El carnaval en Argentina varía marcadamente entre las diferentes regiones del país. Merecen especial atención las festividades en Corrientes, Entre Ríos, Salta, Jujuy y la Ciudad de Buenos Aires.
En la provincia de Corrientes la tradición de Carnaval se remonta al siglo XIX, antes de la [[Guerra de la Triple Alianza]. Corrientes Capital homenajeaba a San Baltazar con música y baile. Comenzó a celebrarse el Carnaval en gran escala en la década de 1960. La influencia del Brasil es evidente en el diseño de trajes y la organización de los desfiles, moldeados al estilo de las escolas de samba de ese país. Además de la capital provincial, las localidades en donde la festividad tiene mayor relevancia son las fronterizas Paso de los Libres (cuna del carnaval argentino) y Santo Tomé, Goya, Esquina, Bella Vista (Corrientes), Mercedes, Monte Caseros, San Luis del Palmar y Empedrado.
Desde Corrientes la costumbre se trasladó a Entre Ríos, celebrándose principalmente en Concordia, Gualeguay y Concepción del Uruguay, aunque el centro carnavalesco más importante es Gualeguaychú, donde se construyó un escenario dedicado a la fiesta llamado corsódromo, con capacidad para 35.000 espectadores sentados.
Los carnavales del norte argentino son marcadamente diferentes de los celebrados en otras regiones del país. En Jujuy se celebra especialmente en la [quebrada de Humahuaca] aunque se celebra en toda la provincia . En Salta se realizan los corsos con numerosas presentaciones de danzas propias y también danzas bolivianas como son los caporales, tinkus, diabladas. Esto por la proximidad de la frontera con el país Bolivia.
En la Ciudad de Buenos Aires las murgas y agrupaciones artísticas participan en corsos itinerantes por los diferentes barrios durante todos los fines de semana del mes de febrero. En 1997 la legislatura de la ciudad lo declara Patrimonio Cultural de la Ciudad.
Una práctica común en tiempo de carnaval es jugar con agua. En el siglo XIX era costumbre rellenar huevos con agua para después lanzarlos. Las familias de clases más acomodadas compraban huevos de ñandú para tal fin. También se llenaban con agua de colonia. Otros objetos utilizados para lanzar agua eran bolsas de papel, pomos, baldes o jarros. En estos juegos participaban tanto grandes como chicos. En la actualidad, los niños son quienes juegan con agua entre sí durante el día por las calles de los barrios, llenando pequeños globos con agua.
Lincoln, capital nacional del carnaval artesanal, es el verdadero símbolo de una tradición que se inició en el año 1928, cuando el profesor Enrique A. Urcola incorporó métodos utilizados en el Taller de Escenografía del Teatro Colón -donde trabajó-, modelando las figuras con la superposición de trozos de papel engrudado, técnica que se conoce con la palabra de idioma italiano `cartapesta`. Ese año, Urcola confeccionó una carroza con movimiento llamada `Peliculeros`, dando origen a lo que es hoy el principal atractivo del carnaval: las figuras mecánicas.