El independentismo es una reivindicación social que se remonta a su origen en pos de una distinción y autonomía delimitada geográficamente al respecto de la república a la cual forma parte.
La ciudadanía exporesándose por el SÍ en las calles de Barcelona en septiembre de 2017 a instancias del
Referendum por Cataluña
A nivel etimológico se lo desglosa en el prefijo latino in-, interpretándose como no, conjugándose con depender, extraído del latín dependēre, y finalmente el sufijo -ismo, como movimiento, de modo tal de expresar la identidad propia y por ende una negativa al hecho de tener que atarse a algo o alguien.
Diferencia entre independentismo y separatismo
La semántica juega su rol en estos movimientos, el lenguaje en política así como en usos sociales que enfrentan opiniones, nunca es neutro ni inocente: muchas veces se identifican como independentistas, ya que la imagen que tienen de ellos mismos es la de liberación, de conquista de la libertad, mientras que en el bando contrario se utiliza a menudo el término separatismo y separatistas, en referencia clara a quien quiere separar aquello que está unido, y denotando con ello una cierta violencia -sea esta implícita o explícita- en el intento de violentar una unión para deshacerla.
El estigma de la violencia
Algunos movimientos independentistas han echado mano de la violencia para perseguir sus objetivos. Entre estos, podemos citar el movimiento irlandés para separarse de la Gran Bretaña (Revuelta de Pascua, actividades terroristas del IRA), e incluso el norteamericano del siglo XVIII. Este último caso es paradójico, porque cuando se decidió declarar la independencia en julio de 1776, ya hacía un año que las trece colonias se batían en guerra con Gran Bretaña.
Inicialmente, el conflicto no fue por la independencia, sino sólo por ciertos derechos que los colonos consideraban vulnerados, y por renegociar su relación con la metrópoli. Pero ante las constantes negativas a dicha negociación por parte de la corona y las autoridades británicas, finalmente los colonos tomaron en consideración emanciparse.
La India y la posibilidad del independentismo pacífico
Un contraejemplo a los logros de los movimientos independentistas violentos que se acostumbra a citar es el de la India, aunque un examen más cercano puede llevarnos a la sorpresa de que no fue tan pacífico como se acostumbra a explicar.
En 1857 se produjo un alzamiento en la entonces “joya de la corona” británica, iniciado por los soldados nativos al servicio del ejército británico (los llamados cipayos) que tuvo que ser sofocado a sangre y fuego (famosas son las ejecuciones “por cañonazo”), aunque los historiadores lo consideran más un motín de tropas al cual, y a posteriori, se sumó un sentimiento anticolonial.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el político y activista independentista indio Subhas Chandra Bose (que coincidió en el tiempo con Gandhi) entró en contacto con las potencias del Eje, y acabó formando un ejército de liberación (Ejército Nacional Indio) que combatió junto con Japón con la idea de liberar India del yugo británico.
Pese a que en su momento álgido logró encuadrar apenas unos doce mil efectivos, dio un mensaje muy potente a los británicos: eventualmente, los indios podían luchar con las armas por la independencia de su país. Así es que terminada la guerra, los británicos decidieron que era más seguro retirarse a tiempo antes que perder la colonia por la fuerza.
Con estos precedentes ¿puede decirse que la independencia de la India se consiguió por métodos exclusivamente pacíficos? Puede que la gota que colmara el vaso fuera, efectivamente, el movimiento de no violencia de Gandhi, pero este se asentaba sobre un pasado -incluso reciente- de uso de la violencia, y de las posibilidades futuras que ello volviera a pasar que entreveían los británicos.
Motivos históricos, culturales y económicos
Aunque es difícil hablar de un punto de inicio de los procesos independentistas en general, podemos remontar los existentes en el mundo actualmente al nacimiento de los estados-nación modernos, un periodo muy amplio que abarca en algunos casos desde el siglo XVII y hasta la actualidad.
Los movimientos independentistas tienen, a grandes rasgos, dos motivos en su existencia: el económico y el histórico/cultural, aunque normalmente las nacionalidades que reclaman su independencia citan ambos motivos la mayoría de las veces.
Tres ejemplos claros de estas reclamaciones unidas a la aspiración a la soberanía total sobre el territorio y las personas, independizándose del estado al cual pertenecen, los tenemos en el Quebec, Escocia y Cataluña. Especialmente en este último caso, ambos factores se conjuntan, mezclándose en las reclamaciones que los independentistas catalanes realizan al gobierno central de Madrid y, por extensión, al pueblo español.
