Dar un Celular a un menor es una actitud grave e irresponsable

Dar un Celular a un menor es una actitud grave e irresponsable

Estudios recientes han demostrado cómo su uso modifica la estructura cerebral a nivel organizativo con consecuencias a corto y largo plazo.

En sesiones solemos escuchar frases como “Mi hijo está todo el día enganchado a una pantalla”, “no hay manera de que lea un libro, no socializa con nadie, solo le interesa YouTube o la Play”, “sólo se relaciona con sus amigos a través de los juegos online”. La tecnología ha irrumpido como un tsunami en las familias. Cada vez hay más niños menores de 10 años con teléfono celular. Un acto total de descuido, de irresponsabilidad familiar, ya que somos los padres quienes debemos responder ante del cuidado, la educación y la formación de nuestros hijos, qué estamos fomentando? Como toda acción que excede a la aplicación de límites, se escapan las consecuencias que estos comportamientos puedan traer en la relación vincular, la mayoría de los padres y madres no saben cómo gestionar el “enganche, fanatismo, dependencia” que sus hijos tienen con todo tipo de dispositivos. Ante estas demandas y confusiones que en ocasiones repetidas aparecen, lo más común es prohibirles que los utilicen o quitárselos como castigo cuando no obedecen. Una reacción natural ante el miedo a lo desconocido, esta especie de premio-castigo, la ciencia ha demostrado que ese sistema de crianza NO educa, sino que confunde aún más el cerebro del niño y en algunos casos esta falta de competencia para establecer normas de convivencia con puesta de límites, es absorbido o pasado por alto por los menores, invirtiéndose en algunos casos los roles, ahí es donde nos encontramos con el tan mencionado “síndrome de niños emperadores”…
Tenemos que tener en cuenta que los dispositivos móviles generan dopamina, un neurotransmisor que produce placer de forma rápida. En algunos casos, puede, incluso, provocar en una adicción que acaba fomentando comportamientos agresivos ante situaciones que requieran algún tipo de esfuerzo personal o cuando se prohíbe su uso.
Es por eso, antes de usar de forma habitual dispositivos móviles, el cerebro de los niños debe estar suficientemente maduro para evitar que se desencadenen posibles conductas disruptivas, necesidad de buscar emociones cada vez más fuertes e incluso que se produzca una disminución de su rendimiento académico debido entre otras causas a alteraciones del sueño como consecuencia de un uso intensivo en hora previas al descanso nocturno, especialmente los adolescentes. La adicción a los dispositivos móviles, hace que aparezcan conductas de tipo impulsivo, pueden llegar a ser desafiantes e intolerantes y les provoca cambios de humor constantes. Y esa adicción puede producirse cuando el uso excede a las 8 horas semanales. Clave: Enseñar a pensar ¿Cómo evitar que estas situaciones se reproduzcan? La respuesta está en las manos de las familias. El modelo de establecer normas para todo ya está obsoleto, no se pueden poner puertas al campo. Cómo podríamos fomentar y establecer cambios sanos y saludables? El cerebro del niño no aprende bajo presión o bajo miedo, debemos educar con acciones responsables, con actitud firme, explicando razones del por qué sí y por qué no para que se enteren de las consecuencias en el impacto que ese hábito genera… enseñarles a pensar, enseñarles a tomar decisiones para que hagan un uso responsable de su inteligencia y responsabilizarlos de sus actos y de las consecuencias de los mismos.
Es decir, formarlos en el buen uso y en el pensamiento crítico para que ellos mismos consigan autorregularse. Es importante también definir el estilo educativo que queremos en casa y trabajar los principios y los valores como el apoyo, la seguridad, la integridad, la comunicación, el amor… El crecimiento de cada niño guarda relación directa con el empeño de sus padres para ser mejores personas.