Reprobar la divulgación de algo que, por su particular naturaleza, debiera callarse.
La figura del pregonero existe desde hace mucho tiempo, hay quien lo lleva a la época de los romanos. En España, se sabe que existían pregoneros por lo menos desde el siglo XIV, estando en vigencia hasta el siglo XIX. Se dividían en tres clases: los oficiales (estaban al servicio de la Administración) que se encargaban de difundir de viva voz todas las noticias importantes (bandos municipales, leyes, dictámenes reales…) que afectaban a los ciudadanos; los heraldos que marchaban delante de los nobles anunciando su paso, y los voceadores mercantiles, quienes por encargo de cualquier particular pregonaban todo tipo de noticias (bodas, bautizos, fallecimientos, ventas de terrenos,…). La tarifa usual de estos últimos era un cuarto, que equivalía a cuatro maravedíes. Coloquialmente enseguida se comparó la propagación de noticias por los pregoneros con el acto de difundir chismorreos, naciendo así la expresión ”lo mismo es decírselo a Fulanito, que dar un cuarto al pregonero” en el sentido de que, según que cosa, si se la contabas a determinada persona conocida por su indiscreción era lo mismo que encargar que fuese difundida por el pregonero a cambio de una moneda.
Fuente: https://eltrasterodepalacio.wordpress.com/2014/02/14/los-dichos-populares-su-origen-y-significado-i/