Doctor Amor:
Me llamo Abdul Hajal, soy sirio nacionalizado argentino. Desde hace un tiempo me dedico al marketing de empresas, tratando de encausar los esfuerzos monetarios de las firmas que quieren hacer publicidad y ganar nuevos clientes. Así es como el otro día, una empresa de seguridad personal, me llama para que les realice una presentación de cómo creía yo que se debería encarar la promoción de la empresa.
El dueño, de origen israelí y con gran experiencia en armas, ya que fue soldado antiterrorismo en su país, me indicó que estaba bastante convencido de contratarme. Así fue que durante una semana estuve preparando todo el material para realizar la presentación en sus oficinas. Bien temprano, salí de mi casa, para tener tiempo por si me pasaba algo en el camino. Era el primer encuentro cuasi formal y no quería quedar mal con el posible nuevo cliente. Más que si concretaba, representaba una seguridad de ingreso mensual muy satisfactoria para mis bolsillos. Cuando tomo por los bosques de Palermo, rumbo al centro porteño, diviso un vehículo estacionado a un costado, con la goma izquierda trasera pinchada. Me llamó la atención porque el auto era un Mercedes Benz coupé, último modelo. Al pasar lentamente por al lado de él, veo que en su interior, muy nerviosa y tratando de hablar por su celular, había una despampanante rubia platinada. ¡Epa…!me dije como buen macho sirio. ¡Debemos ayudar a la dama…! consideré como un mandato de Alá. Así fue que paré mi vehículo y me acerqué. Ella estaba sentadita en el asiento del conductor, muy enojada porque su seguro le había indicado que tardaría más de 1 hora en enviar a alguien para cambiar la rueda. Me presenté y le pregunté si podía ayudarla. “Tengo que estar en media hora en una reunión y así no llego….¡me quiero morir! dijo con voz entrecortada por el comienzo del llanto. “No te mueras, bombón….yo te cambio la rueda” dije con tono de Alan Delon. Le abrí la puerta para que me indicara donde tenía las cosas para cambiar la goma y cuando bajó descubrí un par de piernas hermosas, que se dejaron ver con mucha facilidad detrás de una minúscula minifalda negra. Fuimos al baúl del auto, lo abrió y con rapidez se agachó –hacia delante- buscando el gato. “No lo encuentro…” me dijo con tono cómplice. “Vení que yo tengo el gato listo…” le contesté zafándome totalmente y le apoye mi miembro en su cola. Sin mediar palabras, se dio vuelta y metiéndome en el baúl, con la gaveta abierta, hicimos el amor desenfrenadamente. Fue espectacular. Sin decir ni mu, me hizo una felattio, sin considerar si yo estaba agotado o que recién hubiera tenido un orgasmo. Fue tan buena, que automáticamente me hizo tener otro. Salimos del baúl, nos acomodamos la ropa, y cambié la goma. “Me tengo que ir, dulce, gracias por los servicios…” me dijo ella con apuro. ¡Espera, dame un teléfono al menos! Dije desilusionado por la posibilidad de no verla más. “ Ni loca, amor, si mi marido sabe esto, estoy segura que te mata, pero de verdad, ¡TE MATA!”…dijo con cara de la esposa del padrino y arrancó raudamente hacia Buenos Aires. Pensé: Y bueno, yo también estoy apurado y me subí al auto y fui a la reunión. Cuando llegué, la secretaria del dueño me dijo: “ Apúrese Sr Hajal, el dueño hace 10 minutos que lo espera con sus socios”. Nervioso por haber llegado tarde, entré con las carpetas y mi computadora portátil. El despacho estaba lleno de armas sofisticadas y fotos de este buen hombre, de cuando luchó en Israel como soldado de los ejércitos especializados. “ Llegó tarde pero igual tome asiento…” me dijo. Y como para salir del paso, y tratando de ganarme la simpatía de él y sus socios conté con lujos de detalle lo que me había ocurrido. Luego de un relato pormenorizado del encuentro sexual del cual había sido protagonista, el pope de la empresa dijo: “ Bueno, está bien…lo felicito. Se sacó las ganas con una puta y de paso le puso los cuernos a algún infeliz…” Y todos reímos alegremente. “Pero antes de empezar, voy a llamar a mi esposa, que es la vicepresidente de la empresa…” dijo el jefe. Y se abrió la puerta y entró “la esposa”. Y …………sí………..era ella: LA RUBIA DEL MERCEDES. Cuando me vió, se puso blanca y dijo: “¿qué hacés vos acá? .
Lógicamente no gané la cuenta, perdí mi trabajo y tuve que cerrar mi empresa y es más, esta carta la estoy escribiendo desde un lugar de la selva amazónica brasileña. Doctor, ¿qué puedo hacer?
Abdul Hajal – Amazónia – Brasil
Respuesta del DR AMOR:
Estimado Abdul:
¡Qué leche, hermano!. Verdaderamente tenés la suerte de De la Rua…!!. ¡Sos sirio y te metiste con la mujer de un israelí! Te falta quedar embarazado y gritar un gol de River en la popular de Boca y listo: Bingo!!! Lo aconsejable en estos casos. Aprendé a hacer comidas con cocos y con bananas, porque entendemos que vas a tener que vivir al menos unos 30 años allí, hasta que se le pase la calentura al israelí. Además, sos un poquito infantil y presuntuoso. ¿Qué merda tenías que andar contando lo que te había pasado? SALAME!!!!!!! Igual como experiencia nos pareció muy buena y atractiva. Ya estamos vendiéndole la idea al chueco Suar, para hacer una miniserie que se llamaría : “EL SIRIO CALENTÓN Y LA DAMA”.
Por si acaso, antes de meterte con alguna mona o con alguna aborigen brasileña, averigua si tiene pareja, novio, amante, esposo o algo por el estilo. ¿Te imaginás que te corra un mono celoso?. Seguro que te alcanza y allí……………………
Dr. Amor