El reclamo por la independencia de Cataluña
Cataluña es, junto a Madrid (que disfruta de los beneficios lógicos de la capitalidad, siempre más rica en cualquier país) y el País Vasco, una de las regiones más ricas de España. Tradicionalmente, ha tenido un mayor desarrollo comercial e industrial, además de ser una área de gran riqueza turística (uno de sus principales polos de atracción e ingresos). Y el balance económico con el resto de España ha sido tradicionalmente negativo.
Esto significa que Cataluña siempre aporta más de lo que recibe al conjunto de España. Los independentistas catalanes se quejan de que, por ejemplo, regiones (comunidades autónomas, en la terminología que España ha adoptado en su organización territorial) como Extremadura o Andalucía, reciben siempre más de lo que aportan, cuando Cataluña tiene déficits en infraestructuras públicas como su red ferroviaria, que podrían ser solventados si no tuviera que aportar a regiones menos ricas.
Pero a este factor económico (que tiene múltiples ramificaciones pero que aquí, y a efectos prácticos, me he permitido simplificar) se le añade, superpone y entrecruza un “factor nacional”, consistente en una lengua y una cultura diferenciadas, así como una historia que hasta cierto punto difiere de la del resto de España y, a partir de cierto punto, confluye.
Dicho punto en el caso catalán que nos ocupa sería, para determinados historiadores, el año 1714, cuando termina la Guerra de Sucesión Española con el resultado de la derrota militar de Cataluña, la derogación de sus leyes y la persecución de su lengua y su cultura. Para otros, sería el Compromiso de Caspe, que entrelazaría la historia de Cataluña y Castilla al imbricar sus monarquías.
El factor histórico es también esgrimido por muchos movimientos independentistas, aunque en algunos casos (como el más reciente de Hong Kong), no es tan destacado como el económico, mientras que en otros se ve como una cuestión preeminente con un barniz del factor económico para convencer a los contrarios y a los indecisos a que apoyen el movimiento.
Debate del uso de la violencia: Ejemplos y realidades
¿A partir de cuándo y hasta qué punto es lícito el uso de la violencia? Normalmente -y esto es una frase que se la he escuchado decir innumerables veces a mi padre- el héroe para unos es el terrorista para otros.
Por ejemplo, la voladura del Hotel Rey David de Jerusalén por parte del Irgún bajo mando de Menájem Beguín, quien posteriormente sería Primer Ministro de Israel (1977-1983). Beguín es sin lugar a duda un héroe para la mayoría del pueblo israelí y, por extensión, para muchos de los judíos de la diáspora que no son ciudadanos israelíes, pero fue también considerado un terrorista por parte de las autoridades británicas y por los países árabes.
Un caso más reciente y de índole ligeramente distinta es la “revuelta” catalana acaecida desde la publicación de la sentencia del Caso del Procés (*ocurrido a mediados de octubre de 2019).
Además de las manifestaciones pacíficas, los altercados entre manifestantes y policías han sido calificados por fuentes gubernamentales (tanto españolas como catalanas) como de violencia, mientras que activistas independentistas han apelado al derecho de autodefensa de los ciudadanos ante las provocaciones y la violencia ejercida por los cuerpos policiales.
En dichos altercados no han provocado muertos, aunque sí numerosos heridos, entre ellos cuatro personas que han perdido un ojo, y otras dos un testículo cada una, fruto de disparos de bolas de goma por parte de los cuerpos policiales, y dos policías heridos (uno al caer de una furgoneta policial en marcha, y otro en circunstancias todavía no esclarecidas).
Las declaraciones del Ministro de Interior español en funciones, Fernando Grande-Marlaska, sobre que la violencia en Cataluña en la segunda mitad del 2019 ha sido más intensa que la vivida en el País Vasco durante los años duros de ETA (finales de los 70, hasta principios de los 90), donde se produjeron más de 850 muertos, ha llevado a los independentistas a afirmar que el gobierno español está preparando un estado de excepción o la aplicación del artículo 155 de la constitución (supresión de la autonomía) tomando como excusa un clima de violencia “cocinado” desde Madrid. A ello ayudarían las declaraciones de los líderes sociales y políticos del unionismo, según estos mismos argumentos.
La violencia (o lo que constituye violencia), y el hecho que recurrir a ella sea o no justo, constituye uno de los grandes dilemas y de las grandes lacras de los movimientos independentistas.
Fuente: https://significado.com/independentismo/