Desde hace tiempo, estoy viendo, que bastante gente, tiene una extraña costumbre de encontrar culpables, por las situaciones que les tocan vivir.
Quizás, el exceso de psicoanálisis, o algún no muy preparado psicoanalista, marca el camino de encuentro, mostrando que uno siempre es víctima, de alguien que hizo algo con o contra nosotros.
Con mucha facilidad, los más jóvenes y los no tanto, rápidamente toman el argumento, que lo que a ellos les pasa, es culpa de los padres, abuelos, tíos o alguien mayor.
Con rapidez se busca en el pasado, los hechos desagradables, difíciles o complicados de nuestra infancia, donde habitualmente, nuestros padres, abuelos y demás, fueron partícipes obligados de nuestras vidas.
Llegué a escuchar por ahí, que cuando tenemos una enfermedad, a edad adulta, debemos rememorar hechos de nuestra infancia que son los motivos por el cual, sufrimos esta dolencia en la actualidad.
Enfermedades que aparecen de la nada, en nuestra adultez, como diabetes, hipertensión, o algún tipo de cáncer, algún profesional de la mente, esgrime el argumento que esto ocurre, por hechos vividos en el pasado con nuestros padres.
Y así, algunas personas, crecen con cierta animosidad hacia sus progenitores, pensando que hubo muchas cosas que los padres hicieron mal para con ellos.
Y verdaderamente, no estoy para nada de acuerdo con estas posturas ni con estos conceptos.
Si en la actualidad, alguien me pregunta cómo me fue en la vida, contestaría rápidamente y sin dudarlo: “Muy bien”.
Algunas veces, algunas personas no le gustan escuchar esto.
Prefieren ver gente golpeada o rota, llena de problemas irresueltos, así ellos, se sienten mejor porque si a mucha gente le pasa lo mismo que a ellos, todos somos más normales.
A mí me ha ocurrido, que luego de hablar un rato, alguien me diga:
¡No puede ser que seas tan positivo!
¡No puede ser que siempre estés alegre!
¡Vos tenés cosas irresueltas y no las querés reconocer, por eso utilizas esa máscara de positivismo y felicidad!
¡Guau!.
Qué barbaridad de conceptos.
Parece que no se puede andar en la vida agradeciendo lo que uno vivió.
No se puede estar y sentirse feliz.
Lo que aprendí en mi vida, es que el 50% de las cosas que me ocurrieron, fueron feas, malas y desagradables.
Y el otro 50% de las cosas que viví y vivo, son maravillosas, fabulosas, impresionantes, movilizantes, fantásticas, fascinantes y magníficas.
Y yo decido, cada día, quedarme con ese último 50%,
No me olvido del otro, no olvido las cosas feas, pero me aferro como lechón a la teta, a los momentos buenos, lindos y agradables.
Creo que este proceder, es sinónimo de ser inteligente.
Cuando me ocurrieron cosas feas, malas, desagradables, siempre YO fui el responsable.
Nunca busqué terceros culpables.
Yo soy el responsable de generar y vivir esas situaciones.
No le eché la culpa a mis padres ni a mis abuelos, por esos difíciles momentos.
Y cuando me fue bien, triunfé, viví feliz, tuve acontecimientos apoteóticos, también fue mi responsabilidad.
Pero en este caso, comparto ese momento en que me fue bien, siempre con alguien.
Cuando tuve felicidad, momentos geniales, maravillosos, siempre hubo alguien que me ayudó, que me acompañó, que me escucho, y compartió conmigo ese vivir.
Dándome le necesario para salir adelante.
Quizás tan sólo una mirada.
El escucharme en silencio.
Dándome un consejo.
Compartiendo conmigo esos momentos.
Cuando me fue bien, también fui responsable de ello, pero gracias a la participación de otros.
Y en esos maravillosos momentos, pienso en mis padres.
Gracias a ellos, soy lo que soy.
Gracias a mis papás, hoy estoy escribiendo esto.
Gracias a “los viejos”, hoy puedo decir, que soy FELIZ.
No soy culpable.
Soy responsable.
Y agradecido de esta vida.
Gracias
De Ale Ramirez