Cuando somos niños, muchas veces, tenemos pensamientos profundos, imaginando situaciones que quizás nunca en nuestras vidas puedan llegar a ocurrir.
Cuando somos más grandes, estos pensamientos se manifiestan en diálogos con amigos, que luego de beber algunas cervezas o rebosantes copas de vino, planteamos algunas situaciones que nos hacen pensar y mucho.
Recuerdo uno de ellas, que dio vueltas en mi cabeza, muchas veces.
Todos los seres humanos, gozamos de tener cinco sentidos.
El gusto, la vista, el oído, el olfato y el tacto.
Y algunas veces, me propuse pensar, cuál de estos cinco sentidos, es el más importante.
Lógicamente, nunca pude llegar a una conclusión determinante.
Cada uno sirve para algo, pero, para sentirnos plenos, bien, en armonía, deben funcionar todos en conjunto.
Dándole una vuelta de tuerca a este pensamiento, surge una pregunta inquietante: “Si perdieras uno de esos cinco sentidos, ¿Cuál preferirías perder?”
Y aquí la apuesta es mayor.
Y este supuesto, nunca pude definirme con una respuesta clara y concreta.
Desgranando estos pensamientos, abruptamente siento un olor característico de una cocina en las mañanas.
Es el aroma al café recién hecho.
Es el olor al café que se sirve justo antes de llegar a la mesa de la cocina, para tomarlo con la temperatura correcta.
Y este aroma, vertiginosamente, me llevo a recordar lugares, personas, momentos, sentimientos.
Hablando de los cinco sentidos, pienso en la importancia del olfato, y que los olores, nos llevan a lugares que hemos recorrido y nos traen recuerdos de todo tipo.
Los buenos y los malos.
Los felices y los tristes.
Los románticos y los no tanto.
Los inquietantes y los tranquilos.
Y muchas veces, tan sólo en pensar en dicho aroma, aunque no lo estemos sintiendo en ese momento, nos hace recordar cosas.
Estoy convencido, que cuando antes, comenté sobre el aroma del café recién hecho en las mañanas, sentiste ese olorcito calentito y negro, que seguro, llenó de sensaciones tu ser.
Describir, los aromas que me trasladan a otros lugares, a otros tiempos, a muchos sentimientos, es un lindo ejercicio.
Me gustaría compartir contigo, mi lista de fragancias, que llevo guardadas en el disco rígido de mi cabecita.
Por ejemplo:
El aroma a leña recién encendida, al comenzar a preparar un asado, bien argentino.
El olor al interior de un auto 0 km.
El aroma muy particular, de la piel de un bebé.
El olor al tuco de la abuela, que inunda no tan solo la cocina, sino gran parte de la casa.
El vaho a cigarrillo, en los lugares donde todavía se permite fumar.
Las galletas caseras recién horneadas, cuando la vainilla deja su aroma impregnado en los azulejos de la cocina.
La fragancia del perfume que usaba mi Mamá.
El olor a eucaliptos, al llegar la primavera.
El efluvio a quemado, cuando nos olvidamos algo en el horno.
El aroma de la piel de nuestra persona amada.
El olor sorpresivo dentro de un ascensor, que nos hace mirar a nuestro alrededor, y pensar, ¿quién fue el desgraciado?
El aroma de una copa de buen vino.
El olor al limón cortado, antes de ponerlo en las milanesas.
El aroma de la carne con papas al horno, con mucho juguito.
La fragancia al pasto recién cortado, que humedece nuestros pies.
Las flores, que, en un estado inquietante, inundan con su aroma poco agradable, en una sala velatoria.
La fragancia a “tierra mojada” que sentimos antes de que comience a llover.
El aroma del asado del vecino o de los obreros de alguna obra en construcción.
Todos y cada uno de ellos, generan en mí, sensaciones de todo tipo, trasladando mi pensamiento a lugares y recuerdos diferentes.
Vos debes tener tus aromas preferidos.
Seguro posees, esos olores que te movilizan internamente.
Es lindo poder sentirlos.
Es movilizante poder pensar en ellos, y hasta tener la sensación de que pudimos olerlos, con tan solo pensarlo.
Como conclusión final, no me gustaría perder el olfato.
A pesar, de que a veces, ¡tenemos que oler cada cosa!
Perdón, debo dejarlos.
Abrí la ventana de mi cocina, y entró abruptamente, un aroma a leña crepitando, como comienzo de un buen asado.
Viene desde lo de mi vecino.
Iré a ver, como pinta la cosa.
De Ale Ramírez