesible a la vida y la obra de Shostakóvich.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Dmitri_Shostak%C3%B3vich