Después de las tareas diarias, en todo establecimiento de campo, los mensuales o peones se reunían en la «cocina de peones» como se daba en llamar al rancho donde se reunían. Era una habitación prácticamente sin muebles, donde a lo sumo había algunas cabezas de vacuno o huesos de caderas o pedazos de troncos donde se sentaban los trabajadores a tomar mate esperando la hora de comer.
Generalmente lo hacían alrededor de un fogón. En las viejas estancias, las cocinas de los peones tenían las puertas una frente a la otra, con el fogón en el medio. Este era redondo y calzado con huesos de caracú -un tanto sobresalidos del piso-. También se usó los fogones hechos con la llanta de rueda de carro. Desde el techo, colgada de la cumbrera, pendía una cadena terminada en un gancho en donde se ponían siempre una pava o una calderita con agua -la cual reponían periódicamente-. Así, siempre había agua caliente para cebar mate a cualquier hora. En aquellos alejados campo, en la antigüedad, existían ciertas dificultades para obtener leña chica o para cortarla en pedazos pequeños. Por eso, los paisanos para mantener permanentemente el fuego y evitar tener que ocupar a una persona en encender el fuego cada vez que se necesitaba, metían un tronco entero, que introducían a la cocina por una puerta, y tiraban desde la otra puerta con un lazo atado a la cincha del caballo. De esta forma iban corriendo el tronco a medida que se iba consumiendo. Semejante astilla, quedaba encendida varios días. Este tronco encendido se iba consumiendo lentamente. El primer paisano que llegaba a la mañana a la cocina, le daba unos golpes con el lomo de su cuchillo, caían unas brasas y así se avivaba el fuego. Iniciaba el mate y a medida que iban llegando los demás trabajadores, la ronda del mate se convertía en el motivo necesario para que circularan los cuentos, noticias del día, informe de las tareas a realizar, y sobre todo los relatos fantásticos del «viejo» del grupo -infaltable en las estancias- siendo el más escuchado por sus narraciones sobre hechos pasados. La «antigua» cocina de peones ha ido cambiando de aspecto con el tiempo. El hombre de campo, en su búsqueda de la comodidad, se proveyó de asientos más adecuados para esta función. Usó cabezas y huesos de vaca, forrados con cuero de ovejas, para hacerlos más confortable. Cortó troncos de madera con el nacimiento de tres ramas, que hacían de especie de patas. Con estos asientos, se sentaban alrededor del fogón, llenando de historias a nuestra patria.