Populismo

Populismo

El populismo es una ideología o aprovechamiento dentro de la esfera política que incide en lo económico y social, para proyectarse al respecto de los intereses de los extractos más humildes y desprotegidos, implementando medidas de apoyo y sustento.

El término llega a emplearse de modo peyorativo entendiendo que las acciones tienen la intención directa o indirecta de influenciar sobre el electorado, considerando que paralelamente cuestiona la distribución de la riqueza dada en los sectores más pudientes. Etimológicamente, está asociado a popular, visible en el latín populāris, y acompaña el sufijo -ismo, en el latín -ismus sobre la referencia griega -ismós, que actúa para señalarlo como un movimiento o una doctrina.
Como tantas otras cosas en el mundo actual, podemos remontarnos a la Roma clásica para encontrar el sustrato, los cimientos, de lo que hoy, y en materia política, conocemos como populismo. En la Roma tardorrepublicana, cuyo sistema político hacía aguas caminando irreversiblemente hacia un sistema de gobierno autocrático como sería el Imperio, aparecieron una serie de personajes que reclamaron el poder amparándose en el apoyo popular, especialmente el de la plebe.
Entre estos líderes destacó especialmente Julio César, y su política se podía resumir en un ataque constante a la clase dirigente (facción contraria de los llamados Optimates) y a la promesa de mayores derechos e, incluso, prebendas a las clases con menor poder (prácticamente, la única figura relevante que defendía sus intereses era el Tribuno de la Plebe).
César utilizó a la plebe como arma arrojadiza contra el poder oligárquico establecido por las clases más pudientes de Roma, para hacerse con dicho poder para sus fines personales.
Pautas que trascienden a la política moderna
Tras la caída del Imperio romano, nada parecido al mapa político de aquella entidad surgió en el mundo hasta las revoluciones de finales del siglo XVIII y XIX, regímenes políticos en los que se podía conquistar el poder mediante la elección popular. Hay, pues, que ‘seducir’ a los votantes.
Y esto puede ser hecho desde una ideología concreta, como el socialismo, la democracia cristiana, o incluso las posiciones más alejadas del comunismo y el fascismo, o bien adaptando el discurso a lo que quiere escuchar la masa de votantes.
Esto último es lo que vendría a ser el populismo, aunque su definición es bastante vaga, y el hecho de que la palabra ha sido utilizada como arma arrojadiza para denominar al adversario político con ánimo de rebajarlo y vejarlo.
Populismo de derechas, populismo de izquierdas, y populismo de quién sabe qué
Normalmente, a cualquier movimiento político podemos atribuirle unas ideas y características, y a la inversa: una forma de hacer, sea en lo económico o en lo social, podemos atribuirla a un movimiento político determinado.
Así, la nacionalización de empresas es algo que suena a gobiernos de izquierdas, mientras que su privatización suena, a priori, a gobiernos de derecha.
Hay un tipo de populismo que se amolda a cualquier solución o idea, sea esta política, social o económica, pasa por distanciarse de los dos extremos de la política tradicional e, incluso, sin una ideología clara.
Esta puede resumirse en un eslogan: “ni de derechas, ni de izquierdas”, utilizado por el partido español Ciudadanos (C’s), el cual no ha tenido problemas para pactar tanto con el PSOE (partido socialista) como con el PP (situado a la derecha con algunos elementos que caen directamente en la ultraderecha), o acercarse a la formación ultraderechista Vox, con la que ha compartido mítines.
Sin una ideología definida, C’s captó votantes tanto a derecha como a izquierda del espectro político, votantes descontentos con las formaciones tradicionales y que vieron en el combate al independentismo catalán una prioridad, algo que C’s supo utilizar (la formación había nacido, precisamente en Cataluña, para luchar contra el restablecimiento del catalán tras su prohibición a todos los niveles durante la dictadura franquista).
Pero si C’s ha utilizado una política populista, más radicalmente lo han hecho y lo están haciendo sus compatriotas de Vox y, a nivel internacional, formaciones hermanas de esta en otros países como el Frente Nacional francés o la Liga Norte italiana.
Estas formaciones, de ultraderecha, entran en lo que se conoce como populismo de derechas, un espacio político que también ocupa el presidente norteamericano Donald Trump, el cual ha fagocitado el Partido Republicano, para marcar un ideario propio que se acomoda según las circunstancias.
En el lado opuesto del espectro político, pero con el uso de los mismos factores para buscar el triunfo, encontramos el populismo de izquierdas. En Italia, por ejemplo, el Movimento 5 Stelle (¡que ha llegado a hacer coalición gubernamental con la Liga Norte de Matteo Salvini!), o en España el partido Podemos, impulsado por Pablo Iglesias a partir de un movimiento de protesta urbano y un programa televisivo, el cual se inspiraba en su base del movimiento Chavista venezolano, con el cual ha guardado gran relación ideológica, traicionada una vez en el poder de la mano del antes mencionado PSOE.
Discursos y los efectos de mentir
Goebbels conocía el poder de la mentira (“una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” decía). Mussolini afirmaba que el Partido Fascista se permitía el lujo de adaptarse a las circunstancias, desplegando sus fortalezas sobre la corriente funcional del momento. En definitiva, amoldarse y mentir (fake news) son las dos bases sobre las que se sustenta el populismo.
Los populismos buscan enemigos como chivo expiatorio de todos los males de la sociedad; en los años 30 eran los judíos, actualmente son los inmigrantes, indistintamente de donde vengan, siempre que sean países pobres y que ellos sean ‘diferentes’ (por su color de piel, por su religión,…).
Profesan un nacionalismo en el que su país está aquejado de todos los males debido a los demás, a los de fuera, ayudados por unos pocos de dentro (‘casualmente’, sus enemigos políticos), con lo que dan un mensaje claro a la población, a sus votantes: “ni tu ni nosotros lo estamos haciendo mal, pero hay unos cuantos de los que debemos deshacernos para progresar. ¿Te apuntas? ¿formas parte de nuestra comunidad?”. Buscan, en definitiva un sentimiento de pertenencia a una comunidad que puede mejorar la situación.
El problema del populismo es que, realmente, no da soluciones; da la imagen de dar soluciones fáciles a problemas complejos, sin querer gestionarlos realmente, y apelando a los más bajos instintos de los votantes, con un discurso que no tiene reparos en cimentarse en medias verdades o mentiras absolutas, y contando con la capacidad de recurrir a la ‘guerra sucia’ informativa por canales alternativos no directamente vinculados al partido.
El populismo, pues, ofrece lo mismo que un fast food: llena la panza momentáneamente pero, realmente, no nutre, con lo que no nos resuelve ningún problema relacionado con la alimentación, aunque por un tiempo nos da esperanzas de que así sea. Hasta que vemos que es malo para nuestra alimentación.
Fuente: https://significado.com/populismo/